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¿Por qué las mujeres maltratadas NO huyen de esa situación?

30 abril 2015

La violencia contra las mujeres es un problema antiguo, tanto como la sociedad, pero hasta hace sólo tres décadas permaneció oculto tras los mecanismos culturales. De esta manera, se le negó su carácter de problema social y se le redujo a un asunto privado y exclusivo -“de las mujeres”-.

La violencia contra las mujeres es un problema antiguo, tanto como la sociedad,  pero hasta hace sólo tres décadas permaneció oculto tras los mecanismos culturales. De esta manera, se le negó su carácter de problema social y se le redujo a un asunto privado   y exclusivo -“de las mujeres”-.

Una práctica muy extendida en el pasado, que aún no hemos conseguido erradicar y por tanto los profesionales detestamos, es la presión que viven las mujeres para que se reconcilien con los agresores. Se recurre a argumentos familiares –“mantener la unidad familiar, a cálculos económicos – “mejor no lo dejes porque la pensión que recibirás será muy pequeña”- o las creencias personales prejuiciadas y estereotipadas. Estas prácticas lejos de ayudar a las mujeres, las debilita frente a su agresor doblemente crecido, como hombre y como agresor.

En los años 70 Walker teorizó el ciclo de la violencia ante la pregunta que da título a este artículo, desde una perspectiva psicológica y tomando el concepto de Indefensión aprendida de Seligman –“Las mujeres golpeadas no intentan dejar la situación de maltrato, incluso cuando pueda parecer a un observador externo que es posible escapar, porque no pueden predecir su propia seguridad; creen que nada de lo que ellas o cualquier otra persona haga puede alterar sus terribles circunstancias”-

Esta definición, nos hace reflexionar sobre cómo una mujer puede transformar su personalidad por MIEDO a una persona. Una mujer que se haya caracterizado siempre por su seguridad ante las cosas, un hecho así puede convertirla en una persona completamente diferente.

Las explicaciones de por qué permanecen las mujeres en una relación violenta partieron de consideraciones individuales, explicaciones que describían factores o características individuales de la mujer que la llevaban a permanecer pasivamente en dicha situación. Poco a poco, han ido apareciendo modelos alternativos que, por una parte, rechazan esa pasividad femenina y por otra desculpabilizan a la víctima, reconociendo su esfuerzo por sobrevivir.

Andrés Montero, prestigioso psicólogo, alude a que, más que por razones económicas o por la protección de los hijos o hijas, las mujeres permanecen en las relaciones violentas por cómo interiorizan al otro, es decir, a su pareja, en un lugar de seguridad y confianza y del que no pueden sacar a los agresores por mucho daño que les hagan. Hablar de la interiorización del otro es hablar del papel que tienen los sentimientos y las emociones como aspectos claves en el mantenimiento de las situaciones de violencia.

Tras varios años de estudios y análisis realizados sobre la violencia de género, se ha llegado a destacar varios modelos explicativos que resumen de una manera clara y concisa el porqué de la permanencia y resistencia en una relación violenta.

Uno de los modelos más conocidos y que anteriormente hemos citado es el Ciclo de la violencia creado por Leonor Walker.

Otro, es el Modelo de la persuasión coercitiva aplicado a la violencia de género.

Y el Modelo sobre los procesos cognitivos en la toma de las decisiones de las mujeres víctimas de violencia.

El modelo de Walker, el ciclo de la violencia, comprende tres fases: 

La primera fase es, acumulación de tensión, donde la hostilidad del hombre va en aumento sin motivo comprensible y aparente para la mujer. Las reacciones agresivas de la pareja son impredecibles. La mujer cree que puede controlar estos episodios.

La segunda fase es, explosión o agresión, donde ya se producen agresiones físicas, psicológicas y sexuales. En esta fase, es donde la mujer suele denunciar o pedir ayuda.

La tercera fase es, calma, reconciliación o luna de miel. El agresor manifiesta que se arrepiente y pide perdón a la mujer. Utiliza estrategias de manipulación afectiva  para evitar que la relación se rompa.

En la medida que los comportamientos violentos se van afianzando, la fase de reconciliación tiende a desaparecer y los episodios violentos se aproximan en el tiempo.

El modelo de Persuasión coercitiva, establece que en la violencia de género se producen una serie definida de estrategias de persuasión coercitiva cuya finalidad es perpetuar el control del maltratador sobre la mujer.

El modelo de los Procesos de cambio, se dirige hacia el análisis del comportamiento, facilitando su categorización en las siguientes fases: precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento.

¿Qué tienen en común estos modelos? Prácticamente todo, puesto que siempre parten de una primera fase donde se niega la situación de maltrato que se está padeciendo. Donde la mujer no quiere creer que está sufriendo ese hecho. A continuación, viene el reconocimiento del daño. La mujer se quita la venda que le cubría los ojos, para poner nombre y apellidos a lo que está viviendo. Y por último, siempre que se puede, actúa para subsanar de una u otra forma esta situación.

Además, de la sincronía de la explicación de los hechos, estos modelos tienen en común la manifestación del deterioro físico y psicológico que las mujeres sufren, llegando incluso a padecer el “síndrome de la mujer maltratada” como punto más álgido de los hechos vividos. Pero no se puede prescindir de mencionar, sus estados de depresión, angustia, trastornos del sueño, alimentación,  y un largo etcétera.

Por todo ello, una vez más me gustaría reivindicar la importancia de una educación igualitaria para hombres y mujeres, porque es nuestra herramienta fundamental para eliminar todos estos actos violentos y poder así construir una nueva sociedad libre de estilos patriarcados, desigualdades y violencia.

Una mujer maltratada no huye de una situación violenta en la mayoría de los casos aún por “el qué dirán”, “a mí no me puede estar pasando esto”. 

Estos pensamientos son debidos a que  mantenemos una sociedad de estereotipos, donde prevalece la posición y opiniones del entorno, sobre nuestro bienestar. De ahí, la importancia de arropar a estas mujeres maltratadas, ayudarlas y apoyarlas a conseguir el éxito, que no es otro que una vida libre de malos tratos.

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