LOS JIRONES DEL PSOE
El PSOE, necesario e imprescindible en España, se encuentra en uno de los momentos más transcendentales de su historia.
Mucho y muy variado es todo lo que andamos leyendo y escuchando sobre el PSOE y sus errores y adversidades desde el 20-D, con los peores resultados de la historia, con Pedro Sánchez al frente, que aún empeoró los registros electorales socialistas el 26-J. No obstante, aún a pesar del desastre electoral del pasado junio, el entonces todavía Secretario General del PSOE, prepactaba durante septiembre un Gobierno con Podemos, Compromís, Mareas, los secesionistas y otros, al tiempo que la formación morada iba noqueando tanto al ex Secretario General del PSOE como, lógicamente, al partido. Lo que nunca le había pasado al PSOE, al menos por el frente de la izquierda. Ni con Izquierda Unida ni con el Partido Comunista.
El PSOE de hoy, tan desgarrado como necesario e imprescindible, se encuentra en un callejón de muy complejas salidas. Más allá de lo que digan y vaticinen los partidarios y los detractores de Pedro Sánchez, que ahora vacaciona en Los Angeles, mientras Javier Fernández, presidente de la gestora, y sus más cercanos colaboradores, entre los que se encuentra Guillermo Fernández Vara, a quien cuestionó la anterior ejecutiva cuando trató de discrepar mínimamente contra el alto mando de entonces, tratan de predicar una compleja y laberíntica pedagogía entre una militancia muy dividida y con riesgo de fractura.
El PSOE se fue incendiando poco a poco por su propia falta de debate interno, por su alejamiento del escenario de la realidad social, por la inmensa fuga de votantes y militantes, por la política de una dirección autárquica que se distanció de las demandas de la gente de a pie. Por eso, siendo partido de oposición, y mientras el PP perdía sesenta y tres diputados el 20-D, un PSOE errático se dejaba en la gatera 20 diputados, respecto a las elecciones de 2011. Y, por su empecinamiento, los socialistas pasaron a perder 5 escaños el pasado 26-J mientras el PP ganó 14. Si bien Podemos, a pesar de su alianza con Izquierda Unida, se dejó un millón de votos en el recorrido electoral.
Y un millón de votos, que se dice pronto, es lo que ha perdido el PSOE desde el pasado 1 de octubre, cuando una mayoría de miembros del Comité Federal se impuso con sus tesis y tras una votación democrática a los criterios de la hasta entonces dirección socialista, donde --a falta de muy escasos días para que finalice el plazo de convocatoria de nuevas elecciones-- Pedro Sánchez pedía unas primarias express, para el 23 de octubre, sin tiempo para que surgiera un candidato y poder llevar a cabo una campaña de relieve por todo el país, en igualdad de condiciones con el ex Secretario General, y un Congreso, también express, para mediados de noviembre. Y, también, mientras tanto, el mismo Pedro Sanchez, mintiendo el 4 de septiembre señalaba que no se postulaba para nada, si bien días después anunciaba públicamente que lo iba a intentar. ¿Qué iba a intentar?
La historia ya la conocemos. Como conocemos la historia del 1 de octubre cuasi televisado en directo durante dieciseis horas. Como conocemos que el desaparecido César Luena había preparado una urna tras una mampara para un ilógico voto secreto y que hasta firmes partidarios de Pedro Sánchez, como Josep Borrell o Patxi López, cuestionaron hasta conseguir que se votara a mano alzada. De resultas de la votación del orden del día propuesto en la dirección socialista por Pedro Sánchez, el mismo, pues, dimitió.
Y, mientras, el PSOE, y nadie más que el PSOE, un partido necesario e imprescindible, se enfrenta a su propio debate, al que se negaba Pedro Sánchez. Y ahora, a expensas del debate del próximo Comité Federal, sus miembros, con la libertad lógica existente en el seno del partido y en sus determinaciones democráticas tendrán que decidir si abstenerse en una investidura del candidato popular, ir a nuevas elecciones o hasta tratar de pactar y formar Gobierno con entre 176 y 180 apoyos (la distancia existente entre los 170 que apoyaron a Rajoy y el resto hasta los 350 que conforman el Congreso de los Diputados). Y escribo estas lineas desde el respeto y desde la seguridad de la libertad de conciencia de todos y cada uno de los componentes del Comité Federal que cumplirán con lo que consideren adecuado en conciencia.
Hace unos días, precisamente, a través de Facebook, participé en un hilo o conversación con personas incrustadas en el PSOE. Y donde se podíanleer argumentos como que el IBEX 35, la Iglesia y otros poderes fácticos habían provocado la caída de Pedro Sánchez.
