El cacereño coronel Antequera, a quienes tantos y durante tanto tiempo conocíamos popularmente como el capitán Antequera, relacionándolo en el Cáceres de Aquellos Tiempos con su presencia e imagen en los Concursos Hípicos Nacionales de Saltos de Obstáculos, fue, según diversas fuentes, el primer jinete cacereño en participar en dichos campeonatos.
Antonino Antequera (1936-2011), que vino al mundo en la cacereña calle Zurbarán, una excelente persona, por cierto, se convirtió en toda una institución en la ciudad.
Antonino Antequera Congregado, hijo de Antonino Antequera Rancho, ferroviario y ebanista, y de Dioni Congregado Marcelo, la prestigiosa modista cacereña, que elevó al máximo el nivel y el rango de la vestimenta femenina, que vistió de gala a las jóvenes y mujeres cacereñas con sus tiendas en las calles Pintores, 16, inaugurada en 1960, y en San Antón, en los bajos de la Casa de la Chicuela, desarrolló toda su vida en el Cáceres de su alma.
Después muy pronto sintió el espíritu militar y de este modo un día, con 18 años, ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza. Nada más salir de la misma con el grado de teniente, en 1958, entregado siempre a su sentimiento e identidad cacereñista, pidió destino en la ciudad de sus amores. De este modo inició sus primeros servicios en el Regimiento Argel nº 27 (antecedente del CIR nº 3, “Santa Ana”, que se funda en 1964), e inmediatamente es enviado a Sidi Ifni, en compañía de muchos cacereños que entonces cumplían su servicio militar en dicho Regimiento entre 1958-1959.
Posteriormente vuelve a Cáceres y, a excepción de tres años destinado en Plasencia, es en su ciudad donde ya, siempre, desempeñaría su trayectoria profesional, impregnando sus conocimientos y bonhomía, además de los mejores criterios en el bienestar ciudadano, a miles de reclutas, como a los componentes de aquella tercera compañía en el Centro de Instrucción de Reclutas número 3 “Santa Ana”. También prestó sus servicios, entre otras dependencias, en el Gobierno Militar. Y en Cáceres se quedó para siempre entre sus gentes, sus amigos, sus tertulias, con preferencias en el bar-marisquería “El Norte”, sus calles, sus paseos, sus adioses, y entre los paisajes emocionales, físicos y humanos, de su ciudad.
El 23 de septiembre de 1959 Antonino Antequera se casó con Argeme Regalado Tesoro con la que tuvo cinco hijos: María del Mar, Antonino, Belén, fallecida en un accidente de tráfico en 1983, Ricardo y Borja.
Apasionado por los caballos pronto comenzaría a participar y competir en los recintos hípicos. Lo que llevaría a cabo durante más de treinta años, alcanzando una manifiesta popularidad en toda la ciudad repitiéndose por todos los rincones aquel anuncio de la megafonía en las competiciones en el Recinto Hípico de la Ciudad Deportiva cuando se escuchaba: “A continuación sale a la pista el capitán Antequera”.
Y todos los aficionados nos sentíamos vinculados, de todo corazón, con el capitán Antequera y sus caballos: Como “Leñador”, “Mayagüez”, “Penélope”, “Hipo”, etc. Por el paisanaje de una persona de relieve y calidad humana. Y, como consecuencia, porque apostábamos por sus caballos que rivalizaban con los del comandante Cabanas, de la amazona Gloria Cendrera, del jinete asturiano Riu Mora…
Posteriormente rivalizaría con los también jinetes militares cacereños, como es el caso del capitán Herreros de Tejada y del teniente Márquez Tosina, con los que se compartían afectos, apuestas, rivalidades, amistad y compañerismo. Es de destacar que en las vitrinas de su casa se almacenan numerosos trofeos alcanzados en diversos concursos hípicos de Salamanca, de Asturias, de Murcia, de Ciudad Real, de Cáceres.
Mientras tanto Antonino Antequera avanzaba y ascendía en su carrera militar Alcanzó el grado de Coronel en 1990, y en 1991 fue nombrado Gobernador Militar de Cáceres. Un logro de relieve: Alcanzar el máximo rango de su carrera y trayectoria militar en la ciudad que le viera nacer.
Más tarde, tras haber pasado ya a la reserva, sería elegido primer presidente del Banco de Alimentos de Cáceres, a propuesta de Luis González Cascos, tal como se decidió por aclamación absoluta en la primera asamblea celebrada por dicha entidad.
Una organización no solo sin ánimo de lucro, sino todo lo contrario, que le exigía constantes esfuerzos, tratando de recabar alimentos de empresas y particulares a fin de proceder a su distribución y reparto entre los más necesitados. Todo ello en base a su compromiso humano con los más desfavorecidos, a su altruismo y generosidad, a su capacidad de servicio y solidaridad. Mejor aún: A un corazón gigantesco.
A Antonino, allá en el Banco de Alimentos, en medio de sus afanes en pro de los demás, algunas veces se le derramarían lágrimas de dolor, embadurnadas de cristalina transparencia, que se le escapaban desde sus adentros, aunque las tamizaba de sonrisa. Pero allí estaba siempre el impulso de su ánimo y de su mano tendida y comprometida, esforzada y abierta, a los más pobres y carentes de recursos para entregarles unos paquetes de judías, de garbanzos, de lechugas, de fideos, de lentejas, de arroz, de fideos, unas galletas, unas tabletas de chocolate, unas botellas de leche, unas latas de conservas… Mientras recibía las gracias de tantos necesitados que le llegaban hasta lo más hondo del alma en su defensa de los más necesitados, porque, decía, era un compromiso moral de sus principios.
Un Banco de Alimentos, el de Cáceres, que hoy cuenta en sus vitrinas con el Premio Derechos Humanos a la Igualdad, el Premio Pata Negra de la Asociación de la Prensa, el Premio Especial de Empresa del Año y la Medalla de Extremadura…
Así era Antonino. Toda una imagen de generosidad, de cordialidad, de cariño y de sensibilidad. Una persona noble, íntegra, que se entregó a Cáceres y que siempre dejó la imagen de aquella estampa, que podríamos denominar como histórica en las páginas de Cáceres, saltando a caballo en el recinto hípico tratando de superar los obstáculos en la lucha de la competición deportiva ante sus rivales.
Gracias, capitán Antequera. Perdón, coronel Antequera.
NOTA: En la fotografía Antonino Antequera, ya como comandante, participando en el Concurso Hípico de Jerez de la Frontera. Años 80.