José María Parra Talavero, (Cáceres, 1943-2000) fue un todoterreno del periodismo local cacereño.
Nació allá en la cacereña Cuesta de Aldana en el hogar que conformaban Esteban, carpintero, tramoyista del Gran Teatro, acomodador del cine Norba, e Isaías Talavero. Por lo que, en sus primeras andanzas, juegos y entretenimientos, practicó lo que él denominaba, entre risas y buenos recuerdos, como la carpintería infantil, entre sierras braceras, berbiquís, gubias, azuelas, garlopas, cepillos carpinteros, barrenas…
Pasó en sus enseñanzas bachilleres por el Paideuterium y el Instituto “El Brocense”, estudiando, asimismo, en la Escuela Normal de Magisterio, por lo que a los dieciocho años cogió los bártulos y se fue a ejercer la docencia en las localidades sevillanas de El Ronquillo y San José de la Rinconada, hasta lograr el traslado a la localidad cacereña de Aldea del Obispo, perteneciente al partido judicial de Trujillo.
Además de ejercer como maestro en escuelas de adultos aprovechaba el tiempo libre, sobre todo, en la fotografía, de la que tanto gustaba.
Y en su tiempo de estancia en Cáceres, logra establecer una buena relación con Dionisio Acedo Iglesias, maestro de periodistas, director del diario “Extremadura” donde comienza a publicar sus primeras colaboraciones hasta que alcanza un puesto en la redacción y “cuelga” los hábitos de la docencia por las noticias, las informaciones, la vida cotidiana y la esencia del Cáceres, local, de aquellos tiempos.
De este modo José María Parra consigue uno de los objetivos que perseguía: vivir en Cáceres y trabajar, intensamente, con su alto grado de cacereñismo, abriendo el abanico de la información. Que, en el fondo, y en aquellos tiempos, no resultaban tan fácil como algunos podrían presuponer.
Así que lo mismo se paseaba ojo avizor por un pleno del Ayuntamiento que por un salón de actos, asistía a una inauguración o una conferencia, estaba presente en el lugar de un suceso o en un concierto, en la presentación de un libro o en unas jornadas gastronómicas…. Siempre, además con la cámara fotográfica al hombro, plasmando gentes, siluetas, rincones, espacios, impregnados de hondura local cacereña. Y, mientras, va colaborando, al tiempo, con el semanario “Cáceres”, donde firmaría colaboraciones de ámbito histórico, “Diario 16”, la agencia Efe, o Radio Popular, donde todas las mañanas nos largaba una sección titulada “Buenos días, señor alcalde”, que en alguna ocasión se le atragantó al regidor.
Imaginativo y curioso, trabajador e inquieto, arrancó en el “Extremadura” una sección titulada “Burbujas”, que firmaba como “Polilla” y donde pasaba revista, por así decirlo, a esas cuestiones propias de la vida ciudadana y que, en ocasiones, eran comentarios exclusivos de su habilidad y sagacidad.
De este modo José María, un tipo cordial y agradable, servicial y amigo de todos, se incorporaba a aquel abanico de entrañables periodistas cacereños como Germán Sellers de Paz, Fernando García Morales, Narciso Puig Megías…
Un día es nombrado redactor-Jefe de Local mientras compatibiliza y multiplica sus tareas. Y también se encarga de la corresponsalía de Televisión Española en Cáceres, a través de la cual estableceríamos una manifiesta buena relación.
Hasta que en un cambio de estructuras, deja el periódico “Extremadura”.
Entonces se abre caminos en la aventura de “Cáceres, Capital Cultural de Extremadura”, en el año 92, como responsable de comunicación, con lo que abre una red de servicios con diversos estamentos como el Colegio de Médicos, Caja Duero, el Ateneo, la Cámara de Comercio… Por lo que su trayectoria da un giro.
Su personalidad le lleva a abarcar cuestiones tan variadas como la delegación de la Cruz Roja del Mar o el tiro olímpico, la lectura empedernida o la colección de libros y libros y libros de Extremadura, la música hispanoamericana, el jazz. Y, entre sus pasiones, también, sobresale el mundillo taurino.
En un momento determinado le apetece regresar a la docencia y, de repente, se encuentra en el Colegio Delicias, el Perezgil, de siempre, sin dejar atrás el arte de escribir, que le lleva a publicar el libro “Ermita de San Benito, Antecedentes Histórico-Artísticos”, lo mismo que volvió a asomarse a los micrófonos de la COPE en aquellos sábados con ese cacereño entrañable, humano y querido por todos que es Franquete.
Atrás quedaba el libro de la vida de un personaje entrañable del Cáceres de Aquellos Tiempos, que guardaba entre otros galardones el Primer Premio de Periodismo “Dionisio Acedo”, el de un cartel de ferias, otro de la Semana Santa cacereña, una de sus grandes pasiones, perteneciendo a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y participando en la creación de la Cofradía de la Sagrada Cena.
Vivía, entonces, en esa estampa que cabalga en el puente del pasado y el horizonte, pero un día del año 2000 un infarto le arrancó en plena calle, en unos instantes, una joven vida.
Gracias, querido José María, siempre, por tu mano amiga.