Casiano Suero López (Valdefuentes, 1936–Cáceres, 1998) fue en el Cáceres de Aquellos Tiempos un sacerdote y profesor, tanto de la Congregación de la Preciosa Sangre como de la Universidad Laboral, admirado y querido por todos.
Casiano era hijo de un guardia civil, natural de Zarza de Montánchez y destinado en Valdefuentes, que deseaba regresar a su pueblo, donde transcurrió la primera infancia de un niño que albergaba, entre otras debilidades propias de la edad, la inquietud y la travesura.
Tras alcanzar su padre el destino en su municipio, Casiano va creciendo entre cultivos, tradiciones, anhelos, estampas y sensibilidades cruzadas de pueblo y campo. Un niño de aquellos pueblos de la Extremadura que ahondaba en los años cuarenta y cincuenta que, a la hora de iniciar su andadura por el bachillerato, lo hace en el Seminario-Instituto de la Preciosa Sangre, de Cáceres, (Congregatio Missionarium Pretiosissima Sanguinis), junto a su hermano Fabián.
Aquel chiquillo va conociendo, en profundidad, la vida del padre Gaspar del Búfalo, fundador de la orden, que creó en 1815, en la población de Giano dell´Umbría, “con el fin de promover la reforma moral y religiosa hecha por Pío VII”, y que, más allá de su sede fundacional, abrió su primera casa en la capital altoextremeña, gracias a la extraordinaria donación que hiciera en su día el último Marqués de Ovando, Vicente Mariano de Ovando Solís Perero Maraver y Aponte.
Finalizado el bachiller Casiano ingresa en la Preciosa Sangre, iniciando su trayectoria como seminarista, compartiendo clases con compañeros como José Luis Rojo, que sería párroco de Arroyo, o Paulino Hernández, párroco de la iglesia de San Mateo.
La orden va calando profundamente en Casiano pasando diversos períodos vacacionales tras la estela del fundador de la Preciosa Sangre y llevando a cabo diversos viajes por Austria, Alemania, Italia y Portugal, formándose en el espíritu religioso del Padre Del Búfalo, hoy venerado como santo.
Tras los estudios llega la toma de hábitos: Misa en la iglesia de San Francisco Javier, en Cáceres y, posteriormente, canta la primera misa en Zarza de Montánchez.
Después se incorpora como sacerdote de la orden en Cáceres, pasa unos años como profesor superior en el colegio San Francisco Javier, en la localidad pacense de Fuente de Cantos, retorna a Cáceres, y, firme en sus objetivos, comienza a distinguirse por una amplia labor social. Al principio con la Legión de María; más tarde, con Hermandades del Trabajo.
Casiano da rienda suelta, entonces, a su vertiente más sensible, incrustándose entre los jóvenes y los más desfavorecidos, para que ambos sectores enfilen del mejor modo los carriles de la vida.
Un buen día Casiano es nombrado Superior y Vicario para la provincia de España y Portugal de la Orden de la Preciosa Sangre, a cuyo frente está durante tres legislaturas y alcanzando señalados logros.
Al mismo tiempo va emergiendo una figura carismática en la ciudad que encuentra eco en todos. Casiano abre su trabajo e inquietudes al complejo mundo en la vida de aquellos gitanos cacereños, se convierte en un luchador infatigable en el polígono chabolista de Las Labradoras, junto al padre Juan Vázquez, llama a las puertas del alcalde, Díaz de Bustamante, y se vuelca en su apostolado con los calés cacereños… Ayuda al poblado, logra que se les facilite a los gitanos una serie de vales, con respaldo económico de numerosos cacereños, para adquirir productos en determinados establecimientos, celebra la misa en el mismo los domingos y hasta los niños del poblado hacen su primera comunión con trajes donados por miembros de la sociedad local.
También fue el inspirador de la barriada de “Las Trescientas” y cuyas viviendas, en un principio, estaban destinadas para los chabolistas gitanos.
Posteriormente Casiano se convierte en consiliario de Hermandades de Asuntos Varios (derivada de las Hermandades del Trabajo, que tanto hicieron por los cacereños), ofreciendo su lado más humano y solidario con todos.
De este modo iba abriendo las puertas de una relación amistosa y entrañable con personas como Julián Murillo Díez, Juan Pablos Abril, Fernando García Morales, Dionisio Acedo Iglesias, Pedro Rodríguez de Ledesma, Valeriano Gutiérrez Macías, Alfonso Díaz de Bustamante…
Más tarde se incrusta en el corazón de esa marginalidad que latía severamente en los barrios madrileños de Orcasitas y de La Fortuna, convalida los estudios de sus asignaturas eclesiásticas con las civiles, se licencia en Filosofía y Letras y ejerce la docencia como profesor de Filosofía en la Universidad Laboral de Toledo.
Desde la capital castellanomanchega viaja con frecuencia hasta el Cáceres de su alma, donde se encuentra con el abrazo amigo de cientos de cacereños. Ilustres unos, humildes otros. Sus miradas, cuajadas de añoranza, se encaminan hacia su tierra. Por lo que tras obtener la dispensa sacerdotal, se seculariza e imparte clases en la Universidad Laboral.
En 1976 contrae matrimonio con Loli Turégano, hija del matrimonio Turégano Valiente, adoptan un hijo, Juan Carlos, y con la llegada de Jaime Velázquez a la presidencia de la Diputación Provincial, es nombrado director del Colegio “San Francisco”, posibilitando una labor pedagógica y social de gran calado.
Obtuvo la cátedra de Literatura, gustaba de la lectura, preferentemente los clásicos y la novela histórica, le apasionaba escuchar música con la mente por los más variados horizontes, viajar sin rumbo fijo, recorrer la hondura y sabor de los pueblos extremeños entre curiosidades e historias, pasear intensamente por las callejuelas y plazoletas de la Ciudad Histórico-Monumental de Cáceres, de las que llegó a guardar las llaves de tres casas palaciegas…
Estaba enamorado de la vida, entre sus azares, inquietudes y amplitud de recorridos, que iba alcanzando hasta los mayores retos de sus expectativas…
Cuando disfrutaba del pálpito de ese equilibrio de logros, afectos y amistades, con tan solo 62 años nos dijo adiós, dejando a Cáceres un poco huérfana de ese abanico de aspectos que conformaban su filosofía humana, amiga y maestra.
Casiano Suero fue, ante todo, una excelente persona, humano y humanista, batallador y riguroso en la apertura de miras sociales, por lo que se entregó a todos, tendiendo puentes de ayuda, preocupación y orientación.
“En la vida hay tiempo para enriquecer todos los campos del conocimiento y la inquietud de las personas”, solía repetir en la lección personal de cada día ante sí y ante los surcos de sus reflexiones y convencimientos. Una reflexión de Casiano Suero, inmerso e incrustado en el paisaje del Cáceres de Aquellos Tiempos.