José Luis Alonso de Santos. Escritor, dramaturgo y director teatral. Es hombre de teatro, un creador de extrema lucidez y un faro generoso para su legión de seguidores.
Ha sido director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y presidente y miembro fundador de la Academia de las Artes Escénicas de España.
Ha transitado por todos los campos escénicos desde interpretación, dirección o producción y es autor de cerca de cincuenta obras, Bajarse al moro, La estanquera de Vallecas, Pares y Nines, La sombra del Tenorio, En el oscuro corazón del bosque,...
Un optimista que se empeña en meter el mar en una botella. Vacío de ego y convencido de que sus memorias no tienen interés alguno, aún cuando cuenta con cerca de medio centenar de premios como el Premio Nacional de Teatro, Tirso de Molina, Medalla de Oro de Teatro de Valladolid, Premio Max, Premio Castilla y León de las de las Letras,...
Aunque toda enumeración de éxitos ensombrece su valía. Su don va más allá. Entre, como diría él. Su don está entre la emoción y la admiración, entre la inteligencia y la sabiduría, entre la generosidad y la educación.
Reconoce haber sido feliz en general, en el instituto, en la universidad, en su infancia e incluso en la cárcel o en la guerra. Confronta con la idea extendida de felicidad que rechaza las situaciones no favorables, que busca la comodidad y la inmediatez.
¿Estas distintas posturas son generacionales, históricas o conviven?
J.L. Alonso de Santos: El tema de la felicidad me temo que es muy escurridizo y muy personal. No sé si soy una persona adecuada para dar normas generales. Yo he vivido una vida hasta ahora bastante feliz, pero la palabra feliz no tiene la misma dimensión en mí que en otras personas.
Cada felicidad es personal y lo que a uno le gusta a otro le disgusta. Por ejemplo, yo nunca entro en los bares, no es un sitio cómodo para mí, pero la mayoría de las personas entran en un bar se relajan, disfrutan y lo pasan bien. Bueno, la norma general no coincide con mi norma particular.
Yo soy feliz, si hago lo que me gusta. Si hago lo que me disgusta pues soy más desgraciado. Y luego tengo momentos buenos, momentos malos, porque la vida tiene tiempo para todo. Tenemos tiempo para la felicidad y para la desgracia, para la sonrisa y para el llanto, para la alegría y para la meditación.
Los días son muy largos y la vida es larga, la de cualquiera, porque un año son 365 días. Hay tiempo para todo.
¿Qué consecuencias tienen?
J.L.A.S.: Si eres más optimista o pesimista, inundas lo que te rodea un poco de tí mismo. Tal vez huímos un poco de las personas más tristes, negativas, por eso hay que tener cuidado porque si no tienes una amabilidad, una cierta simpatía, una cierta emisión de cordialidad te puedes quedar solo y esa soledad te puede producir melancolía, es decir menos felicidad. Son conceptos muy personales y difíciles de definir.
Para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, ha dirigido o adaptado seis obras entre 1983 y 2004. La puesta en escena en el teatro romano de la capital extremeña, ¿qué valor añadido tiene para usted como director?
J.L.A.S.: Hacer teatro en un sitio tan especial como el teatro romano de Mérida, tiene siempre el valor añadido para un creador de estar conectando por un lado con mucho público y el público es importantísimo para la comunicación. Cuando tenemos poco público lo justificamos y decimos que escribimos para La Vanguardia y tal... pero todo creador de teatro lo que quiere es publicar para mucho público, es lógico.
Por otro lado, es tener un sitio maravilloso, bello, que inunda de sensaciones positivas. Y el tercer grado y para mí el más importante, conecta con la historia del teatro. Están allí las raíces y estás explicándote el fenómeno del teatro dentro de la historia.
El teatro es un fenómeno histórico, nace, evoluciona y vive en función de los momentos históricos, pero también tiene la sensación diacrónica del paso de los tiempos, de que cada movimiento viene de otro, cada obra viene de otra, cada actor viene de otro... y entonces cuando estás en un sitio con esa enorme tradición como el Teatro Romano de Mérida estás un poco representando a todos los que han estado trabajando durante siglos en ese mismo lugar al igual que tú.