Y a ello, añadí, modestamente que como es posible que un partido de tanto asentamiento social (aunque cada vez menos) podría contar en sus filas con tantos infiltrados de tanto poder, desde el IBEX 35 y la Iglesia, como se citaba, como para, primero, forzar la dimisión de la mitad más uno de los miembros de la ejecutiva, y, posteriormente, torcer, tumbar y derribar al ya Secretario General y hasta poder despedazar al PSOE. Como consecuencia todo ello tendría que haber ido acaeciendo sin que ninguno de los miembros de la anterior dirección del PSOE hubiera caído en la cuenta de la extensión de los tentáculos del IBEX 35 y la Iglesia, al compás que Podemos sigue acechando con el sorpasso y tratar de liderar la oposición ante un partido que hoy se encuentra en la crisis más convulsa, probablemente, de su historia.
Muy seguramente ha faltado tanto debate interno que la pérdida de poder y las seis derrotas electorales bajo el mando de Pedro Sánchez le llevaron, acorralado por la fuerza de la mayoría, como ya estaba en el Comité Federal, a dimitir ante la mayoría de dicho órgano. Un Pedro Sánchez, por cierto, que, salvo error u omisión, sin consulta alguna a la militancia, estaba a punto de consolidar en el Congreso de los Diputados un Gobierno con Podemos, Compromís y las fuerzas secesionistas.
Y España, tras el 20-D y el 26-J necesitaba, probablemente, un Gobierno constitucionalista, lejos de veleidades populistas, de antisistemas y de fuerzas independentistas.
Restan tan solo tres semanas para que finalice el plazo para disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones generales. Y, a pesar de todo, la conformación actual del Congreso de los Diputados posibilita al PSOE un juego de alianzas o entendimientos de vital importancia en el marco parlamentario. De resultas de la cual los socialistas tienen que llevar a cabo un ejercicio de una extraordinaria honradez con el país y con el partido. Pues de ellos depende que se inicie, por fin, el recorrido de la legislatura o tengamos que pasar por las urnas el próximo 18 de diciembre. Y hasta lo pueden llevar a cabo en el marco de una determinación de acuerdos. O no, como se suele señalar ahora. Aunque el escenario de una próxima confrontación electoral no parece augurar el mejor de los escenarios para el PSOE. Y que ahora puede exigir una legislatura (con una duración de tiempos predeterminados) con la seriedad que requiere la situación de emergencia del país, y con los planteamientos que consideren idóneos.
Y tras tanto runruneo de consultas o no a la militancia, mientras el PSOE se sigue desangrando, lo que tal vez pudiera engordar a Podemos, aunque las encuestas tampoco vaticinan subida alguna de la formación morada, los órganos de la dirección socialista debieran decidir quiénes, por qué y para qué y hasta qué grado de responsabilidad conforman sus respectivos cuadros directivos, qué tema y cuándo se debe consultar a la militancia, y no mirar para otro lado.
Pase lo que pase, desde ese asunto que afecta a la fontanería y a las cañerías internas del PSOE, que bajo la dirección de Pedro Sánchez no hasabido abordar el relieve de la pérdida de tantos escaños, que dieron lugar a una fuerte presencia de Podemos en el escenario electoral nacional el pasado diciembre, los socialistas se enfrentan a una toma de decisiones de tanta importancia que Antonio Hernando, una de las manos derechas de Pedro Sánchez en toda su trayectoria, sigue al frente del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados.
Lo que demuestra que el Partido Socialista Obrero Español es un partido autónomo, independiente de otros organismos e instituciones, con decisiones propias en sus estructuras orgánicas propias. Y que se debe a sus criterios ideológicos, a sus dinámicas organizativas, a sus responsabilidades de dirección, a su militancia y a sus votantes.
Evidentemente el PSOE, un partido necesario e imprescindible en la democracia, que ha gobernado el país durante veintidós años, dispone de una capacidad de actuación profunda y seria como la requiere, actualmente, el país. Y el PSOE, de paso, se puede conformar de la suficiente dinámica de actuación en la que no influye nadie ajeno al mismo. Salvo, claro es, error u omisión.
Y, al margen, o además de ello, el PSOE, de lo que tendrán que responder sus cuadros, de ayer y de hoy, dispone de la suficiente capacidad de maniobra como para decidir --más allá de sus debates internos-- qué es lo más conveniente para el país, la sociedad española y el propio partido.
Perderse, ahora, en esas premisas de la presión de poderes fácticos, que de ser cierto debiera conllevar a la depuración y expulsión de tales militantes del partido, no parece el camino más adecuado.
Más allá de los criterios de responsabilidad que adopten sus dirigentes, que para eso lo son, no cabe la menor duda que por el bien de todos, con la conciencia y la consciencia debida, los máximos responsables del partido como toda la militancia tratará de encontrar las fórmulas adecuadas para que el PSOE encuentre de verdad su camino más correcto y acorde, claro es, con sus principios.
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