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  • 22 dic 2024

Escribir

18 enero 2021

En la acción de escribir subyacen a mi modo de ver dos cuestiones...

Hay que escribir. Del mismo modo que andar, comer o dormir, hay que escribir.1

( José Muelas Cerezuela, abogado )

 

Leí hace pocos días las palabras anteriores en el blog del abogado José Muelas y las comparto al cien por ciento. Hay que escribir.

En la acción de escribir subyacen a mi modo de ver dos cuestiones: la primera, la motivación o necesidad de escribir y, la segunda, el contenido de lo que se escribe, el tema del que se escribe.

Resulta muy difícil, al menos al principio, escribir sin necesidad de hacerlo o, mejor dicho, sin tener la obligación de ello. Por ello considero que existen, al menos, dos motivaciones a la hora de escribir: escribir porque la profesión u oficio obliga a ello, siendo la escritura una herramienta más, o quizá la fundamental, del desempeño del trabajo y, la otra, escribir por el mero placer de hacerlo, ya sea para compartir lo escrito con afán literario o divulgativo, o para uno mismo, eso es lo de menos.

Escribir en el ámbito del trabajo resulta más sencillo ya que hay que ponerse a escribir, sí o sí, apetezca no apetezca y, además, no requiere tener que buscar una temática sobre la que escribir pues ésta viene dada por la propia obligación laboral; si bien, es cierto que aun así algunos afortunados son capaces de escribir sus respectivos textos profesionales con un alto nivel de imaginación y creatividad. 

 

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Imagen: sp.depositphotos.com

 

Escribir por placer puede resultar más difícil. En primer lugar, como no es imperioso escribir, tiene que apetecer ponerse a llenar el papel. Aunque se quiera y haya intención de teclear (o garabatear, los más tradicionales o nostálgicos), no siempre el estado de ánimo acompaña. En segundo lugar, es necesario tener un tema sobre el que disertar. Y, en tercer lugar, se debe contar con la suficiente inspiración para plasmar correctamente en palabras la historia o en mensaje que se pretende verter al documento, negro sobre blanco.

Seguro que las clasificaciones anteriores pueden ser ampliadas, reducidas y rebatidas, pero lo que sí es cierto es que, al escribir, nos describimos y, al leernos, nos descubrimos. Nos describimos porque llevamos al papel aquello que nos interesa, agrada, desagrada, conocemos, sabemos (o creemos saber), lo que nos inquieta…  en un momento dado; todo aquello que nos define, al fin. Y nos descubrimos al leernos porque vemos desde fuera, reflejado en el papel, lo que teníamos dentro. Exteriorizamos nuestro mundo interior, etéreo, de lo intangible de nuestros pensamientos, a través de lo que escribimos; y así, al leernos vemos cómo pensamos, cómo sentimos.

Ocurre a veces que al ordenar determinado archivo o rincón vuelven a nosotros aquellos escritos de hace años. Produce una sensación entre melancólica y curiosa el acceso a un estado de ánimo de entonces, o de una  manera de hacer las  cosas de hace tanto tiempo, y nos señala el camino recorrido desde antaño. Escribir supone lanzarse hacia el futuro quedando constancia de lo escrito en el pasado ¡Cómo hemos cambiado! 

En mi caso, releer mis primeros escritos de demanda, los primeros recursos, cualquier simple escrito procesal, que responden a un estilo marcadamente academicista y encorsetado formulario, en los que las ganas de hacer y acertar se vislumbran junto al temor a errar; me retrotraen a momentos de ilusión e incertidumbre. En ellos está la huella del joven abogado que fui, recién iniciado en el ejercicio práctico de la abogacía, con sus anhelos y sus temores. De mis escritos no profesionales poco puedo decir por ahora, no hace mucho que intento escribir de forma periódica y, como mencionaba al principio, supone un trabajo más arduo, que de momento sigo intentando llevar. “Hay que escribir aunque cueste…”

Efectivamente, escribir es conocerse, recordarse. Pero en ocasiones ocurre que uno se  recuerda, se conoce por el escrito, pero no se reconoce en lo escrito. Se disiente de aquello que se pensó u opinó en aquel momento. Me ha ocurrido alguna vez en que no me reconozco en lo  que pude llegar a escribir, pero no reniego de ello pues hacerlo no sería renegar de lo que fui sino de lo que soy. Lo que entonces pensé, opiné y escribí me ha llevado a lo que pienso, opino y escribo. No era otro yo, soy yo en otro tiempo.

Hay que escribir.

 

 

NOTAS.

  1. https://josemuelas.org/2021/01/12/hay-que-escribir/

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