Vidal Hernández Sánchez, natural de la pequeña localidad cacereña de La Garganta, fue una persona de excepcional valía y que desde muy pequeño aprendió a tocar, de forma tan genuina como magistral, como se iría demostrando a lo largo del tiempo la flauta y el tamboril.
Y poco a poco a base de ensayos, de investigaciones, de actuaciones, de viajes, siempre de forma tan entusiasta como incansable, Vidal Hernández Sánchez, se fue abriendo un hueco en el panorama musical popular de la Alta Extremadura. Hasta el extremo de que podría señalarse que no había acontecimiento típico alguno, en toda la provincia de Cáceres, que no estuviera Vidal con su largo repertorio de canciones típicas y populares. Desde la típica jota ochocentista cacereña, "El Redoble" hasta "Los Sones de Montehermoso" pasando por "La Jota del Candil", "Las Rondeñas", "La Jota de Guadalupe" o "El pájaro bobo", recopilada en Arroyo de la Luz, en su día, como tantas y tantas canciones, coplas y danzas, por el eminente folklorista extremeño que fuera Manuel García Matos.
De tal forma fue adquiriendo nombre y prestigio que desde muy joven pasó a configurarse como el flautista y tamborilero que acompañaba, en todas las Ferias cacereñas de Mayo y de Septiembre, a los Gigantes y Cabezudos lo mismo que ocupaba plaza fija musical en el Grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres, con los que recorrió y actuó en numeroso países de Europa y América. Y en cuyas actuaciones, además, claro es, de su peculiar sonido artístico-musical logró popularizar la imagen de arrojar hacia lo alto el sombrero al final de las diferentes y miles de actuaciones folklóricas que se dan cita a lo largo de su vida.
Un tipo, Vidal Hernández, que era conocido popularmente como "Remundaina" y también como "Tío Vidal", genuinamente sencillo, pleno de identidad popular y que de siempre se esforzó y se empeñó en llevar a lo más alto las esencias del folklore altoextremeño, de sus canciones y de sus danzas. Lo que consiguió, evidentemente, pero en base a un ímprobo y señalado esfuerzo.
Su fama alcanzó tal calibre que, incluso, es de señalar que la prestigiosa y afamada artista que era Concha Piquer le ofreció formar parte de su compañía. Pero el flautista y tamborilero cacereño siguió en su tierra de siempre con la sensibilidad de que emanaba de la notoriedad de sus instrumentos musicales.
Asimismo es de señalar que Vidal Hernández Sánchez, el tamborilero histórico de la localidad cacereña de La Garganta, le dio tanto prestigio a su lugar de nacimiento que un día del año 2012, afortunadamente, la Corporación Municipal decidió inmortalizar su nombre y con el que bautizó a la Plaza Mayor del pueblo.
Ahí es nada. ¡Menudo honor, que la Plaza Mayor de La Garganta se denomine con el nombre de Vidal Hernández Sánchez. Lo que, sin lugar a dudas, llevarán a gala los descendientes del prestigioso tamborilero.
Una figura de un más que manifiesto relieve en el panorama folklórico, costumbrista, típico y popular de la Alta Extremadura y que mantuvo una manifiesta colaboración con ese eminente folklorista cacereño, de prestigio nacional, que fue Manuel García Matos, mientras por el aire parece que suenan la notas de su flauta al ritmo de tonadas y canciones como "La Vitorina", "El Pindongo", "El Cerandeo", de Cáceres, "El pájaro bobo", de Arroyo de la Luz, "Baile del Pollo y la Pata", "El Perantón", de Zarza de Granadilla, "El Arbolito", de Piornal, "Abre la ventana", de Garrovillas de Alconétar, y tantas canciones que se divulgaron por cientos de lugares...
Todas ellas, por cierto, de un gran y señalado arraigo del folklore popular de la Alta Extremadura, y con una serie de letras, fruto de la inspiración popular, tan curiosas y llamativas como la de esta última, cuando se canta:
Abre la ventana,
cierra el postigo;
me dejarás un pañuelo
que vengo herido,
ábrela, morena, la ventana,
ábrela, preciosita del alma.Hoy, pues, va, sencillamente, por una figura tan entrañable como la que representó Vidal Hernández Sánchez, uno de los más grandes flautistas y tamborileros que ha dado la provincia de Cáceres y cuyo nombre esparció, como las semillas, por numerosos lugares de todo el mundo y en numerosas festividades populares.
Y todo ello, para que conste en acta, como le escuchara en su día en algún encuentro con mi padre, y, también, de boca del propio Manuel García Matos, en base a una toma de conciencia para la divulgación permanente de los aires populares cacereños, a un entusiasmo verdaderamente ilimitado y a una afición a la que se entregó desde siempre.
Acaso, todo ello, porque Vidal Hernández Sánchez nació, sencillamente, para este cometido de una extraordinaria relevancia en el panorama de las gentes y de las identidades populares y perpetuarse como uno de los más señalados flautistas y tamborileros en el transcurso y a lo largo de la historia de Cáceres.