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Región Digital

La Posá de las Estrellas

21 julio 2023

Armenteros, localidad de la Provincia de Salamanca limítrofe con la de Ávila, es el nombre que, por extensión, solemos dar al colegio internado “La Inmaculada” ...

Armenteros, localidad de la Provincia de Salamanca limítrofe con la de Ávila, es el nombre que, por extensión, solemos dar al colegio internado “La Inmaculada” quienes allí pasamos una etapa de nuestras vidas, por encontrarse en aquella localidad salmantina dicho centro educativo.

No miento si digo que la mucha o poca educación que tengo, en el sentido cívico del término, se la debo a mis padres, y que en mi vida profesional la formación más relevante fue la adquirida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca. Si esto es así ¿qué supuso Armenteros? ¿qué significó? ¿qué aportó? Armenteros me insufló carácter. Armenteros me enseñó a convivir que es algo tan sencillo, y a la vez tan complicado, como “vivir con…”, vivir con los demás en un plano de absoluta igualdad y respeto a los demás.

Recuerdo perfectamente cómo fue allí mi primer día, la llegada al colegio. Yo tenía 11 años. Era un soleado día de septiembre de 1990 y todo era bullicio, familias, coches, voces. Expectación y nervios de quienes, como yo, éramos nuevos o “novatos” y la alegría de los reencuentros de los veteranos tras los meses de verano; el olor a limpieza, desinfección y pintura reciente. Después de aquel primer día vendrían muchos otros hasta completar un total de siete cursos lectivos. Recuerdo días buenos y días malos, compañeros y amigos, profesores… Recuerdo los dormitorios, que me parecieron enormes; el comedor, las aulas, la capilla. Recuerdo que el recinto no estaba vallado ni delimitado en modo alguno, sino que todas las edificaciones e instalaciones deportivas que componían el centro educativo estaban a campo abierto, insertas en pleno campo charro, rodeado de encinares con ganados pastando y cultivos de cereales. Pronto comprendería cuán innecesario hubiese resultado un vallado en un sitio dónde no había ocasión de ir a ningún otro sitio.  Recuerdo las meriendas a base de Merendinos, que eran unas chocolatinas supuestamente untables, y canteros, trozos de pan duro de días anteriores; ambos elementos componían la merienda de Armenteros. Recuerdo las subidas al pueblo las mañanas de los sábados a recoger la ropa limpia de la lavandería. Las vueltas al depósito, la cafeta, las películas de video las noches de los fines de semana, las galas de Samuel en el teatro del 2colegio nuevo”, las excursiones a Narrillos, llamar desde la cabina telefónica a cobro revertido, que te bajen a la nevera las noches de castigo…

También recuerdo que al final de aquel primer día llegó el momento de que mis padres se marchasen y se hacía inevitable la despedida. Definitivamente se iniciaba mi andadura solo en la vida, pero aún recurrí una última vez a su paraguas protector y les pregunté ¿esta noche dónde ceno?, y solo obtuve por respuesta: en la posá las estreyas. Después de aquello, ya no habría más preguntas para deambular por la vida, la vida sola me iría dando las respuestas.

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