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A PRAÇA DO IMPERIO (I).

31 enero 2017

Vuelvo a Lisboa, siempre volveré a Lisboa...

Vuelvo a Lisboa, siempre volveré a Lisboa.

Cuanto hubiera deseado que en esa maravilla que fue, que es, la Casablanca de Michael Curtiz, cuando  Rick Blaine/Humphrey Bogart, dice adiós a Isla Lund/Ingrid Bergman, y hasta con rabia afirma Siempre tendremos París, su grito hubiera sido Siempre tendremos Lisboa.

Vuelvo a Lisboa porque Siempre tendremos Lisboa, y me detengo en un lugar recoletamente grandioso, en un espacio urbano donde conviven los tiempos de un pasado histórico plurisecular con las manifestaciones de las más significativas realidades y manifestaciones políticas de la vieja y a la vez joven Europa.

Y deseo detenerme en la Plaza del Imperio. 

Al borde mismo del margen derecha del Tajo, cuando ya el río es mar y el mar río, en los últimos reductos de la Lisboa riberinha y salada, se extiende la bellísima Praça doImperio, uno de los paisajes urbanos más conocidos, y recorridos, por sus gentes y las que visitamos la ciudad. Sobre espacios que en los siglos XV y XVI eran dominio de las aguas, la llamada “Praia do Restelo”,…ya que el Padre Tajo llegaba hasta bien cerquita de los Jerónimos
La vocación descubridora y navegante del pueblo portugués se encuentra presente en toda ella. Y es más, es ese gusto, ese deseo, esa necesidad, medieval y moderna, de lanzarse a la búsqueda de nuevas tierras, de nuevos horizontes, de nuevos ámbitos vivenciales y de nuevas gentes, ...son todos esos elementos, tan consustanciales a la esencia más íntima y profunda del pueblo portugués, los que hicieron surgir y configuraron la fisonomía ciudadana allí presente.

Por un lado, el espléndido conjunto del Monasterio de los Jerónimos, la fecunda iniciativa de aquel monarca, Don Miguel el Afortunado, tan estrechamente ligado a la gesta descubridora lusitana y a la que debe su existencia. Levantado con el comienzo del siglo XVI, para celebrar el regreso de Vasco de Gama tras su expedición a la India. Destaca su precioso claustro y la capilla.

Es una de las más lúcidas plasmaciones de lo que se ha dado en llamar arte manuelino; el casi medio milenario Monasterio de los Jerónimos, en el que reposan algunos reyes de Portugal, como Don Manuel I y los túmulos de dos de los portugueses más universales; el de Luís Vaz de Camões el de Vasco da Gama, conde da Vidigueira.

Allí descansan, en reposada quietud, con el respeto de su Pueblo, el Navegante-Descubridor, el Hombre de Acción que llegó a la India Gangética e incorporó amplios espacios a la Corona portuguesa y el Poeta, el autor de la inmortal Os Lusiadas, “los hijos de Luso" ya que, según dice la leyenda, los portugueses son descendientes de Luso, hijo del dios Baco, conquistador que fue de la tierra que sería llamada Lusitania, Portugal. Con su título, con ese nombre colectivo, el autor desea mostrar, con claridad, que el protagonista de su poema épico no es un hombre individual, sino el pueblo portugués.

Y los Jerónimos fueron el escenario, el incomparable marco, en el que un 12 de junio de un ya lejano 1986, el primer ministro portugués, Mário Soares, firmaba el Tratado de Adhesión de Portugal a la Comunidad Económica Europea, la actual UE. Y en la tarde-noche de ese mismo día, tras la firma del Presidente español, Felipe González, la Comunidad pasaba estar integrada por una docena de  miembros. Fue un día histórico…para Portugal,…para España,…y para Europa, que al fin reparaba su error de marginar a los pueblos que tanto y tan activamente habían participado en la expansión de los valores europeos.

Enfrente, el casi sexagenario Monumento a los DescubrimientosPadrão dos Descobrimentoslevantado en 1960 para recordar el Medio Milenio desde la muerte de Don Enrique el Navegante

Constituye la monumental representación del quehacer histórico de los portugueses; el regalo de la nación Sudafricana al pueblo que dobló el Cabo de las Tormentas; la figura señera de Don Henrique el Navegante y toda la constelación humana de los anónimos artífices de la gesta portuguesa, bien visible en el gigantesco planisferio trazado en el suelo de la explanada que antecede.

