A finales del siglo XVIII, concretamente en 1797, se puso el primer grano de una gigantesca empresa chocolatera española. Cuando Gabriel Amatller se llegaba desde Molins del Rey hasta el barrio de Santa María del Mar, en Barcelona, con aires empresariales. Amatller era descendiente de una prestigiosa saga chocolatera cuajada y formada tanto en Suiza como en Bélgica.
Toda una estampa de trabajo, esfuerzo, sudores e imaginación. Y que arrancó cuando tras los estudios iniciales el empresario, después de diversos viajes por Europa, comenzó a lanzar sus primeras ofertas en el difícil y competitivo mercado chocolatero, con una modesta industrial artesanal.
El trabajo, la calidad y la seriedad fueron imprimiendo vida a aquella iniciativa y que tuvo continuidad con la empresa de los hijos del industrial que ya habían comenzado a seleccionar cacaos, azúcares y vainillas, con productos, procedentes de Cuba, Venezuela, Ecuador, Guinea Ecuatorial y Ceilán. Si bien el verdadero auge de la misma se inicia con Antoni Amatller Costa, nieto del fundador de la saga chocolatera, que la transformó en un auténtico modelo empresarial.
Una de las claves, además de las expuestas, radicó en el levantamiento de una nueva fábrica en Sant Martí de Provençals y la más firma apuesta por las dinámicas publicitarias y de presentación de los productos, que cuentan con antológicas muestras. De este modo el mismo logró llegar a ser un referente en Europa.
Un buen día los rectores de la fábrica chocolatera Amatller apuestan, dentro de su política de iniciativas publicitarias, por regalar cromos de diferentes tipologías en las tabletas de chocolates. Lo que se convirtió en un revulsivo del mercado para los clientes.
Motivo que lleva a crear diversas colecciones. Y en las que aparecen, hasta donde tenemos conocimiento tres imágenes, variadas, de Cáceres.
El primero de los cromos formaba parte de la serie denominada “España Monumental”. Para la conformación de la estampa dedicada a Cáceres sus creativos idearon un precioso dibujo configurado, tal como podemos apreciar, por el Palacio de los Golfines de Abajo, una pareja ataviada con la indumentaria típica y festiva cacereña, de un muy rico sabor costumbrista, y el escudo.
Un cromo de una señalada belleza y que, hasta donde cuentan las crónicas del relato oral, causó una gran sensación en Cáceres por la riqueza y el colorido de la estampa dedicada a nuestra tierra y que pasaría a formar parte de miles de álbumes de aquellos seguidores de entonces de la colección "España Monumental", de Chocolates Amatller.
La aparición de dicho cromo dio lugar en Cáceres, claro es, siguiendo el curso de la vida cotidiana, a sus tertulias, comentarios, chácharas, pegadas de hebra, parrafadas y conversaciones coloquiales, entre la chiquillería de las escuelas, las mujeres y vecinas al encontrarse barriendo o fregando los zaguanes o en la compra en los ultramarinos, los hombres en el trabajo, en el casino, o apoyados en la barra del chiscón o de la tasca, con el codo apoyado sobre el mostrador, la gorra calada y el cigarrillo en la comisura de los labios, y animando el pulso de la vida, con el argumento de la, nunca mejor dicho, dulce estampa sobre uno de los rincones más señalados del Cáceres Histórico y Monumental.
Una estampa que, a buen seguro debió de ocupar algún espacio de atención en la prensa local de entonces, tan pendiente, siempre, de la presencia del nombre de Cáceres, a escala nacional, con cualquier motivo.
El segundo de los cromos dedicado a Cáceres por Chocolates Amatller es el que forma parte de la colección titulada "Las 49 Provincias Españolas. Traje Típico y Escudo". Una lámina, cuajada de sabor, de colorido y del más pleno tipismo costumbrista, que arranca en los profundos parajes de las raíces que heredamos de nuestros antepasados. El nombre de la colección obedece a las 49 provincias en las que entonces se dividía España, ya que las Islas Canarias solo figuraban como una, y que seguía la división territorial llevada a cabo en 1833 durante la Regencia de Doña María Cristina.
Y la tercera de las imágenes dedicadas a Cáceres por Chocolates Amatller, hoy Simón Coll, que se lanzó en la década de los años veinte, forma parte de una serie de estampas denominada "Tesoros del ayer", sobre Trajes Típicos correspondientes a las diferentes provincias de España.
El número 38 de la misma se corresponde con el que divulga la imagen del Traje Típico de Cáceres y que es el que aparece en esta fotografía.
Mientras tanto los niños y los mayores, además de endulzar el paladar con aquellos chocolates, seguían y perseguían las numerosas colecciones de cromos que se incrustaban en las tabletas, como un atractivo comercial de señalado relieve.
El tiempo fue avanzando. Y ya en 1972 Chocolates Simón Coll, otra empresa de señalado prestigio chocolatero, obrador artesano de chocolates y bombones desde su puesta en marcha en 1840, ahora en su sexta generación, adquirió esa marca de historia y de prestigio haciéndose con la fábrica de Chocolates Amatller, proyectando el futuro que merecía la marca histórica y apostando por una línea constante de innovación, ofreciendo unos productos de muy atractivo relieve para continuar endulzando el sabor de los consumidores que se multiplican por todo el mundo, a caballo entre las dinámicas clásicas y las nuevas apuestas. Con un amplio y variado muestrario de bombones, chocolates a la taza, hojas, surtidos, turrones, etc, con innovaciones, como es, por ejemplo, el maridaje del chocolate con el cava, y muy amplia demanda y consumo en todo el mundo. Y con más de cuatrocientas ofertas diferentes…
Finalmente es de destacar el Gran Museo Amatller, instalado en el número 41 del barcelonés Paseo de Gracia, conformándose como una de las primeras casas modernistas en la llamada Manzana de la Discordia, como una señalada aportación al arte y a la arquitectura modernista, diseñada por Antoni Puig Cadafalch.
Una casa modélica, desde la sensibilidad artesanal, la potenciación industrial y la apuesta por la modernización constante, desde el respeto a los cánones clásicos, cuyo piso principal, que era la vivienda de la familia Amatller, ha sido restaurado con toda fidelidad como en la época en que Antonio y Teresa lo habitaban.
Este piso principal esa actualmente visitable mediante un tour guiado en el que se explican todos los detalles de esta obra de Puig y Cadafalch. La planta baja de la casa también ha sido reformada y actualmente alberga una cafetería donde antiguamente estaba la cocina y la entrada de carruajes de la casa. En ella se puede degustar el chocolate a la taza Amatller.
Finalmente y dentro del mismo recinto de la cafetería se encuentra una pequeña tienda con todo el surtido que hoy en día ofrece Chocolate Amatller.