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Por Aldeas Históricas Portuguesas: Belmonte y y Piódão (I)

13 septiembre 2018

Ya en algún otro momento he hecho referencia a la existencia de un Portugal distinto del que contemplamos y disfrutamos en sus grandes núcleos poblacionales.

Ya en algún otro momento he hecho referencia a la existencia de un Portugal distinto del que contemplamos y disfrutamos en sus grandes núcleos poblacionales. Lo intentaba exponer allá por mediados de noviembre de 2017, cuando desde esta Región Digital que tan gentil y amablemente me acoge, presentaba una visión, tal vez en exceso subjetiva, de una de las aldeas históricas portuguesas, de Idanha-a-Velha.

De nuevo, también ahora con amigos de la Asociación Cultural Extremeño Alentejana, hemos disfrutado, recorriendo y conociendo, la localidad de Belmonte, a la que dedicaré esta entrada, dejando para un momento posterior mi valoración e impresiones de la minúscula, pero no por ello más que sugestiva y sorprendente aldea de Piódão.

Belmonte es una población, según nos informaron, de alrededor de siete mil habitantes, ubicada en un espacio casi central de la denominada comarca da Cova da Beira teniendo a su flanco occidental la ladera oriental de la Sierra de Estrella, elevación bien presente desde buena parte de sus calles y plazas. Y entre ambos, entre pueblo y monte, el bellísimo y diría que hasta placentero valle del río Zêzere.

Aunque desconozco si la denominación de” Belmonte” guarda relación con la belleza de ese entorno paisajístico, podría ser posible su veracidad, aunque también se dice, y así se nos comentó, la atribución de su toponímico a la denominación de belli monte, monte de guerra.

Poco importa…la realidad es que estamos ante un bello enclave en el que, como es al cien por cien habitual en las poblaciones portuguesa, sorprende gratamente la limpieza de sus “ruas” y de sus “largos”; por la ausencia de ese “empapelamiento” propagandístico que cubre y recubre cualquier paramento de nuestro particular paisaje urbano; por la inexistencia de pintadas que manchan no sólo las paredes, que también, sino el más elemental sentido de buen gusto; y por la carencia de excrementos de perros. Al menos para quien vive en una ciudad carente en buenos niveles de esas realidades, es gratificante.

Y de paso, me sugiere y plantea una duda: qué sucede por esta tierra nuestra: ¿falta de concienciación ciudadana? ¿permisividad normativa institucional? No lo sé,…pero bueno sería algún tipo de colectiva reflexión que condujera a la que me parece preciso cambio social.

Dos fundamentales realidades de un pasado brillante determinan el tránsito del tiempo por la localidad, cuya historia estuvo estrechamente ligada y condicionada a dos aconteceres proyectados allende de los reducidos límites espaciales en que se iniciaron.

Belmonte fue la tierra de nacimiento de Pedro Álvares Cabral, el navegante que, a mediados de abril de 1500, desembarcó en las playas del actual estado brasileño de Bahía, en las que después de tomar posesión de la región, reclamó para su país la nueva tierra descubierta, a la que bautizó como "Tierra de Santa Cruz".

Su viaje, al parecer una expedición comercial –trece naves- con destino a la India gangética recién descubierta por Vasco da Gama, fue dispuesta por el monarca portugués, Don Manuel I, el Afortunado, quien puso a su frente al hidalgo y navegante portugués. Desde la entonces lisboeta playa del Restelo, el 9 de marzo de 1500, Cabral partió de Lisboa, debiendo seguir la recién descubierta ruta del cabo de Buena Esperanza.

Pero evitando las tempestades y ante la falta de vientos, Cabral, después de pasar el archipiélago caboverdiano, optó por una ruta más hacia el oeste, que le condujo a la futura tierra brasileña.

La presencia y el recuerdo del descubridor en su Belmonte natal es elevado, destacando la Iglesia de Santiago y Panteón de los Cabral, un reducido conjunto de arquitectura religiosa con una hibridación de estilos de recios sabores románicos y góticos adobados con toques manieristas. Según se ha probado, hacia 1430 los padres de Pedro Álvares Cabral levantan la Capilla de los Cabral, que con posterioridad recibirá pinturas murales: São Tiago, Nuestra Señora de la Esperanza y San Pedro, que según algunos puede que represente al descubridor. En esta capilla están depositadas las cenizas de Pedro Álvares Cabral y de otros miembros de su familia

Como igual de presente se encuentra en una estatua en la que Cabral se representa sosteniendo un astrolabio, una espada y una cruz, es decir, como navegante, como soldado y mostrando los propósitos evangelizadores de la obra descubridora. Y dos frases grabadas en sendas lápidas: “Honramos o pasado, tratamos do presente e construímos o futuro” y, reproduciendo un fragmento de la Carta que Pedro Vaz de Caminha, escribano y autor de uno de los tres únicos testimonios del descubrimiento de Brasil, dirigió a Don Manuel I, fechada a 1 de mayo de 1500: “22 de abril de 1500. Neste dia, a horas de vesperas, houvemos vista de terra!...a terra de Vera Cruz.

Junto a Cabral y su destacada significación, no sólo en la historia portuguesa sino también en la historia universal, los judíos, la comunidad que resistió al decreto de 1496, de expulsión o de inmediata conversión, dado por D. Manuel I, posiblemente bajo la presión de los Reyes Católicos; que resistió a la escudriñadora mirada de la Santa Inquisición y a las persecuciones, penas y castigos de su tribunal, merece ser recordada. De ahí el interés de una visita al Museo Judaico.

Interesante resultó la visita al Castillo de la ciudad, testigo de una larga trayectoria de vicisitudes bélicas y militares, como se muestra en la reactivación de viejas funciones militares con la construcción los baluartes ligados a la conflictividad restauradora de mediados del XVII.

El castillo, de irregular trazado oval, dos puertas, torre del homenaje adosada en el exterior y edificio anejo también adosado junto a la puerta principal de entrada.

También de interés es la visita y el deambular por la que fuera Residencia de la familia Cabral, la actual Biblioteca y Archivo Municipal. Además, en espacios abiertos de la primitiva edificación se levantó el Museo de los Descubrimientos, en el que se muestra la historia de los descubrimientos portugueses, planteados como elemento unificador de las nuevas tierras y sus gentes, desde el viaje descubridor al conocimiento, desarrollo y construcción de una nueva realidad nacional.

Y no olvidemos la presencia de un reducido pedestal, pero sentido y emotivo recuerdo a aquel 25 de abril que cambió el vivir portugués, levantado por la Cámara Municipal el 25 de abril de 1989 como homenaje del municipio de Belmonte a “Jose Afonso (Zeca Afonso) 1929-1987” “ao poeta, cantor e compositor que viveu nesta terra”

Pese a una toda una jornada pateando la población, pese a la búsqueda de conversación e intercambio de ideas con los naturales, pese a descansar en un delicioso hotel…es complejo, por no decir imposible, profundizar en las realidades estructurales de una localidad y sus gentes. Con todo, me pareció ver como Belmonte conservando su ambiente medieval ha sabido insertarse en la modernidad en la que todos pretendemos asentarnos.

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