Aquella pregunta de Ghersi, de cuanto perdemos y cuanto ganamos si hacemos esto o aquello tiene múltiples implicaciones y derivaciones. La respuesta tiene que ver con el beneficio a corto plazo de algunos pero también con el coste a medio y largo plazo que asumimos todos, y no nos referimos sólo al económico.
Cada decisión individual afecta a las raíces de los planteamientos éticos, ideológicos y políticos sobre los que se asienta la sociedad y su forma de comportarse.
Un estudio de la Universidad de Las Palmas dice que el coste social de la corrupción en España es de 40.000 millones de euros. Es importante precisar que dicho coste aunque es muy difícil de calcular si sabemos que es mucho mayor, ya que los datos ofrecidos solo se corresponden con casos resueltos judicialmente y aquellos que salen a la luz pública.
La corrupción y su percepción sigue siendo el mayor escollo para el desarrollo social y económico. ¿Qué implicaciones tiene?.
Nos ponemos en el papel de cualquier familia sentada a la mesa cualquier noche para cenar, siempre que puedan, y que escuchen en televisión las noticias que van apareciendo en torno al tema, siempre que puedan. Seguro que pensarán en como les afecta la corrupción a través de distintas y diversas relaciones. A la mayoría de gente decente les supondrá un coste social incluyendo el de la desmoralización, mientras que para los que menos, los indecentes, un beneficio.
El coste social del que hablamos afecta al tiempo presente y se propaga hacia el futuro. ¿Por qué? Por que no es solo lo que se hace, sino lo que se deja de hacer, por tanto existe otro coste, el de oportunidad. ¿Qué se podría haber hecho con 40.000 millones? ¿Cuántos jóvenes podrían haber tenido una oportunidad? ¿Qué se podría haber hecho en educación?
¿Cómo se entiende esto de la corrupción? Tan sencillo como que gracias a unos cuantos el Estado del Bienestar se viene abajo. ¿Quiénes son esos cuantos? Los delincuentes del manejo de cajas b y contabilidades paralelas, los de la tramas y redes, los de las tarjetas negras, etc., ¿Cómo afecta a la sociedad actual? De dos formas, no solo repercutiendo el coste a través de recortes en los bienes y servicios que más aprecian los ciudadanos como pueden ser la sanidad y la educación, sino hipotecando el futuro de todos por no haberse tomado las medidas oportunas.
Siguiendo con las preguntas, ¿Quiénes son los responsables?. Está claro que los que meten la mano, pero también los cómplices, es decir, aquellos que les permiten hacer lo que hacen sin manifestarse, como se dice comúnmente “poniéndose de perfil o escurriendo el bulto”.
Por ejemplo, no es de recibo implantar una medida de amnistía fiscal como la establecida por el gobierno para ocultar y liberar a todos aquellos que no han cumplido con el deber de pagar impuestos. ¿Quién es el responsable en este caso? El defraudador, que repercute el coste mediante recortes en la investigación, en la educación, sanidad, etc., y también el gobierno que lo permite cerrando los ojos y tapándose la nariz. Ambos casos constituyen delito.
La corrupción crea una sociedad solo rica solo en desigualdades y desgastada no solo a nivel institucional y político, que lo está. Todo se entreteje, desde el malestar general, la falta de credibilidad, la desconfianza, el hartazgo, pero no olvidemos que todo esto se gestó en época de bonanza.
Como decía Usunier, si bastara con denunciar la corrupción para eliminarla sería fácil. Hay que investigar como se ha producido y quienes están implicados, pero no la analicemos por encima tratándola como un problema judicial. Hay que ir más allá, hacia el origen y el por qué, para tomar medidas y llevar a cabo políticas eficientes desde muchos ámbitos no solo el económico, sino el educativo, cultural, etc.
Aún así la cámara está enfocando y cada cual tendrá su retrato.
