A menudo oigo, leo, sesudas reflexiones que me dejan un poco descentrado. Y me dejan así porque el ejercicio “gimnástico” de la erudición me causa asombro, por su capacidad para abstraer y situarse fuera de la realidad “aplicativa” de lo que se relata.
Así, es muy frecuente en el ámbito educativo lanzar a bocajarro aquello de “educación para la vida”, el estudio y contacto con la realidad para, observándola, actuar en consecuencia. Y aquí viene la batería de postulados que parecen modernos pero que eran el “pan de cada día” de la Escuela Nueva, la Escuela Moderna y otras propuestas pedagógicas individuales y colectivas de principios del siglo pasado… basadas en lo que ya se defendía por los más conocidos pedagogos del Renacimiento yfilósofos de la Grecia Clásica.
Hablo de esa aplicación de la disciplina educativa a la vida cotidiana, de la asunción de responsabilidades, de la solidaridad, del aprendizaje colaborativo, del reparto de tareas.
Todo docente que se precie de “estar al día” lo asume sin discusión. Pero también se extiende a otros ámbitos, como puedan ser el empresarial, el político, el sindical, el vecinal, el familiar. Parece que estamos dispuestos a compartir esfuerzos y aportar cada uno todo lo que sea capaz al bien de la comunidad social, familiar, etc.
Pero la palabrería se nos queda en “flatus vocis” cuando llega la hora de la verdad. Cuando hay que competir por una plaza laboral siendo varios los que la desean. Cuando hay que despuntar. Cuando hay que arrimar el ascua a la sardina de cada uno. Cuando hay que atender al desvalido (no digamos si el desvalido es un allegado sobrado de años)… y todo es silbar mirando hacia otro lado.
Es muy fácil llenarse la boca de frases ingeniosas, y eruditas, y adecuadas a la conversación de sobremesa bien servida… por los que ponen la mesa y sobremesa mientras tranquilamente saboreamos la copa de vino de reserva. Pero otro cante es el de aplicar a la vida cotidiana lo que sabemos de educación para la vida. Lo que aprendimos en los libros y repetimos como pico de papagayo, pero ignoramos en la lucha diaria, pedestre, de las dificultades, que dan tanto trabajo y resultan de tan poca brillantez ante el tendido.