Tiene una legión de seguidores, amantes de sus reflexiones, conferencias... de sus palabras. ¿Ha sopesado en alguna ocasión representar un monólogo como obra teatral?
J.L.A.S.: Me gusta la comunicación y me gusta reunirme con personas, hablar, y comunicar mi pensamiento que duda cabe. Siempre relativizando porque las opiniones hay que dejarlas en el tamiz de las circunstancias, de la personalidad, no hay que ser rígido ni riguroso y pensar que lo que para uno es bacía de barbero para otro es el yelmo de mambrino. Hay que tener cuidado con la rigidez de pensamiento, pero sin duda me gusta comunicar mis reflexiones y mis conocimientos de años, trabajando en el teatro alumnos o a compañeros.
Otra cosa es representar un monólogo como actor. Yo empecé como actor y lo dejé, o sea que durante toda mi vida no he sido actor. Y ser actor es muy complicado, hay que ser un atleta físicamente hay que estar muy preparado y yo no lo estoy. Mi trabajo es más intelectual, más con la cabeza, con la fantasía, pero un actor es un atleta en todos los sentidos, de la voz, de la comunicación, de la emoción. Un autor normalmente no está preparado.
No tiene nada que ver una charla, una reflexión, una conferencia, con una actuación, donde tienes que traspasar el listón de la comunicación del logos pasar a la del pathos y comunicar pasiones, comunicar belleza, en una palabra arte y para comunicar arte sobre el escenario hay que tener una postura artística y eso es muy complicado.
Cervantes nos dice que la meta de la escritura es admirar, suspender, alborozar y entretener. Javier Cercas, en cambio, define al buen escritor como un individuo que dice lo que la gente no quiere escuchar, un tocapelotas, un aguafiestas. ¿Como concibe Alonso de Santos la escritura?
J.L.A.S.: Sin duda alguna estoy más cerca del humanismo abierto y comprensivo de Cervantes que de la fuerza o el dirigismo de esa respuesta de Cercas.
El escritor tiene un poco de todo, pero luego su manantial de agua tiende hacia un lado o hacia otro dependiendo de las cuestas que le rodean.
Soy una persona en general amable y no soy la imagen del tocapelotas, el que viene a romper los esquemas no corresponde con mi personalidad, lo cual no significa que me parezca mal que lo hagan otros. Hay muchas líneas de escritura, lo importante es que sean buenas. Hay el escritor agresivo, el que trata de cambiar el mundo, el que trata de ayudar a vivir, el que hace contigo el camino y el que como yo, lo que hace es recibir, por cortesía a la visita que llega a tu umbral y procura atenderle y cuidarle.
En resumen, yo sigo los ideales cervantinos y si tuviera que definir lo que me hubiera gustado ser o lo que soy es un escritor humanista.
"(...) quel desiderio che hanno naturalmente tutti gli uomini di vivere eternalmente; il qual comun desiderio della natura umana esce da un senso comune, nascosto nel fondo dell'umana mente, che gli animi umani sono inmortali; (...)" Giambattista Vico (1668-1744) ¿Es la obra para el creador su respuesta a la búsqueda de la inmortalidad que refiere G.Vico?
J.L.A.S.: Giambattista Vico es uno de mis escritores favoritos. Soy un gran seguidor suyo, de su ciencia nueva y de los filósofos italianos que le siguen. Sus frases suelen ser muy acertadas, pero dentro del terreno de la razón poética que sentiría luego Zambrano. No usa palabra inmortalidad en el sentido de fama, si no de romper un poco los esquemas de la vida corriente y entrar en otro terreno, el del ingenio o la fantasía en el que los límites incluido el de la mortalidad se borran. Cuando entramos en terrenos desconocidos, no se muere nadie, somos piezas que continuamos las tareas los unos de los otros. La idea de talar el claro en el bosque, que se reúna la comunidad y que cante y que baile y que recite y que descubra las dimensiones de la luna,... estas cosas de Vico son imágenes muy maravillosas. En este sentido, sí estoy de acuerdo con todas sus frases porque soy un gran seguidor de este filósofo.
