El 10 de enero de 2016 fue un día dramático para la democracia española. Ese día Carles Puigdemont fue elegido presidente de la Generalitat.
Y si perversos fueron los gobiernos de la mamandurria instalada por Jordi Pujol, lo de Puigdemont resulta pavoroso. Si cruel es aceptar que Pujol se hizo célebre por el "España nos roba" y los 3000 millones de euros de los que dispondría en paraísos fiscales (El Mundo dixit), mientras la crisis nos asfixia, Puigdemont, en estos 18 meses de presidente tan solo ha hablado, hasta el cansancio agotador y el hastío, de la independencia para Cataluña y de su aspiración para hacer de dicha Comunidad la República de Cataluña, mientras mama y mama de los Presupuestos Generales del Estado.
Lo que resulta una contradicción preocupante: Acusar de forma continuada a España de que les roba, vivir de p. m. del pastizal que sale del bolsillo de todos los paganos y ciudadanos españoles, agravados cada día con más tributos, y disponer de un dineral sin que nadie le pida, tan siquiera, cuentas de su gestión, para viajes, dietas, hoteles, gastos de representación, influencias, asesores, personal de confianza, escoltas, coches oficiales, secretarias, informes, estrategias, comidas, cenas, publicidad institucional en medios de comunicación, radios, televisiones, periódicos, embajadas de Cataluña por diversos países con ejecutivos como la hermana del futbolista Guardiola, control de presupuestos multimillonarios...
Pasando revista a la hemeroteca parece que a Puigdemont no le interesa el paro de los catalanes sin trabajo, ni las desesperanzas juveniles de quienes no encuentran camino ni tan siquiera horizontes de futuro, ni las preocupaciones de los pensionistas sufriendo severas estrecheces en la pérdida continua de poder adquisitivo, ni la inquietud de inversores y emprendedores ante el panorama que se podría ceñir sobre Cataluña, ni las manifestaciones de señalados empresarios que han hecho público un hipotético cierre de sus instalaciones en caso de llevarse a cabo el proceso secesionista, ni el esfuerzo ni el sacrificio de otras Comunidades Autónomas españolas que han aportado cientos de miles de brazos emigrantes para levantar Cataluña dejando atrás familias, tierras, historias, como es el caso sangrante de Extremadura, ni el rechazo absoluto en gran parte de Cataluña y en toda España a su monotema independentista y con el que, entre otras reacciones, ha logrado el rechazo de millones de ciudadanos...
Solo independencia, independencia, independencia. ¡Vaya gestión, presidente! Y, de paso, burlarse una y otra vez del sistema constitucional español, agrediendo, un día sí y otro también, a España.
Mientras tanto, claro es, Rajoy anda de perfil, la justicia, ni se sabe, y una gran parte de la oposición en el Congreso de los Diputados haciendo cábalas sobre cómo asaltar el Palacio de La Moncloa, aunque sea cediendo a la propuesta del chantaje independentista de Puigdemont, como se apreció en el pasado debate de no investidura, afortunadamente, de Pablo Iglesias.
El articulista recuerda, a la vez, aquellos tiempos heroicos de la Transición, algunos de cuyos años oteó desde la tribuna periodística del Congreso de los Diputados. Y le llega a su memoria cómo tras la designación de Adolfo Suárez González como presidente del Gobierno, en un año tan solo, disolvió las anteriores Cortes, legalizó todos los partidos políticos y convocó elecciones democráticas que ganó al frente de Unión de Centro Democrático.
Los debates en el hemiciclo eran durísimos (Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Miquel Roca...), y, posteriormente, tras los mismos, los interlocutores políticos disponían del coraje suficiente como para sentarse a negociar los Pactos de La Moncloa, junto a empresarios y sindicatos, y elaborar y sacar adelante, entre todos, la Constitución.
Todo ello, eso sí, desde el respeto, desde la mano tendida, desde el diálogo, desde la confianza de la palabra dada entre unos y otros. Y ahí quedan los nombres citados.
Tras la aprobación de la Carta Magna Suárez convocó, en un gesto de extraordinario relieve político, nuevas elecciones democráticas.
Hoy, pensando en el descaro miserable de Puigdemont, que solo habla de independencia, el periodista se abochorna cuando lee en Wikipedia sobre el actual presidente de la Generalitat que una de sus fuentes de ingreso durante un tiempo fue editar Catalonia Today, "un periódico catalán en inglés que contribuyó a impulsar gracias a subvenciones públicas otorgadas entre 2004 y 2010 por la Generalitat y por un importe de 419.380 euros". No está mal la cantidad que para sí quisieran muchos honrados españoles para emprender iniciativas de proyectos...
Mientras tanto hoy, como mañana, Cataluña sigue, seguirá exigiendo, como hace cada día, más parte de la tarta de los Presupuestos Generales del Estado, que, evidentemente, sale de las privaciones y recortes de otras Comunidades Autónomas. Pero, eso sí, para invertir el dinero, sobre todo, en propaganda independentista, que es el juguete del que viven una manada de caraduras.
Es de señalar cómo el pasado sábado Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno con Felipe González, tras señalar que los independentistas están dando un golpe de Estado, considera que el Gobierno de Rajoy debiera de explicar por qué no está aplicando ya el artículo 155 de la Constitución ante los excesos secesionistas, ya que, en sus palabras “cada día se hace más difícil entender su parálisis ante la manifiesta rebeldía del nacionalismo catalán contra las leyes”. Unas palabras expresadas tan solo horas antes de que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, haya conseguido que el Congreso Federal de los socialistas apruebe el carácter plurinacional del Estado. Pero, eso sí, con una contestación interna de un 30 por ciento de sus miembros.
Un momento adecuado para especificar que el artículo 155 de la Constitución dice:
1: Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en caso de no ser atendido, con la aprobación de la mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2: Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
Solo restan tres meses y medio para el 1 o el 8 de octubre próximo, fecha que ha prometido y comprometido Puigdemont para la convocatoria del referendum y en contra de la opinión de los partidos constitucionalistas…
¿Quién o quiénes, a día de hoy, se están frotando las manos ante el devenir de cada día, que, como diría San Agustín, trae su afán?
NOTA: La fotografía está captada de la página de RTVE.