Casto Gómez Clemente (Torre de Don Miguel, 1901-1974) accedió a la alcaldía de la ciudad tras la renuncia de Luis Ordóñez Claros. Y a pesar de estar al frente la misma por un período tan solo de tres años, se entregó, como buen técnico, al estudio y la puesta en marcha de señalados logros.
Tras pasar la infancia en su pueblo, donde su padre ejercía como abogado y su madre como maestra, y estudiar el bachillerato en Ciudad Rodrigo y Salamanca, logró la titulación como Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y, tras finalizar sus estudios en Madrid, ejerce sus primeros pasos en el Área de Vías y Servicios de la Diputación Provincial de Cáceres. Y comenzó a dedicarse a un trabajo tan complejo, en aquellos tiempos, como era el de las comunicaciones entre los pueblos, los trazados en las carreteras, el abastecimiento de aguas, y todas aquellas cuestiones de diversa índole relacionadas con la red de infraestructuras. Un trabajo en el que durante los quince años que estuvo al frente, Casto Gómez Clemente se volcó, tanto por su preocupación por adecuar una red tan compleja como por lo que significaba para él, como cacereño, una responsabilidad de tanto relieve. Y que para lo que eran los tiempos que corrían desempeñó, afortunadamente, de modo notable.
Posteriormente pasó a estar al frente del Servicio de Carreteras de la provincia y de la Delegación del Ministerio de Obras Públicas, imprimiendo manifiestos avances a base, eso sí, de constancia, de sacrificio, de mucha imaginación y de un inveterado esfuerzo, tal como queda constancia en las hemerotecas.
De tal forma que es de justicia dejar constancia de que Casto Gómez Clemente pasó miles de horas estudiando, analizando, perfilando y trazando el Mapa Provincial de Carreteras.
Mientras, de modo paralelo, se dejaba llevar por el sentir ciudadano de Cáceres, como por ejemplo el que emanaba de sus tertulias, y, también, por el panorama político, siendo Procurador en Cortes entre los años 1958 y 1961.
Unas atalayas, pues, con la suficiente envergadura como para reconocer que el mismo iba observando a través de diversos prismas desde la atalaya y el ámbito de la sensibilidad, de las problemáticas y de las inquietudes de Cáceres.
Ya en 1960 sustituye en la alcaldía cacereña a Luis Ordoñez Claros. Todo un reto que aborda con un elevado grado de compromiso para impulsar al máximo al Cáceres de Aquellos Tiempos.
De este modo se puso manos a la obra con un equipo de personas que adquirieron el mismo grado de compromiso y hacer frente a los retos que requería la capital, imponiendo el criterio de que había dejarse la piel en el empeño, proceder a los esfuerzos que fueran preciso esfuerzos y llevar a Cáceres a los mejores pasos posibles.
Así, paso a paso, van sumándose logros para la ciudad como los que venían a representar, por ejemplo, el Plan General de Ordenación Urbana, del año 1961, la Estación de Ferrocarril, la reforma de la Plaza Mayor, la Plaza de los Alféreces Provisionales, el Mercado de Abastos en el Cuartel Viejo y, entre otros muchos, la Estación de Autobuses.
El médico y político cacereño Juan Pablos Abril, que fuera primer teniente de alcalde y gobernador civil de Teruel y Santa Cruz de Tenerife, ya dejó constancia de que Casto Gómez Clemente “fue un gran ingeniero de Vías y Obras Públicas de nuestra Diputación, eficaz e inteligente”.
Hombre de convicciones morales, lector apasionado de revistas científicas en alemán e inglés, amante de la familia, de la charla amiga en aquellas largas e interesantes tertulias del Mercantil con cacereños como Clemente Sánchez Torres, Luis Infante, Valeriano Gutiérrez Macías, Luis Nuño Beato y otros, de la música clásica, como Beethoven, Wagner, Roissini, cercano con todos, viajero impenitente a su pueblo, donde dedicaba mucho tiempo a la almazara de fabricación de aceitunas, se conforma como uno de esos alcaldes que dejó su huella de compromiso firme con Cáceres.
Finalmente hemos de plasmar que Casto Gómez Clemente fue uno de los escasos alcaldes, "rara avis", que, a lo largo de la historia, dejó el Ayuntamiento de la ciudad con superavit.