46 premios o distinciones nacionales, pero si le dieran uno por tirar piedras, siempre estaría insatisfecho por no llegar a la luna que es adonde apunta. Un hombre perfeccionista y buscador de la excelencia seguro que tiene algún reconocimiento, proyecto o sueño que aún no ha cumplido...
J.L.A.S.: Los creadores y es mucho decir esa palabra, los escritores que intentamos dar voz a lo que pide ser sacado del silencio, las personas que estamos indagando en el silencio somos como los científicos que indagan en el misterio de la materia, como los alquimistas.
Estamos siempre buscando, nuestro sueño es transformar la piedra filosofal, encontrar los elementos mágicos que hacen a los seres más humanos, más felices, más dignos, más justos... ir un poco hacia el dorado, buscar la plenitud, no solo la excelencia. Encontrar caminos grandes que hagan los seres humanos dioses de sí mismos. Somos a la vez muy pequeños muy poca cosa y a la vez dioses. Y esa palabra mágica "entre", entre lo que soñamos y lo que somos, entre nuestros deseos y nuestras posibilidades, entre la búsqueda de amor y los pequeños consuelos que conseguimos... entre, entre, entre, ¡ahí está el secreto de lo que buscamos!
Los premios y reconocimientos siempre te halagan y te gusta que la gente cuente contigo y que valoren lo que haces, es una respuesta positiva de tu trabajo silencioso, escondido, que muchas veces no tienen nada más que el trabajo por el trabajo y esas recompensas siempre te agradan, pero tienen una pequeña dimensión.
Evidentemente, un creador, que lo es de verdad, tira piedras a la luna y la luna está tan lejos....
Según Aristóteles, a los hombres buenos les creemos de modo más pleno y con menos vacilación. Su formación en psicología y su empatía natural (o desarrollada) ¿ha contribuido en su éxito profesional?
J.L.A.S.: Para que te quieran los demás, la primera regla es quererles tú a ellos. Es absurdo querer recibir sin dar. El sentido de la bondad, de la amabilidad, del acercamiento a los demás, de que el otro es tu meta. Crear puentes afectivos y personales hacia los demás. Puentes para que ellos también puedan venir hacia ti.
La empatía hacia los demás es un arma de ida y de vuelta, pero también es egoísta porque de lo que das también vas a recibir. Nadie recoge lo que no ha sembrado. Si siembras patatas tendrás patatas... La palabra éxito es discutible, pero si tú vas contra el público, si le agredes o le molestas, si no le ayudas a vivir ¿por qué te va a querer? Yo siempre he amado al público. A todo el público. A los que me entienden, a los que no, a los que me siguen, a los que no me siguen, a los que vienen a oir mi reflexión, mis pequeños brotes de ingenio, mi juego con la vida, que yo les comunico a ellos, porque yo lo hago para ellos.
Yo soy un cocinero que cocino para los demás, no para mí mismo, sería absurdo. Entonces procuro ofrecerles en esa comida que les doy todo lo que tengo como me dan ellos a mí lo suyo. Por lo que, claro que influye en la carrera profesional.
¿Quién o quiénes son su actor o actriz fetiche?
J.L.A.S.: Me gustan muchos actores o muchas actrices, en general lo he pasado y lo paso muy bien con ellos. Los actores son finalmente como los toreros, los que torean al toro. Los escritores y directores les ayudamos, les damos textos, dirección, ideas... pero al final, el que está allí con el toro, el que está realizando la obra de arte es el actor.
