Me he permitido la libertad de escribir este artículo sobre la obra poética de Wenceslao Mohedas Ramos. Compañero y amigo de bancada bachiller en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “El Brocense”. Un poeta valiente, riguroso, profundo, de riqueza cultural humana, social y popular y, de paso, una persona que, como señalara el poeta, trata de hacer, sencillamente, camino al andar. Acaso, probablemente, porque Wenceslao Mohedas Ramos es una persona firmemente comprometida con Extremadura, con Cáceres, con Jaraicejo, con sus tierras, con sus gentes.
Y desde siempre, con el verso y el verbo de su fértil numen poético, con el dolor y el desgarro de la ausencia, escribe poemas de todo tipo y condición a su Extremadura, ay, desvencijada y del alma, desde las lejanas tierras barcelonesas.
Lo que no obsta para que desde hace muchos años con su persistencia, desde el compromiso social y humano, de un señalado relieve, busque, penetre y profundice en las heridas, en las llagas de la tierra parda que tanto le duelen.
Wenceslao Mohedas, Licenciado en Filología Románica, como si fuera una hoja suelta de la voz del pueblo callado, el que camina en silencio, con muchas lágrimas, tiene publicados cuatro libros, “Despierta, Extremadura, de tu sueño”, “Desde mi ausencia extrema y dura”, “Ramos de rimas” y “Cosecha lírica”, va camino del quinto, y cada día teclea y esculpe, mañana, tarde, noche, al alba y entre las sombras de la madrugada, versos, mensajes, rosarios de poemas que galopan por su pueblo, por su provincia, por su región, estimulando la sensibilidad de sus cientos de seguidores, vertebrando y conformando los horizontes de una dinámica de futuro cuando menos incierto por muchas circunstancias al alcance de todos.
Lleva el grito de Extremadura en su hondura, en su cultura, en su compromiso y en su batallar, gigantesco, desde la sencillez del poeta. Y habla, entre esos versos, de la crudeza de la emigración:
Estás como cumpliendo sentencia
por delitos que nunca has cometido,
condenado a un destierro dolorido
que ha vestido de luto tu existencia.
Lo mismo que habla, porque su verso es palabra humana y cercana, cálida, entendible por todos, de su campo preñado de eternidad, aunque sea entre silencios y olvidos, de las Fiestas de la Virgen, de la alegría festiva de agosto, del adiós a sus padres, de su amor a, con, para y por la defensa y estímulo de Extremadura, como cuando clama;
Levanta, Extremadura, aventurera,
conquista tu cultura y tu conciencia
que es muy largo el camino que te espera.
Conoce, bien, a fondo, desde el llanto callado y la reflexión, filosófica y espiritual, Extremadura. El abandono de sus pueblos por la agresión, impune, de las riadas migratorias, como trata de defender el mantenimiento hacia el recorrido del futuro de las gentes, mayores y jóvenes, que se agarran a la tierra entre las encinas, su árbol tan cantado, símbolo de Extremadura:
Encina campesina, verdioscura,
siempre fuiste la fiel fotografía
de mi recia y resignada Extremadura.
Directivo y Vocal de Cultura del Hogar Extremeño en Barcelona se convierte, a través de todos los hilos conductores de su densa e intensa actividad, a la reflexión de todos para una mejor Extremadura.
Wenceslao Mohedas Ramos, que se define del partido del corazón, que trata de despertar la conciencia de los extremeños con sus versos, un loable y admirable intento, no dejará jamás de pulsar la mirada entre las calles de Cataluña incrustando estampas campesinas, rurales, y de la realidad de hoy para que el paisanaje siga escrudiñando la verdad, cristalina y transparente, que emana de la poesía de este incansable monjino que a todas horas hace latir y vibrar la genuina estampa de la tierra que le viera nacer.
Lo hace con el arma que tiene a su mano. Sencillamente: La cultura.
Un trabajo arduo, esmerado, complejo, comprometido, delicado y en el que pone todo el empeño tan gigantesco como aquellos goterones que viera caer de niño por el rostro de su padre. Sudor, empapado en sentimiento, que germinó en su conciencia popular. La que se cría en los surcos de quien, tras muchos recorridos, ve en el verso de siempre la bandera que sigue haciendo ondear en defensa de Jaraicejo, de Cáceres, de Extremadura.
La suya es una poesía cercana, próxima, sencilla, que camina, diríamos que de forma evangélica, porque es, nada más y nada menos, que su compromiso. El de las gentes de su tierra.
Así es la poesía de Wenceslao Mohedas. Penetrante. Y desde su persistencia perenne, con la estampa de Jaraicejo, de Cáceres, de Extremadura, sigue, a solas con la libertad de su conciencia, en el empeño de tratar de hacer, cada día, más y mejor región.
Una persona, un profesor, un emigrante, un poeta con quien Jaraicejo, Cáceres y Extremadura se encuentran, sencilla, llanamente, en deuda, ahora que, seguramente, con toda probabilidad, esté, como siempre, componiendo los versos de su nacencia desde aquel despacho plagado de cuadros de encinares, y la vista recreándose en las huertas, en las cercas, en las piaras, en los encinares y en tantos pueblos desvencijados, por la crueldad migratoria.
Pero él sigue empeñado en gritar, con su compromiso, desde la inmensidad desgarradora de la palabra cultura.
Con presencia permanente de llaneza humana, tal cual es, todos los días hace su entrada en el blog “Unidos por Jaraicejo”, mientras que en el suyo personal wenceslaomohedas.bogspot, se puede acceder a un muy amplio y variado muestrario de poemas que trasiegan por su cúmulo de pensamientos, de horizontes, de surcos, de andares de esa buena y llana gente del pueblo que lucha, ahí es nada, por sobrevivir en la tierra extremeña, en sus pueblos y aldeas, en las que un día les nacieran.
Una labor con la que se esmera consciente de que su latido emocional tiene que llegar, por fin, a la sensibilidad de todos. Y por su blog desfilan, con el silencio y el grito de la palabra, a la par, mezclados con su verbo y su ánimo, poemas, poemas, poemas: “Yo vi los campos de la tierra mía”, “Canto a Extremadura”, “Se me despuebla mi pueblo”, “A la fiesta del Rosario”, “Jaraicejo entero”, “Te has ido, madre querida”, “Te fuiste, padre mío”, “Atardecer extremeño”, “Paraíso perdido”, “Vacaciones agosteñas”, “Me duele Extremadura”, “Defensa de mis raíces extremeñas”, “Oda a la encina extremeña”, “Panegírico a Extremadura”, “Yo lanzo mi grito”, “Cada agosto...”
Acaso el mejor punto final sea el de dejar constancia de su soneto “A Jaraicejo, mi pueblo”.
¡Qué tristeza de verte, pueblo mío,
con tus calles vacías, ya cubiertas
de verdes telarañas, tan desiertas
que solo fluye el viento a su albedrío!
¡Qué enlutado silencio, qué vacío
por sus calles sin vida, con sus puertas
y ventanas cerradas…, casas muertas
donde late el recuerdo mudo y frío!
El recuerdo de aquellos que se han ido
con su pena a otra parte amargamente,
dejando tras de sí lo más querido…
Bajo un cielo impasible, indiferente
mi pueblo está perdiendo su latido
muriendo por la ausencia de su gente.
Wenceslao Mohedas Ramos 13:25 06 abril 2018