El articulista considera que probablemente ni el ministro de Fomento, José Luis Abalos, sepa cuando podría corretear el Tren de Alta Velocidad en Extremadura, por mucho que hace unos días saliera, raudo como el viento, a señalar que antes del 30 de junio el Gobierno va a licitar 375 millones de euros para mejorar las infraestructuras ferroviarias de la región, mientras en el Ministerio hablan, sin rubor alguno, de firme compromiso con Extremadura. Lo que sorprende, más aún, con la que anda cayendo en el plano político con la totalidad de los Gobiernos municipales y buena parte de los autonómicos pendientes de las próximas citas electorales. Como de un hilo dependen unos comicios generales.
Una declaración, la de Abalos, que poco se corresponde con aquellos 3500 millones de euros que, en su día, prometieran con total desparpajo tanto Zapatero como Rajoy. Y una declaración que parece contradecirse al propio ministro que, tras la manifestación celebrada en Cáceres el 18 de noviembre, reaccionó diciendo que “es de justicia mejorar el tren, pero no será de inmediato”. O aquella otra cuando expuso que "lo del tren digno no lo entiendo porque o es digno o no es tren".
La verdad es que a cualquier extremeño que le pregunten por el Tren podría responder que el mismo es una calamidad, que se trata de una injusticia, que representa un secular atraso y que significa una ofensa continuada de diferentes Gobiernos, da igual el color, con la región extremeña cuyas gentes siempre se han caracterizado, por una ilimitada paciencia, un aguante manifiesto, una prudencia excepcional, una resignación de relieve. A lo que los Gobiernos de turno han ido respondiendo con señaladas desatenciones, olvidos, abandonos y ofensas hacia Extremadura.
Ese mismo paisanaje extremeño, que contempla el dramático panorama de la sangría migratoria continuada, cuando en menos de quince años nuestra población retrocederá a la de hace un siglo, según el INE, y otros desequilibrios entre unas Comunidades Autónomas y otras, como los que hacen referencia a las bajas pensiones o las cifras del IPC, que demuestran cómo se desatiende el principio que manifiesta la igualdad entre todos los españoles.
El hecho evidente es que Extremadura continúa mostrando, como siempre, un comportamiento y una forma de ser históricamente solidaria, que allá, en la segunda mitad de la pasada centuria, dejó sangrar decenas de miles de brazos jóvenes para levantar otras Comunidades, mientras sus municipios se hunden vertiginosamente en la despoblación.
Un argumento que se repite, el de la marginación de Extremadura, con unos presupuestos harto insuficientes, desde la irresponsabilidad política de muchos, cuando otras autonomías crecen a un ritmo muy acelerado, acrecentando de modo significativo las diferencias entre Comunidades.
Una región que se pregunta, desde la generosidad de siempre, el origen de tamaña injusticia contra Extremadura. Y menos mal, según estimamos, que las últimas incidencias de los trenes, han hecho manar una riada de titulares en todos los medios, que van desde “Extremadura herida” hasta “El Tren de la Vergüenza”, con imágenes y crónicas que han generado un enrojecimiento tanto propio, por lo que nos afecta y duele, como ajeno, supliendo la carencia de dignidad de esos anónimos responsables. Aunque los mismos responden a nombres y apellidos cuyos titulares que pasan parte de su ocupación política en apoltronados sillones, defendiendo los intereses de sus partidos o atendiendo a otras Comunidades que viven con el hacha de guerra levantada para, de este modo, beneficiarse de la parte del león en la tarta presupuestaria nacional y una diversidad de competencias
Una Extremadura, modelo de sensibilidad y honradez, de cooperación por el bien nacional, aún padeciendo en sus carnes el escozor de tantas y tan severas actuaciones contra sus propias necesidades.
Unos titulares que podrían aplicarse en otros campos. Solo bastaría eliminar la palabra Tren por la que el lector estime idónea. Por ejemplo, el del desgarro de los pueblos, con unos adioses familiares de por vida, el desaprovechamiento de nuestro campo, el decaimiento industrial y empresarial, las interrogantes ante el futuro...
Son tantas las lagunas hacia Extremadura que es hora de exigir responsabilidades a quienes posibilitan tantas negligencias contra el patrimonio humano y económico de nuestra región.
Probablemente muchos continúen ignorando esas reivindicaciones, pero ya llegará el momento en que se les pase la correspondiente factura. De ayer y de hoy.
La región extremeña, aunque solo fuera por un principio de respeto, se merece mucha mayor atención. Más aún, por su ejemplar comportamiento de sentir en su alma esa serie de marginaciones que han propiciado que nuestra región se pierda, como es habitual, en los últimos lugares en tantos campos del desarrollo, subvenciones, proyectos, ayudas….
Extremadura, una tierra con hombres y mujeres de ilimitada paciencia. Y ojo porque el Tren de la Indignidad ha generado un cabreo colectivo que en Cataluña, por ejemplo, habría estimulado una muy larga oleada de protestas, de diferente índole, hasta la adecuada solución del problema.
NOTA: La fotografía está captada del periódico “La Crónica de Badajoz”.