Con s de medio centenar de metros de altura, fue la obra de Leopoldo de Almeida, escultor, y del arquitecto José Ângelo Cottinelli Telmo, quienes concibieron un casi pétreo monolito con forma de carabela cuya proa se lanzará desde el Tajo allende los mares con más de una treintena de los más destacados participantes en aquel glorioso y maravilloso Tiempo de los Descubrimientos.

En uno de sus lados se levantó, allá en los comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, el denominado Centro Cultural de Belém, con el propósito de ser la sede institucional durante el semestre de la Presidencia portuguesa, de enero a junio de 2000, de la entonces Comunidad Económica Europea.

Con posterioridad se abrió como centro cultural y de conferenciasprogramándose actividades de diversa índole, música, artes teatrales y fotografía. También dispone de un gran Centro de Exposiciones y un museo de diseño con piezas desde 1937Y al margen de sus atrayentes programas actividades, osaría destacar una estancia, allá cada uno con su duración y el uso de su tiempo, a su Cafetería y a su Restaurante, no por las bondades de sus bebidas y platos, que también, sino por sus deliciosas vistas a los jardines de olivos que reducen los ruidos callejeros mientras se contemplan los muelles riberinos, y el Tajo, ya no-río, todavía no-mar.

Fue testigo afortunado de la construcción de este singular especio. Recuerdocomo la actividad de las máquinas, de los técnicos, de los obreros y de los mirones eraconstante. Se trabajaba de día y de noche. Con un poco de imaginación, si cerrábamos los ojos y hacíamos abstracción de los medios materiales entonces utilizados y de las indumentarias de las gentes, si mentalmente éramos capaces de retroceder medio milenio, vislumbrábamos a alarifes y aguadores, a canteros y herreros, a pedreros y carpinteros, ..., en febril actividad, levantar el Monasterio de los Jerónimos. Y podríamos ver cómo las pequeñas carabelas partían a la ampliación del mundo conocido y como daban la espalda a una Europa que no por más cercana estaba más próxima a sus intereses y apetencias. Pero volvemos a la realidad presente. 

Ha servido de majestuoso cierre a la Plaza del Imperio. Pero su erección podría entenderse como la clara sintomatología de un profundo cambio en la que fue, desde los siglos medievales, tradicional orientación del quehacer histórico de la nación. En esta hipótesis, el Centro Cultural de Belém representaría un abandono de las viejas tendencias ultramarinas, un desistimiento de las que fueron colectivos afectos universalistas, un mirar hacia la Europa Comunitaria -continental y poco marinera-. Pero permítaseme que no comparta esta enana interpretación. Creo que el esfuerzo actual representa todo lo contrario, la culminación de esos viejos ideales marineros, descubridores y universalistas. Pero con un nuevo valor añadido: el valor de englobar en ellos al viejo continente europeo del que antes se prescindía o, al menos, se colocaba en plano secundario. Ahora, en esta ya joven siglo XXI, se mantienen viejas tradiciones -el hecho ha de ser destacado- y se trata de incorporar a nuevas gentes. No es un dar la espalda a la vocación descubridora o a los tradicionales espacios de actuación; es incorporar a este quehacer nuevas tierras y nuevas gentes -a las gentes y a las tierras de Europa- para así servir a un idéntico objetivo en ámbitos más amplios y universales. Porque, para Portugal, lo mismo que para España, la pertenencia a la que fue Comunidad Europea, a la Unión Europea, no puede representar el abandono y el olvido de sus ya viejas, que no periclitadas, aficiones, deseos y vocaciones ultramarinas, sean africanas, asiáticas o hispanoamericanas. Si eso así acaeciera, habríamos hecho un flaco negocio, habríamos vendido nuestras almas nacionales a los intereses, mercantilistas y económicos, de la Europa comunitaria, que, no lo olvidemos, era, ¿y es?, aparte de Comunidad y de Europa, Económica. ¡Y no sólo de pan vive el hombre!

A Praça do Imperio contiene otras maravillas dignas de ser señaladas y recordadas. A ellas volveremos en próximas entradas a este blog.

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OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Carlos Hern?ndez Barroso 22:56 31 enero 2017

Un verdadero deleite; ser? tal vez porque soy un enamorado de Portugal.

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