La decimosegunda etapa de la primera edición de la Vuelta Ciclista a España, 1935, una prueba de extrema dureza en aquellos tiempos, la serpiente multicolor que conformaba la expedición de los corredores, se encaminaba desde Sevilla hasta Cáceres, y que había arrancado en el Puente de Triana a las cinco de la mañana del 12 de mayo.
Pedalada a pedalada los corredores dejan atrás el camino de Sevilla, Fuente de Cantos, Los Santos, Villafranca de los Barros, Almendralejo, Cáceres Badajoz, hasta que el cronista de ABC destaca que hace un día berberisco y “el sol comienza a picar de firme”.
Luego, tras dejar constancia del panorama del recorrido, “y venga olivos y venga campos de habas para el ganado”, se subraya que los ciclistas entran en Cáceres.
En las poblaciones de Cáceres les esperaba un gentío enorme y atrás quedaban, como señala el cronista, que firma como CarpoForo, "los grillos que han cantado en el campo extremeño como si por allí no pasara nada", y donde cada 20 o 25 kilómetros había "un pastor o un rebaño de cerdos de color plomo, un caminero y el doble correaje de la Guardia Civil".
A falta, tan solo de 37 kilómetros para la llegada a Cáceres “la carretera va arrugándose un poco y envolviendo en polvo la caravana que se azucara por momentos”.
Más tarde, cruzando Alcuéscar, Casas de Don Antonio y Aldea del Cano, el cronista escribe que a un lado y otro de la ruta se ofrece su riqueza porcina, “de un gris hipopótamo”.
Poco a poco comienza a divisarse la ciudad de Cáceres. Y el periodista y relator de la crónica deportiva detalla que “nos separan nueve kilómetros de Cáceres, cuartel general de D. Juan Martín, el Empecinado".
En toda la ciudad cacereña hay un ambiente inmenso, la expectación es extraordinaria y con numeroso público a ambos lados de la carretera
Tras esa lucha heorica y de auténticos jabatos y deportistas de excepcional relieve, con las bicicletas de aquel entonces, hace ya 82 años, el corredor belga François Adam, cruza la línea de meta en primer lugar dejando atrás ni más ni menos que la friolera de 10 horas, 2 minutos y 18 segundos pedaleando para cubrir la distancia que representaban los 270 kilómetros del recorrido.
Una meta que estaba situada en “El Triángulo”, con control de llegada a la altura del “American Bar”, a corta distancia sobre la Avenida de la República.
Toda una hazaña. Más aún si tenemos en consideración el estado de las carreteras de aquel entonces así como las bicicletas sin tubulares y con piñones de 4 o 5 coronas y un solo plato.
Por la noche de ese mismo día se celebró en Cáceres una función de gala en el Teatro Norba y verbena de gran participación popular, entre pasodobles, tangos y otros bailes con cientos de paisanos y de cacereñas alrededor de los gigantes de la carretera, como siempre se denominó a la esforzada expedición ciclista.
Como nota curiosa y anecdótica leemos en el periódico “El Liberal” que “los participantes, influenciados sin duda por su estancia en Sevilla, observaron una actitud poco seria en carrera. Los hubo que charlaban con los paletos, otros que se entretenían en volverles la mula a los carreteros…”
Al día siguiente, 13 de mayo, en medio de un gran revuelo en Cáceres la caravana ciclista partiría a las seis menos cuarto de la mañana desde la Avenida de la República, a la altura del Teatro Norba, para pedalear 275 kilómetros hasta Zamora.
Como dato a reseñar dejemos constancia que el ganador de los 3425 kilómetros del recorrido de la Primera Vuelta Ciclista a España y que se subiría al pódium, con 120 horas largas, fue el corredor belga Gustaaf Deloor, que venció en tres de las etapas de dicha competición, y que, al tiempo, obtendría la victoria numerosas competiciones internacionales, siendo uno de los corredores más destacados de su época.
NOTA: En la imagen el ganador de la etapa Sevilla-Cáceres posando ante el coche de la revista “Blanco y Negro”, en la Avenida de la República.