11 abril 2025
La multinacional bananera Chiquita Brands International ha desarrollado operaciones durante décadas en varios países de América Latina, especialmente en Colombia. Su actividad ha estado localizada en regiones donde operaban grupos armados, entre ellos guerrillas y grupos paramilitares, dentro de un contexto constante de violencia e inestabilidad.
Según el medio El Tiempo, el caso de la multinacional bananera Chiquita en el Urabá antioqueño ha generado controversia, particularmente por las decisiones que tomó la empresa para preservar la seguridad de su personal durante el conflicto armado. Este escenario ha provocado un debate en torno a la seguridad corporativa y su posible relación indirecta con grupos armados.
Uno de los aspectos más discutidos ha sido la existencia de pagos a testigos, lo que ha generado dudas sobre la integridad del proceso. Estos hechos ocurrieron en un entorno dominado por violencia y coacción, lo que dificulta el análisis judicial.
Entre 1997 y 2004, la multinacional bananera Chiquitatransfirió recursos a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), al igual que otras empresas del sector agrícola. La empresa afirmó que los pagos realizados fueron motivados por amenazas, con el fin de garantizar la seguridad de sus empleados. Ex integrantes de las AUC confirmaron la existencia de presiones sistemáticas hacia las compañías.
En 2007, Chiquita admitió ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos haber transferido aproximadamente 1,4 millones de dólares a ese grupo armado, lo que le acarreó una multa de 25 millones de dólares. Sin embargo, el impacto legal no se detuvo ahí, y los procesos siguen en curso en Colombia y Estados Unidos, en medio de discusiones sobre la responsabilidad empresarial.
La empresa enfrenta actualmente una demanda civil en EE. UU. por parte de víctimas del conflicto, y en Colombia se adelanta un proceso penal contra antiguos ejecutivos. En ambos casos, ha sido ampliamente debatida la veracidad de los testimonios.
Según el medio El Tiempo, algunos ex miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia habrían recibido dinero de abogados que representan a las víctimas. Aunque estos pagos fueron presentados como ayudas humanitarias, la multinacional bananera Chiquita sostiene que pudieron influir en los relatos, afectando la neutralidad del proceso judicial.
Como parte de su defensa, Chiquita Brands presentó correos electrónicos, registros financieros y fotografías que demostrarían pagos realizados a testigos clave. Esta evidencia ha avivado el debate sobre una posible manipulación de testimonios.
El medio El Tiempo informó que “esos correos empiezan a llegar a los procesos que hay en Colombia por financiación de grupos paramilitares contra Chiquita Brands y también contra una multinacional carbonera Drummond, cuyas audiencias están en etapa de cierre”. Estas revelaciones han añadido una nueva capa de complejidad judicial al caso.
El caso de la multinacional bananera Chiquita pone sobre la mesa los riesgos que enfrentan las empresas internacionales en entornos marcados por la violencia estructural. La compañía argumenta que los pagos no voluntarios a grupos armados fueron una respuesta a amenazas, y no un acto de colaboración. El desenlace judicial será decisivo para establecer sus consecuencias legales y reputacionales.
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