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O forte de Nossa Senhora da Graça

14 febrero 2019

Como es bien sabido, al menos desde tiempos medievales, las relaciones entre Castilla y Portugal registraron episodios de duros enfrentamientos

Como es bien sabido, al menos desde tiempos medievales, las relaciones entre Castilla y Portugal registraron episodios de duros enfrentamientos armados que hubieron de prioritario escenario las tierras de la Extremadura española y el Alentejo portugués, registrándose asedios a la ciudad de Elvas -el Yelves tan frecuente en los textos documentales del momento- y a la ciudad de Badajoz.

Así, por ejemplo, hay que recordar un hecho acaecido en el marco de la Guerra da Restauração, en la que entre 1640 y 1668 el pueblo portugués buscó la independencia de la Corona castellana y la restauración de Portugal como reino y entidad política independiente, restaurando la realidad existente en 1580, antes de la llegada de Felipe II a la Corona portuguesa.

En efecto, cuando en octubre de 1658, las tropas españolas al mando de Don Luis Méndez de Haro y Guzmán, cercaron la ciudad de Elvas ocuparon las elevaciones del Convento de San Francisco y, de modo especial, de la colina en la que se situaba una vieja ermita medieval, la de Nuestra Señora de Gracia, en la que se levantó un pequeño reducto con sendas piezas de artillería que de forma continuada desde su superior altura bombardeabanElvas.

Un siglo más tarde, como manifestación peninsular de la que ha sido considerada como la primera guerra de alcance mundial, la Guerra de los Siete Años (1756-1763), Elvas sufrió en 1762 un nuevo asedio por parte de las tropas españolas que de nuevo asolaron con su artillería instalada en el emplazamiento de Nuestra Señora de Gracia.

Resulta evidente que aquella situación no debería volver a repetirse y de inmediato, desde la Corona portuguesa se adoptan las medidas para dar respuesta al peligro estratégico que el abandono de la colina de Gracias representaba para la defensa y seguridad de Elvas.

Para ello, el Marqués de Pombal, figura clave del gobierno portugués de todo el reinado de José I de Portugal (1750-1777), requirió, bajo la propuesta de Jorge III de Inglaterra, la presencia en Portugal del Mariscal Federico Guillermo Lippe, Conde de Lippe, al que encargó la reorganización del ejército portugués y las estructuras militares del país.

Fue la decisión del Conde de Lippe, y su inicial diseño, la que originó en 1763 el comienzo del levantamiento de una fortaleza sobre la colina de Gracia (o forte de Lippe), concebida como indispensable complemento a las estructuras defensivas de Elvas ya que parecía seguro que, más tarde o más pronto, estallaría un nuevo enfrentamiento armado entre ambos países.

Las obras fueron inicialmente dirigidas por el ingeniero francés Étienne que en 1764 fue sustituido por el coronel Guillermo Luis de Valleré, destinado en el Regimiento de Artillería de Estremoz, quien las dirigió hasta 1792, ya en el reinado de Doña Maria I de Portugal (1777-1816), que en 1792 inauguró O Forte de Nossa Senhora da Graça, nueva denominación que en 1777 había determinado la nueva Reina. Se había levantado para una guarnición de 1.500 soldados: 1.200 de infantería, 200 de artillería y 100 mineros y dotado de 143 piezas artilleras.

De forma casi inmediata, la nueva construcción militar comenzó a probar la eficacia y las bondades de su diseño y de su construcción. En 1801, en la Guerra de las Naranjas, la fortaleza resistió el ataque español y al poco, en las luchas ligadas a la invasión napoleónica de la Península, que la ocupo, fue primero cercado por los ejércitos anglo-lusos y más tarde por las tropas francesas de Soult. Nunca fue tomado.

En los finales de la década de 1820, la suerte y las funciones del Fuerte fueron profundamente modificadas: primero perdió toda su dotación artillera pasando con posterioridad a cumplir tristes funciones de prisión política para tratar de corregir, disciplinar y neutralizar a los disidentes y opositores políticos, funcionalidad acentuada e incrementada con las sucesivas Repúblicas y de modo especial con el Estado Novo salazarista.

Siguiendo descripciones de diversas publicaciones y los recuerdos y vivencias de numerosas visitas al Monumento me detengo brevemente en una somera descripción del Forte.

Una vez superado el primer foso y el puente levadizo se llega al Fuerte, con una estructura cuadrangular de unos 150 metros de lado con cuatro baluartes pentagonales en las esquinas (baluartes de Mafra, de Santo Amaro, de Elvas y de Badajoz) y cuatro revellines para cubrir los paños de la muralla -cortinas- de los cuales, dos se asientan en la majestuosa Puerta del Dragón, la principal Porta do Dragão, orientada hacia el sur y decorada en su elegante dintel con dos cañones, en recuerdo de aquellas piezas españolas que desde aquella altura bombardearon la ciudad en la batalla de las Líneas de Elvas. Otras tres puertas secundarias -poternas-, protegidas piezas artilleras. Entre las cortinas y un segundo foso, se levantaron dependencias diversas así como casernas, esas bóvedas fortificadas construidas debajo de los baluartes en las que se alojaba la tropa de la guarnición y se almacenaban pertrechos.

La fortaleza o reducto principal es una torre octogonal, con pisos abovedados. La capilla a nivel del suelo, sobre una impresionante cisterna para almacenar el agua y en los pisos superiores  la “Casa do Governador”, estando el conjunto defendido por diversas bateríasubicadas en casamatas.

En su exterior, esta estructura se completa con un “hornabeque”, es decir, una fortificación exterior integrada por dos medios baluartes con su revellín y poterna y un foso seco, ancho y profundo.

Mucho más precisa debería haber sido esta sumaria descripción del Fuerte de Nuestra Señora de Gracia, la que fue la última de las grandes iniciativas con las que se culmino no sólo la estructura defensiva de la ciudad de Elvas sino también toda la estructura abaluartada portuguesa en un sector de esa Frontera hispano/portuguesa -o luso/española- que era el camino natural que comunicaba Madrid con Lisboa, los dos centros rectores de toma de decisiones políticas.

Sorprende la belleza y solidez de la construcción. Sorprende el esmerado cuidado y exquisita -en la concepción española, que no portuguesa, de la palabra- tarea de restauración efectuada en la que no sólo se ha logrado mantener la inicial pureza constructiva del impresionante conjunto de tal forma que uno puede imaginarse, y casi vislumbrar, aquellos espacios habitados por las gentes que los vivieron, por los soldados que integraron sus sucesivas guarniciones, por la tropa, sean defensores o atacantes, que darían lo mejor de ellos, sus vidas, por un conflicto que con seguridad les pillaba bien lejos de sus intereses,…se puede intuir esa cruel y brutal irracionalidad que la guerra, que toda Guerra, ha constituido, constituye y de forma lamentable, parece va  a seguir siendo parte significativa del vivir humano. En cualquier rincón de la fortaleza, en cualquier espacio de su entorno inmediato parece encontrarse el humo acre y el olor de la pólvora, una escena de muerte y desolación y la vida dolorosa e inútilmente arrancada a tantos seres humanos. Por no referirnos a esa pléyade de opositores, de “disidentes políticos” que verían allí consumirse sus ilusiones, sus ideas, sus proyectos,…cuando no también sus vidas.

Finalizo. De entre otras muchas visitas que imperiosa y justamente reclama la vecina Elvas, una juzgo prioritaria: la que O Forte de Nossa Senhora da Graça merece por él mismo y para propio solaz.

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