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  • 21 dic 2024

El empleo que viene

12 enero 2015

Un estudio de PwC cuyo título es Trabajar en 2033 nos ofrece algunas claves y reflexiones interesantes en este sentido. La primera tiene que ver con el modelo productivo.

La preocupación por el empleo es necesaria e inmediata a corto plazo para recuperar posibilidades individuales y colectivas como sociedad. Algunas cuestiones que podríamos añadir podrían referirse a cuando recuperaremos los niveles de empleo de antes de la crisis, y qué condiciones laborales tendremos dentro de 20 años.

Sobre la primer cuestión no hay consenso, se estima que entre 15 y 20 años – la canciller alemana Merkel auguró 10 –. Sobre la segunda decir que habrá multitud de cambios, y nada volverá a ser como era. Un estudio de PwC cuyo título es Trabajar en 2033 nos ofrece algunas claves y reflexiones interesantes en este sentido. La primera tiene que ver con el modelo productivo. Aunque ya se venía manifestando por los expertos desde hace bastante tiempo que el modelo productivo estaba cambiando, la realidad ha llegado y estamos atravesados en el camino. Podemos seguir pensando que la competencia está en producir las cosas más baratas, es decir en el precio, pero nos equivocaremos. El verdadero valor está en hacer las cosas mejor.

Pensemos por un momento en cualquier idea o proyecto que quisiéramos llevar a la práctica. ¿En manos de quién lo pondríamos para que funcionase?. Si el precio es importante, ya no es lo que más. Son necesarios otros factores que aporten valor tales como la innovación o el conocimiento, que además de influir sobre el precio reduciendo los costes y mejorando la eficiencia generan valor añadido. El mercado y la demanda irán por esta senda.

Es cierto que la crisis nos está dejando en unas condiciones lamentables. Si nos referimos al empleo los efectos directos están en las tasas de desempleo, pero las consecuencias añadidas ya las conocemos, malas condiciones laborales, baja formación profesional, más brecha salarial y precariedad, en definitiva mayor pobreza en el empleo.

Para que la situación se revierta es imprescindible que los actores implicados den un paso adelante y convirtamos nuestro espacio en un mejor lugar para progresar. Para ello hay que crear proyectos colectivos donde las instituciones y la sociedad vayan de la mano. Solo la educación y formación será capaz de transmitir los valores clave del nuevo contexto laboral en el que nos moveremos. Esta actuará sobre las capacidades donde además del valor del esfuerzo también se deberá apostar por el gusto por lo bien hecho. Si lo acompañamos con la tecnología como medio de enorme potencial podremos generar entornos y grupos de trabajo que no tendrán ningún límite. Para la búsqueda de tales condiciones y entornos el talento se seguirá moviendo. Vemos como los países desarrollados – véase Alemania, Francia o Reino Unido en Europa - intentan atraerlo. La movilidad de profesionales ya es una de las posibilidades que han barajado y barajan muchas personas para salir de la crisis. Según el citado estudio hay ya 250 millones de personas que son inmigrantes de primera generación, cifra que se ha multiplicado por cuatro desde hace 40 años.

Si el presente es este no podremos imaginar lo que sucederá dentro de 20 años. La población será de mayor edad y a su vez estará más cualificada. Competiremos en competencias y habilidades, tecnológicas, socioculturales, innovadoras además de otros factores que permitan marcar diferencias y que aporten un mayor valor a lo generado. Y los campos de desarrollo estarán vinculados fundamentalmente a las tecnologías, al turismo, al medio ambiente y al ocio.

Todo el mundo deberá adaptarse a la complejidad del mercado laboral. El valor del empleado ya no estará en las horas presenciales – escuchamos todos los días como se dice que se trabaja mucho y se gana poco – sino en extraer el máximo valor a lo que se produzca. No más trabajo sino mejor. No trabajo constante y uniforme sino innovador y adaptado. Formación y Recursos Humanos serán aspectos claves.

Los gobiernos e instituciones son una pieza básica para que las piezas encajen. Se deben poner en marcha políticas que atraigan y retengan el talento, medidas que aborden de verdad el modelo de empleo, en lo que se refiere a jornadas y relaciones laborales, servicios de colocación y empleo, conciliación, productividad o eficiencia. Las políticas educativas deben cultivar entre otros una cultura del emprendimiento real y no ficticia.

Y las reformas del marco laboral deben adaptarse a las necesidades reales de los entornos de trabajo desde una perspectiva dinámica e integradora – los jóvenes tienen un papel fundamental – desde el diálogo social y no desde el castigo que vemos como genera pobreza y mayor desigualdad.

Nos levantamos cada mañana con titulares de profetas augurando la creación de miles de empleos nuevos. ¿Y a partir de aquí qué? ¿cómo? ¿por qué? ¿en qué?, y además ¿Y si no qué?.

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