Basilio Pacheco Ojeda, (Ruanes, 14 junio 1902- Cáceres 1969), siempre dijo que los soldados españoles en la Guerra de Africa fueron, todos, unos héroes.
Hijo de Juan Pacheco y de Adela Ojeda, se formó con el maestro y el sacerdote de aquel pequeño pueblo cacereño, del partido judicial de Trujillo, con unos seiscientos habitantes entonces, y que le instruyeron en las enseñanzas escolares y en los sentimientos y principios católicos.
Un tiempo en el que también se le encomendaban las labores más duras del panorama ganadero como podía ser salir de pastoreo en largas y casi interminables jornadas, ordeñe del ganado, o vigilar de noche en los chozos a los animales ante los frecuentes ataques de las manadas de lobos que existían por la zona.
Una vida, la rural que, hasta donde dejó testimonio, no le seducía en absoluto y a la que no le veía posibilidades respecto a sus horizontes.
Por lo que un día, ni corto ni perezoso, preparó el hatillo del azar, se lo echó al hombro, se despidió de su gente y se alistó como voluntario en el Regimiento “Segovia 75”, de guarnición en el Cuartel Viejo de Cáceres, en las antiguas dependencias del Seminario Galarza.
A los pocos meses, con motivo de la Guerra de Marruecos, también denominada Guerra de Africa y del Rif, Basilio Pacheco es destinado con una compañía del Regimiento cacereño a las ciudades de Nador y Melilla, siendo destacado, entre otros lugares, a los campamentos de Taserfit y Dar el Quebdani.
Rápidamente da sus primeros pasos y va ascendiendo a cabo, cabo primero y sargento, dejando constancia de su capacidad de defensa de la bandera española, de su manifiesta valentía y de un alto honor, participando en una serie de acciones militares en heroicas luchas contra las tropas rifeñas y bereberes que comandaba Muhammad Ibn 'Abd el-Karim El-Khattabi, líder que dirigió la resistencia de la zona africana contra el ejército español presentando muy duras y sangrientas escaramuzas, operaciones y batallas.
Durante su estancia en el norte de Africa Basilio Pacheco pasa a prestar sus servicios en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas, de Melilla.
Allí destaca por su profundo sentido y relieve militar, por su capacidad de aventura y de riesgo, por su decisión en encabezar listas de voluntarios para llevar a cabo todo tipo de incursiones en los peligrosos terrenos de ocupación por parte de las fuerzas enemigas, por su capacidad de esfuerzos, en su empeño de avanzar en sus anhelos y trayectoria militar, ejerciendo, además, como enfermero y sanitario ayudando a evacuar y a curar las heridas sufridas por compañeros en diversas acciones de guerra,
Todo ello en medio de las más complejas adversidades, propias de la época, años veinte de la pasada centuria, y con las carencias habituales, como las referidas a las dificultades de intendencias varias, necesidades y contrariedades propias de una guerra tan larga como dura, como la que mantuvieron los ejércitos de España y de Marruecos, y en condiciones muy precarias de las que los militares salían adelante a base de coraje, amor propio, sufrimientos y capacidad para ir superando tan señalados escollos.
Una vida difícil, de numerosos esfuerzos y sacrificios y siempre con el riesgo permanente de los ataques de los bereberes y otras tribus. Lo que Basilio Pacheco llevaba muy a gala, dejando constancia de su espíritu de honradez militar.
El 17 de agosto de 1924 encontrándose el joven militar cacereño en defensa de las posiciones españolas, al mando de un grupo de soldados, mientras procedía a levantar un campamento militar en el sitio conocido como Afrau, entre Melilla y la Bahía de Alhucemas, ante el ataque de los moros, que les sitiaban desde lo alto de una colina, se percató de la presencia de un cable en el suelo. De tal fatalidad que cuando trató de retroceder se produjo una explosión que le generó fractura del cráneo y le llenó el cuerpo de metralla.
De resultas de dicha acción de guerra es trasladado al Hospital Militar de Carabanchel, en Madrid, donde fue atendido por los médicos y las monjas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, perdiendo por completo la vista.
Recuperado del resto de las lesiones corporales Basilio Pacheco decidió irse a vivir con un tío materno en el municipio cacereño de Arroyo de la Luz, donde contrae matrimonio en 1927 con Ana Guerra Vallejo.
Los días, por causa de la ceguera, se le hacen largos a Basilio, y al que sus familiares le leen las noticias a través del periódico ABC, principalmente, las que hacen referencia a la sangrienta guerra que mantienen España y Marruecos, de la que fue un héroe anónimo…
También gusta Basilio Pacheco de la charla, amplia y distendida, de los más variados temas en sus largas tertulias, familiares y amigas, pasea de forma incansable, evoca la intensidad emocional de sus recuerdos en los campos de batalla de Africa, que le marcaron, y de qué modo, en el terreno anímico.
En 1943 decide trasladarse a Cáceres, concretamente a la calle Margallo, donde continúa los mismos hábitos, llegándose todos los días hasta la bandeja del Paseo Alto, o de Ibarrola, respirando el aire puro del Cerro del Teso, en medio de eucaliptos, madroños y encinas, con la compañía, sobretodo, de don Aureliano Moreno, teniente coronel de la Guardia Civil, con Concepción Fernández Hidalgo, esposa de Eulogio Saavedra, taxista, con el comandante Cerro Pérez y otros militares y amigos.
Basilio Pacheco disfrutaba de esas agradables sensaciones que emanan de buenas y distendidas parrafadas con el paisanaje, incrustándose, en sus conversaciones, con esa agudeza especial de quienes han perdido la vista, acompañándose de otros sentidos como el de la atención a todo.
El militar cacereño también dispone de un aparato de radio, de aquel enorme tamaño, con el que pasa largos ratos escuchando las noticias así como variadas series de programas de música y entretenimiento, que le sirven de información y esparcimiento.
Hay que dejar de manifiesto asimismo, aquella dolorosa anécdota en la que cuando llegó el mundo de la televisión a su hogar, Basilio Pacheco no pudo por menos que llorar por no poder contemplar las imágenes que llegaban a través del receptor.
El mismo alcanzó el grado de coronel y fue distinguido con diversas condecoraciones.
Finalmente subrayemos, como señalábamos al principio, que Basilio Pacheco siempre defendió la tesis de que todos los soldados que participaron en la guerra con Marruecos fueron unos héroes. Y la inmensa mayoría, como casi siempre suele suceder, anónimos. Como fue, por ejemplo, su mismo caso.
Más información en el capítulo CACERES, EL BLOG DE JUAN DE LA CRUZ, en el capítulo BASILIO PACHECO, UN HEROE CACEREÑO Y ANONIMO EN LA GUERRA DE AFRICA.
NOTA: La fotografía, cuando era soldado en el Regimiento “Segovia 75”, de Cáceres, ha sido cedida por su hija, Purificación Pacheco Guerra.