Tras el episodio ya previsto del lunes, con la miserable cobardía de Puigdemont, que no ha dicho que ha proclamado la independencia, o no, se entra en fase de prórroga que vence el jueves a las diez. Mientras tanto muchas empresas, entre las que también se encuentran independentistas, salen despavoridas, por su culpa y la de sus satélites, huyendo de la crisis que ha provocado un tipo tan inmoral y cruel como el todavía presidente de la Generalitat generando un clima de desasosiego social, de desmoralización y de tensión ciudadana. Un presidente, en todo caso, que a estas horas debería estar en prisión por desacato a la Constitución, por pisotear el Estatuto de Cataluña, por silenciar a la oposición parlamentaria catalana, por prevaricación, por cohecho, por haber disparado contra la democracia y la ciudadanía.
Ahí te quiero ver, Carlos Puigdemont, el jueves a las diez de la mañana, contestando al requerimiento del Gobierno de España para que respondas si has procedido, o no, a proclamar la independencia de Cataluña, ahora que ya están en la cárcel por delito de sedición dos de tus más próximos colaboradores, Jordi Sanchez y Jordi Cuixart, jefazos “manu militari” de Acción Nacional Catalana y de Omnium Cultural, que han recibido 20 millones de euros en subvenciones de la Generalitat, agitadores ambos del asedio a la Guardia Civil, e inspiradores, entre otros, de ese referéndum ilegal del 1 de octubre.
No puedes responder, Puigdemont, más que Sí o No, tal como ha señalado el Gobierno. Ya que en el último pleno del Parlamento de Cataluña no tuviste los cataplines de pronunciarte con rotundidad política con la proclamación de la independencia, incurriendo en flagrante delito de sedición, o no proclamándola, ante la desesperación de los Junqueras, Anna Gabriel y la tropa de la CUP y hasta ese insano pronunciamiento de Podemos que, en su política antisistema y desnorte político, te apoya.
Bastaron ocho segundos de la lamentable historia que estás escribiendo, entre la indignidad y la falta de gallardía, para que la multitud de la claque, reunida en el Paseo de Companys, pasara del fervor enaltecido, como pudimos apreciar, a la frustración más demoledora, como también pudimos ver en las imágenes de televisión.
Ya ha transcurrido el primero de los plazos. Se te agota el tiempo, Cataluña se desangra gravemente, en los últimos años doscientos mil catalanes han abandonado la comunidad autónoma, los que te apoyan se dividen, se pide la dimisión de tu alter ego, Junqueras, por la desbandada empresarial y ruina económica, la de Carmen Forcadell, vergonzosa y miserable presidenta del Parlament, que cierra el micrófono de la democracia. También habrá que pediros a ti y a tus compañeros de viaje responsabilidades morales por haber generado una crisis y una fractura de imprevisibles consecuencias.
Y todo, sencillamente, por tu carencia de lealtad ante los que te apoyan, ante ti mismo, para que, acorde con tu compromiso adquirido durante tantos años, dedicado solo al deshonor de la Independencia, tuvieras el coraje de proclamarla o no proclamarla.
Lo menos que se puede pedir a un político es honor y lealtad con sus socios, sus camaradas, su gente. Y tú, Carlos, Carlitos, Carlos, queriendo rizar el rizo, y creyéndote más listo que nadie, has hecho todo lo contrario. Has querido huir, cobardemente, por la calle del medio… Una traición más propia de un acto villano, ahora que te debates en la respuesta al Gobierno.
¿Dónde está tu honor?
¿Cómo puede permitir tu coraje político que dos de tus más próximos colaboradores, fundamentales en el Golpe de Estado, por cierto, puedan estar ante semejante trance, ahora que no les llega la camisa al cuerpo, mientras Trapero, en libertad pero con medidas cautelares, sigue al frente de los Mossos d´Esquadra, y tú, todavía presidente de la Generalitat sigues sin hablar con claridad, aún abordando los riesgos que pudieran derivarse de tu actitud suicida contra España?
Ya te muerden las hienas salvajes de la CUP los tobillos con la urgente proclamación de la independencia, ya buscas nuevas mayorías en tu perturbardora mente y, ya, de paso, no quieres elecciones porque tu partido, que tantísima corrupción ha tapado, la de Pujol, con más de 3000 millones de euros en paraísos fiscales (“El Mundo” dixit), Artur Mas y tú mismo, seguís en el precipicio de la caída libre.
Todo esto, lamentablemente, según creemos mucho, no ha hecho más que empezar. Ayer mismo un constitucionalista moderado de la antigua Convergencia i Unió, con el que compartí muchas charlas en el Congreso de los Diputados, Josep López de Lerma, cuyo nombre suena circula en ambientes políticos como posible Ministro Especial para Cataluña, señalaba que, de ser presidente del Gobierno, procuraría tomar, como primera medida, ya, el control de la economía y de los Mossos d´Esquadra.
Afortunadamente, traidor Puigdemont, embadurnado de cobardía, de anticatalanismo, y lo escribo claramente, y de antiespañolismo, porque es la enseñanza que aplica tu Gobierno en las escuelas, ahí está el bloque constitucional ante tus cobardes abstracciones de toda cobardía. Por cierto que la cobardía es la actitud más innoble de un político.
Pero lo más dramático, históricamente hablando, es tu brutal e insultante cobardía con ese discurso que pronunciaste, en un salón histórico, y donde tras haber violado de modo cruel, fascista, dictatorial y absolutista la Constitución, las Leyes de la Democracia, el Estatut, el Parlament y silenciado a la oposición, te reíste, de forma perturbada y perturbadora, de cuantos te rodean y apoyan… Tal es el pelo de tu cobardía.
El tiempo pasa, la ciudadanía catalana y española se angustia a golpe de tensión, y si tienes un rayo de claridad mental, lo que dudo, dimite. Por el bien de Cataluña y de España.
El jueves, no obstante, queda a la vuelta de la esquina… Después, el recorrido se presenta áspero, pero, evidentemente con un traidor menos en la línea de operatividad política.
Angel Ruiz Cano-Cortés 23:14 20 octubre 2017
Isabel Gil 21:28 18 octubre 2017