Es de suponer que aquella mañana del 5 de mayo de 1931, con dieciseis años, don Valeriano (Gutiérrez Macías, que subrayaría Fernando García Morales), debía de encaminarse a la Escuela Normal de Magisterio.
Seguramente hizo un alto en el camino, adquirió, como de costumbre, el periódico "Nuevo Día", y probablemente le vibrara el sentido emocional al ver cómo el director del diario, en el que colaboraban personajes de la talla de León Leal Ramos, una eminencia en la historia de Cáceres, y José Ibarrola, que prestaría su nombre al Paseo Alto, había a decidido publicar su cuento "El pájaro enjaulado”.
Valeriano Gutiérrez Macías, (1914-2006), un cacereñista de pro, a la sazón mi padre, figura en las páginas de la historia de la ciudad y de la provincia, con las que se comprometió al máximo. Coronel de Infantería, Maestro Nacional, Primer Teniente de Alcalde, Presidente de la Comisión de Ferias y Fiestas, Vicepresidente de la Diputación y diputado de Cultura, escritor, humanista, investigador, Premio Nacional de Periodismo "Gabriel y Galán", premio “Dionisio Acedo” de la Diputación de Cáceres, Premio Nacional Ejército, miembro de la Real Academia de la Historia, conferenciante, orador de relieve, pregonero, con presencia continuada en numerosos Congresos, autor de cientos de artículos, crónicas y ensayos entre “Hoy”, “Extremadura”, “ABC”, “Informaciones”, “La Estafeta Literaria”, “La Vanguardia Española”, “Revista de Estudios Extremeños”, “Guadalupe”, “Revista de Folklore”, “Arbor”, “Hespérides”, “Revista de Dialectología y Tradiciones Populares”, “Revista de Historia Militar”… y autor de numerosos libros: "Cáceres", ¨Por la Geografía Cacereña. Fiestas Populares", declarado de Interés Turístico, "Biografía de Gabriel y Galán", "Mujeres Extremeñas", “Anecdotario de Gabriel y Galán”, “Relatos de la tierra parda”... Libros, estos últimos, que llevan dedicatorias a su esposa y compañera: “A Dorita, alma soñadora y poética, con mi amor de esposo”, a su descendencia: “A mis hijos, para que siempre amen, gozosamente, la tierra que les vio nacer”, al hermano desaparecido en 1956 con tan solo ocho años: “A mi angelical Valín, cuyo recuerdo siempre me acompaña”.
Conversador de relieve, tertuliano de los diversos segmentos de la actualidad, apasionado por el mayor y mejor sentido, sentimiento y conciencia cacereñista, atento con todos y a las demandas ciudadanas, estudioso de la ciudad y de la provincia genuino defensor y luchador por Cáceres, por sus gentes, por sus tradiciones, por su progreso.
Y de siempre, con una exquisita sensibilidad, luchó por la rehabilitación recuperación y revitalización del Casco Histórico-Monumental de Cáceres junto a un puñado de historiadores, conservacionistas, investigadores, arquitectos y otros expertos hasta conseguir el logro llevar a cabo la rehabilitación total del Casco Histórico-Monumental de la Ciudad. Una tarea en la que se dejó numerosos empeños y sudores. Junto a personalidades de relieve como Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano, Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, Carlos Callejo Serrano... Eso sí, tras numerosos estudios, investigaciones, debates, encuentros, informes, documentos, viajes a Madrid y entrevistas con altas instancias del Gobierno y de las diferentes esferas de la Administración Central e ir consiguiendo, afortunadamente, la ciudad que es hoy. Sencillamente, Patrimonio de la Humanidad y Tercer Conjunto Monumental de Europa tras Praga y Tallín.
Un día Narciso Maderal Vaquero, que fuera director del periódico “Nuevo Día”, presidente de la Diputación y alcalde de Cáceres, dejaría constancia de que Valeriano Gutiérrez Macías“escribía bien desde que tenía calzones”, y otro día ese paladín del periodismo cacereño que es Dionisio Acedo Iglesias, brillante director del periódico “Extremadura”, y que daría nombre al premio de periodismo de la Corporación Provincial, que un día obtuviera Valeriano Gutiérrez Macías, le dedicaba esta décima:
Alta voz de Extremadura
en la prensa nacional.
Paladín de lo local,
de vasta y seria cultura.
Es militar de bravura;
mutilado de una mano,
de carácter franco y sano,
en las letras sobresale,
y en la ciudad bulle y vale.
Y pues, vale, es Vale...riano.
Tras su fallecimiento mi querido amigo Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, General de Brigada de la Guardia Civil, en su artículo “Valeriano Gutiérrez Macías, Oficial y Caballero”, publicado en el periódico “Extremadura”, señala que “Allá por los primeros setenta, el coronel don Valeriano era el factótum cultural de la ciudad de Cáceres”. Y Manuel Vaz-Romero, querido amigo, maestro y compañero por estos pagos, de “Región Digital”, escribía en su artículo “La pluma y la palabra de un caballero”, en el periódico “Hoy”: “Tenía una pluma de excepción y una palabra de alto voltaje expresivo”.
