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  • 03 dic 2024

Emociones con palabras

02 mayo 2018

No se han definido con certeza si son cuatro, seis u ocho las emociones que todo ser humano experimenta...

No se han definido con certeza si son cuatro, seis u ocho las emociones que todo ser humano experimenta. Primarias o básicas, secundarias, positivas o negativas, ambiguas, estáticas, sociales… sea cual fuere su clasificación, lo que es evidente es que las emociones son estados afectivos que indican procesos internos personales.

Apenas tenemos unos meses de vida, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la alegría, que compartimos con los animales, pero que en los humanos se van haciendo más complejas gracias al lenguaje. De ahí la necesidad de poner palabras que definan, que trasladen esos sentimientos, con nombre y apellido, al lugar a donde quieren llegar. Y no, no es un lujo definirlos. Es una urgente necesidad para que los sentimientos no se destruyan y desaparezcan.

Las palabras son las que unen aquello que sentimos y que pensamos con el mundo exterior. Son las que materializan todo lo que fluye, las que moldean los pensamientos. Son la invención más importante del ser humano que nos permite ser seres únicos.

Necesitamos las palabras para sacar de nuestro fuero interno esa TRISTEZA que nos corroe, ese dolor que nos atormenta. Son las que llenan los vacíos existenciales difíciles de explicar y las que gritan cuando el alma se encoje, cuando el corazón nos ahoga.

Escribimos en mayúsculas cuando la FELICIDAD nos embarga, cuando sentimos paz interior y buena disposición ante la vida. Juntamos letra a letra cuando nos embriaga ese estado de placer que hace que estallen todos nuestros sentidos.

Corremos en busca de aquellas palabras volátiles que definen la SORPRESA o el MIEDO, emociones tan rápidas que hacen que las letras se esfumen con la misma velocidad con la que se esfuma la propia emoción. Nos paraliza el miedo pero nos moviliza la idea de ponerle freno y gritarle a la cara que ‘ya no’.

El ASCO y la IRA se dibujan con palabras malsonantes, con sonidos atronadores. Gritan también en mayúscula, con admiraciones y con todas las reglas gramaticales y ortográficas mezcladas, porque no entienden de razonamientos. Explotan, sin más.

Ninguna de estas emociones es mala. Todas, absolutamente todas, son necesarias. Todas nos definen y todas se definen. Somos una especie privilegiada, dotada de una admirable capacidad para materializar con total precisión todo lo que ocurre en un cerebro. No se pueden separar las palabras de las experiencias humanas, porque es dejar sin alma todas esas experiencias.

Y no, no se puede, porque las emociones –como la propia vida- están hechas para vivirlas y para ser contadas.

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