Adoro a los actores, a todos. Decir un nombre me es complicado. Mi actor favorito son todos, sobre todo los que trabajan en mis obras, a esos los quiero más, hagan papeles grandes, pequeños... cuando alguien me dice que ha hecho un papel de mi obra, para mí es como un hermano, un hijo.
De entre todos destacaría uno que es mi hijo, Daniel Alonso. Tiene 28 años y es un actor maravilloso. En este momento, acaba de estrenar en Estados Unidos, en un teatro de Washington con el papel de Segismundo en La vida es Sueño con un gran éxito. Es un actor fuerte físicamente con una gran voz, con dominio del verso, con talento, con formación... y además es mi hijo, con lo que yo le adoro. Mi actor favorito: Daniel Alonso.
Tipos de humor: absurdo, blanco, crudo, grotesco, hacker, negro, satírico, sarcástico, seco o verde. ¿El teatro en clave de humor es intemporal o necesita adaptarse al tiempo en el que se representa?
J.L.A.S.: El teatro de humor tiene una serie de reglas intemporales por dónde va el tren, más anchos o estrechos, pero son raíles. Hay unas reglas determinadas y fuera de ahí, no es humor, son tonterías. El problema del teatro cómico es ser capaz de despertar el humor, lo jocoso, lo risible, la euforia o el entusiasmo del público sin decir bobadas.
Un chiste en un bar tiene gracia con un grupo de amigos, pero en un teatro no es más que una bobada, porque tiene que tener siempre significación. El humor sin significación sin un sentido más o menos profundo, sin un juego de lenguaje, sin una riqueza de estilo, pues es un chiste en un bar y no tiene gracia.
Aparte de esas constantes artísticas universales, como las hay en la música o pintura, cada época tiene su propio lenguaje, su propio tempo y circunstancias.
Como decía Gracian, no bastan las sustancias requiérese también de las circunstancias. Éstas hacen que el lenguaje del humor tenga que tener unas claves y un sabor determinados. Por eso tenemos que hacer muchas más adaptaciones de las comedias que de las tragedias.
El lenguaje trágico es muy parecido a lo largo del tiempo, el lenguaje cómico o humorístico varía porque está mucho más cerca de la vida de la calle que cambia cada año, cada circunstancia, cada país o cada temporada.
Necesitamos creer de forma vital que nunca le abandonó el humor, pero... ¿y el amor?
J.L.A.S.: El humor y el amor, esos cuadros míos que se llaman "Cuadros de humor y amor" no por casualidad. Ambos son unas constantes importantísimas en el teatro, sobre todo el humor en el teatro cómico.
El teatro cómico sin humor no es nada, pero sin amor tampoco. El amor es un componente esencial del teatro. Creo que más del 90% de las obras de teatro tiene que ver con el amor. Amor de padre e hijo " La vida es sueño", de hermanos "Trampa para pájaros", de familiares, de suegro y yerna "Creonte y Antígona" y amor de enamorados, amor correspondido no correspondido, amor cortesano, el amor sexual, el amor que se espera, siempre esperamos algo aunque no podamos tener, la duda... todo el terreno amoroso es un terreno fértil, porque el amor es el terreno de los deseos y el teatro se alimenta de deseos.
José Luis Alonso de Santos, ¿qué es la belleza?
J.L.A.S.: La belleza es esa visita que está toda nuestra vida al lado y que tenemos que recibirla, darle la bienvenida y tener cortesía con ella, ponerle los mejores manteles en nuestra mesa, tenemos que sentirla y aceptarla porque si no, no entra en nuestra casa, no pasa nuestro umbral.
La belleza no va a acercarse a nosotros si nosotros no nos preparamos para recibirla, es un poco arisca y suele ir solo a los sitios donde es querida, donde es bien recibida.
Por eso, hay que estar siempre como decía Van Gogh esperando con los ojos abiertos el milagro de la belleza, que está a nuestro alrededor solo tenemos que prepararnos para recibirla, porque no es una visita cualquiera, es nada más y nada menos la visita de la belleza, ese elemento que hace que el mundo sea maravilloso.