El debate entre Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López no ha hecho más que agigantar de modo significativo la brecha entre los dos primeros, en lugar de tratar de aunar y conjuntar ideas para posibilitar la fortaleza del PSOE, que es donde aparentemente radica el argumento vital del partido y llevarlo a su lugar de siempre: Un partido con vocación de Gobierno.
Mucho me temo que el PSOE de ayer, con continuos reproches, desencuentros y severos ataques entre Díaz y Sánchez no ha servido más para agrietar profundamente las distancias que separan a unos y otros. Acaso porque el PSOE parece contar cada vez menos en la sociedad española y que desde que perdió el poder se comenzó a venir abajo, tal como demuestran los resultados obtenidos por el PSOE, con Pedro Sánchez al frente, ante lo que Susana Díaz señaló como el peor PP. Lo cual supuso un golpe directo al mentón de Pedro Sánchez que le dejó k.o. ante la audiencia, por mucho que éste insistiera en denunciar que la abstención del PSOE ante Rajoy fue un error.
¿Y si Rajoy hubiera convocado unas terceras elecciones, con ese PSOE deshecho y roto, tras la negativa de Podemos a apoyarle anteriormente en el debate de investidura de quien todavía era Secretario General del PSOE?
Tras las primarias socialistas del próximo domingo, de una señalada importancia y transcendencia en el panorama político español, lo que no debieran de olvidar los contendientes del debate ni los militantes, no parece probable que de ganar Susana Díaz incorporara a Pedro Sánchez en su equipo. Ni viceversa.
Y es los cuchillos y los navajazos políticos volaron entre ellos en un cuerpo a cuerpo en el que Pedro Sánchez se llevó la peor de las partes. Acaso por su propia volatilidad y depresión bipolar que le hace cambiar de elementos argumentales, tal vez por los diversos reveses que ha sufrido en las elecciones generales, en las gallegas y en las vascas y, a pesar de ello, querer seguir adelante de derrota en derrota, no sabemos hasta dónde.
Pero lo que sí ha quedado claro es que las acusaciones, los recelos, las desconfianzas, las críticas, los desencuentros y las animadversiones entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, cada uno de ellos con su modelo, parecen seguir conduciendo al Partido Socialista a un lugar residual del olvido, el abandono y el alejamiento de militantes y por supuesto, también, de votantes. En un momento, además, en que España necesita a un Partido Socialista fuerte.
Parece evidente que el PSOE se encuentra en el peor momento de la historia, sin liderazgo sólido, en un vacío peligroso, con un importante abandono social-electoral que, más allá del resultado del próximo domingo, en las primarias auguran muy complejos, delicados y difíciles momentos para los socialistas. Más aún cuando la socialdemocracia está sufriendo un impresionante desgaste en buena parte de Europa. Los recientes comicios presidenciales franceses son un claro ejemplo, cuando el Partido Socialista, con Benoit Hamon al frente, tan solo consiguió un pobrísimo apoyo del 6,36% de los electores.
Y es que el debate, aunque otros digan que ha enriquecido al PSOE, aunque haya sido a través de un penoso (pero clarificador) enfrentamiento entre las dos corrientes, y con un Patxi López, como tercera vía, que ganó un terreno que parecía perdido, ha enquistado las escasas, remotas y cuasi imposibles vías de reconciliación entre unos y otros y fortalecer a un partido que, repitámoslo, resulta imprescindible y vital en la sociedad española.
¿Y si en unos días, cuando se cumpla el primer año de mandato del presidente del Gobierno nos convoca nuevamente a urnas? ¿Quién, cómo y cuándo rearma ese PSOE que se necesita para la sensibilidad política española, con Podemos atacándole a diestro y siniestro desde aquellos tiempos de la cal viva que argumentara en su día Pablo Iglesias?
De resultas: El PSOE no ha sabido hacer autocensura de sus errores y buscar los caminos idóneos, desde una reflexión seria y profunda, para conformarse como una alternativa de gobierno.
En el PSOE de hoy ya son pocos, muy pocos, los miembros de cada una de las dos claras facciones existentes en el seno del mismo, que se fían de otros. Los socialistas se han anclado en una animadversión de enfrentamiento radical.
Y por mucho que algunos hoy hablen de triunfo del partido por la conformación del debate, ha quedado absolutamente claro y nítido que los socialistas se encuentran descarnadamente divididos en dos frentes que parecen irreconciliables.
Con ser eso malo, no es lo peor.
Lo peor es que el debate dejó una sensación amarga en quienes no siendo militantes, pero sí votantes socialistas, quisieran confiar en la búsqueda de la aproximación de las distancias, para fortalecer al PSOE y no en ese encuentro tenso, intenso y duro en que se convirtió el debate ante las tensas primarias del próximo domingo, en la seguridad de que el día después, 22-M, comienza un nuevo recorrido de caminos imprevisibles en la andadura del partido del puño y la rosa.
Sin obviar, por supuesto, que algunos cualificados analistas políticos daban como ganador del debate de los candidatos a Secretario General del PSOE, curiosamente, al PP y otros a Podemos.
NOTA: La fotografía está captada del periódico “Expansión”.