El economista Schumpeter, que investigó sobre los ciclos económicos y el estímulo de la inversión y la innovación para progresar, decía que el mejor camino para que un país prepare mejor su futuro, es que acepte que únicamente innovando podrá prosperar, sólo así se podrán emprender grandes cambios.
La cita viene a colación de la denuncia que ha hecho la Confederación de Sociedades Científicas (COSCE) sobre la inversión en I+D+i en España, que se estanca a niveles de 2005.
En la era actual, donde las tecnologías son un todo y las exigencias de los ciudadanos son cada vez mayores para recibir servicios, privados y públicos, los conceptos de investigación, desarrollo e innovación son muy importantes. La música suena bien, pero la letra es complicada, pues no resulta fácil reinventarse y ofrecer nuevas soluciones que alcancen a un mayor número de ciudadanos si no hay posibilidades ni medios.
Sin referirnos a lo privado, que requiere otro apartado especial, y que con el grifo del crédito cerrado no es posible hacer prácticamente nada, y centrándonos en lo público, señalamos que con los recursos que figuran en los Presupuestos Generales del Estado para 2015 nada que tenga que ver con la investigación es viable.
El informe de la COSCE, sobre el análisis de los recursos destinados a I+D+i contenidos en los Presupuestos Generales del Estado aprobados para 2015, asegura que la cantidad destinada a estos fines se ha reducido en 7 millones de euros con respecto a 2014, situándonos en niveles del año 2005. En esta partida se incluye la financiación de los Organismos Públicos de Investigación, donde está el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como la mayor institución de investigación pública en nuestro país que genera más o menos el 20 por ciento de la producción científica nacional. Este organismo ha perdido con respecto al año anterior más de 1000 millones de euros, y desde que llegó Rajoy a la Moncloa casi un 95%. La otra pata de la partida destinada a I+D+i son las Universidades, que es donde se concentra la investigación de base.
Esta situación supone que la brecha entre España y el resto de países de la Unión Europea sigue creciendo. En Europa la media de inversión está en el 2% del PIB, en España estamos en el 1,24 y sigue reduciéndose, incluso llegando a comprometer la presencia de España en organismos y programas internacionales de investigación, ya que no se pagan ni las cuotas para poder participar. Implica que cada vez se realiza menos investigación científica y tecnológica, que no se fomenta, que no habrá transferencia de resultados a instituciones públicas y privadas, que no habrá un impulso decidido por la creación de entidades y empresas de base tecnológica, que no se formarán investigadores ni expertos en ciencia y tecnología, que no se fomentará la cultura científica en la sociedad, o que no se colaborará en la actualización de conocimientos necesarios para progresar.
Hay un correlación positiva entre los países y regiones que menos gastan en I+D+i y su desarrollo socio-económico. Además de la falta de cultura en innovación, está la voluntad política.
Muchos de los titulados universitarios, investigadores, ingenieros o médicos se marchan al extranjero por falta de fondos de los gobiernos y de inversión en I+D por parte de las empresas. Para ofrecer oportunidades es necesario mejorar, y para ello es necesario estar en condiciones de ofrecer servicios más innovadores y eficientes. Si no sabemos responder a los nuevos retos que se nos avecinan seguiremos rezagados o a la cola como es el caso de Extremadura.
Son momentos difíciles para aumentar el gasto en I+D+i, pero en ahora es cuando verdaderamente deben emerger proyectos que nos puedan posicionar con ventaja frente al resto. Por eso hay que hacer apuestas, necesitamos música, pero también letra.
Podemos anunciar como el PP de Extremadura, que la región en 2019 tendrá el PIB más alto de su historia y nos quedamos tan anchos y tan panchos. Si hubiera habido posibilidades se podría haber preguntado ¿cuál será el modelo de desarrollo? ¿por qué apostamos? ¿a qué renunciamos?, y lo más importante ¿y mañana qué?. Menos mal que es época de cambio