No hace mucho tiempo transmitieron en televisión, no recuerdo programa ni canal, una entrevista a un nonagenario que, a preguntas del presentador, manifestaba no recordar haber llegado nunca tarde a una cita, fuese ésta del cariz que fuese, en sus más de noventa años de vida. Su interlocutor no parecía dar crédito a tales afirmaciones e insistía en que le revelase el secreto de la puntualidad. El anciano, con toda la naturalidad del mundo y con el aplomo que solo puede denotar la bonhomía del ser, dijo: “pues se queda a una hora, y se acude”.
Se queda a una hora, y se acude. Así de sencillo. La puntualidad es una cuestión de propósito, lleva implícita un elemento volitivo, un querer cumplir. Y ese querer cumplir es una muestra de respeto por el prójimo, casi de amor en el sentido fraternal del término. Acudir puntual al encuentro concertado indica reconocimiento del otro, significa saberse y situarse en un plano de igualdad en el que uno no se cree más que el otro y, por ende, no se otorga más valor a su propia persona ni a su propio tiempo. Faltar a la cita , retrasarla indebidamente, es faltar también al compromiso, a la palabra dada, es indicativo de que no se es de fiar ¿Qué lleva a pensar a alguien que puede retrasarse de forma deliberada o imprudentemente? ¿Qué poder sobrenatural cree el impuntual ostentar para disponer del tiempo de los demás, para gastar tiempo de los demás, o hacérselo malgastar? Porque, al fin y al cabo, la impuntualidad del uno supone el malgastar tiempo del otro, y el tiempo es un recurso que cuando se gasta no se recupera.
Reloj astronómico de Praga. Fuente: viajarpraga.com
Del mismo modo, al igual que la puntualidad, también la acción de esperar por parte del “esperante”, del que espera; expresa deferencia, por el contrario, muestra tener a alguien en la suficiente consideración para gastar tiempo de la vida propia, siendo consciente de que se pierde en perjuicio del interés o provecho particular, para regalarlo a quien hace aguardar. Y esto es muestra, quizás mayor aún que la puntualidad, de amor fraternal. El sacrificio del tiempo propio por causa del otro.
Todo parece ser a fin de cuentas cuestión de amor, tanto la puntualidad que denota respeto, como la espera, que implica sacrificio. O quizá, quien sabe, tanto lo uno como lo otro sean señal de todo lo contrario, expresión del más puro egoísmo, y todo deba reducirse a mera expectativa, esperanza de obtener algo en beneficio propio por parte del puntual y desesperanza de no poder llegar a obtenerlo por parte del que espera.