Yo, honradamente, descubrí esta publicación, hace unos días, de forma casual, indagando en mis modestas investigaciones. Y noté un escalofrío al ver su nombre y comprobar que, con tan solo dieciséis años de edad, ya incrustaba sus primeras líneas junto a personajes como los citados y otros, como Federico Reaño, militar y escritor, Emilio Herreros… Entonces me restregué los ojos, alcé la mirada por los cristales de la ventana, contemplé un horizonte donde rompe el color de la hondura primaveral, en medio de una acuarela pincelada de las más variadas tonalidades...
Y sentí esa fuerza espiritual que conlleva la sangre del progenitor, siempre esmerado en inyectar cultura, educación y moral a su prole.
Luego, al recuperar su imagen, nunca perdida, me encontré en aquella profundidad del cuadro de la vida cómo las líneas del cielo y de la tierra, en las que tanto creyera don Valeriano, se juntaban.
Quizás fuera esa inquebrantable línea recta del horizonte la que le llevara a persistir en los baremos y el bienestar que emanaba de sus principios.
Posteriormente he ido escribiendo a mano letra a letra su cuento, y luego, tecla a tecla, la he ido trascribiendo. Lo que ha supuesto, claro es, una muy placentera tarea.
Aquí está, pues, lo que probablemente sea el primer cuento de Valeriano Gutiérrez Macías: EL PAJARO ENJAULADO, que dedicaba a su compañero de Magisterio Benedicto Lucero Fernández.
EL PAJARO ENJAULADO, POR VALERIANO GUTIERREZ MACIAS
Sobre una de las paredes de la morada de Manuel hay colgada una jaula de cristal muy bonita, pequeña y adornada con varios ramos de flores que el niño cotidianamente le pone. En ella vive prisionero un jilguero. Lo cogió hace unos meses en cierta excursión que hizo a las hermosas huertas de esta villa.
El pajarito estaba posado en un ciruelo y Manuel, con sus artimañas, lo cogió para que le entretuviera de sus aburrimientos de la vida pueblerina con los armoniosos trinos. Un jilguero que inocente cantaba en la huera vino a caer no sé por dónde en sus manos! Manuel es gran amante de los jilgueros y los cuida con excelente esmero. ¡Qué alegría a recibió al tener en sus manos aquel pájaro! Hizo propósito de alimentarle y cuando le pareciera darle la libertad! ¡Oh, la libertad, santa libertad la de los animales!
Y al introducirlo en la jaula --verdadera cárcel de alambre-- quedóse el jilguero asustado. No cantaba, ni apenas se movía del mismo sitio. Miraba a un lado y otro como lamentando su estado de prisión, su retraimiento en aquel sitio que sin comprenderle...
Manuel se sonreía irónicamente de la palidez del pajarito. ¿Por qué permanecería así si él había de alimentarle bien? ¿Cómo estaría tan melancólico si Manuel le silbaría a su manera invitándole a cantar?
¡Pobre jilguero!... Sujeto a las inclinaciones traviesas y algún tanto mal intencionadas del rapaz que, a lo mejor, algún día que estuviera enfadado, al insistirle, lo asesinaría bárbaramente... Ni qué decir tiene que la vida del pájaro para Manuel no era muy prolongada si sus trinos no le admiraban.
A las pocas semanas de tenerlo en su casa, quiso probar el canto del jilguero. Lo invitaría tal vez…
Iba a llenar un comedero de alpiste con júbilo extraordinario. Antes de entrar en la habitación se para a escucharle.
Sí cantaba con dulzura y delicadeza, cantaba mucho. Más aún de lo que Manuel tenía creído. Por un momento marcharon de este niño las ideas de posible venganza contra el pájaro. No tenía motivos.
Entra en la habitación con brusquedad. Fili –como denominaba el muchacho al pájaro—vuelve a asustarse. En el campo nadie le impedía sus alabanzas a la Naturaleza y aquí a cada instante. No estaba Fili acostumbrado aquellos bruscos cambios de entrada y salida del personal. Vivía el pajarito constantemente asustado.
-- Canta, jilguerito, canta… ¿Verdad que tú, Fili, me conoces a mí y sabes que yo te trato muy bien?, decíale Manuel.
Fili continuaba sin cantar. Manuel se desespera. Abre la puerta el muchacho para limpiar el comedero… Fili aprovecha la ocasión… Vertiginosamente logra evadirse de la jaula… Manuel corre, traspasa calles, atraviesa prados y huertas… Va en busca del jilguero que tuvo en su casa, aquel bonito jilguero tan fino cantador como de vuelo ligero…
… Pero nada. No le encuentra por más que anda de acá para allá. Fili iba en busca de la libertad. La libertad es lo más característico de los pájaros. ¿Por qué oponerse los niños con sus débiles inclinaciones a cortarles las alas de la libertad…? ¡Qué bien encaminadas las leyes de protección a los pájaros y de prohibición por cazarlos!... ¡Oh, si se observan como merece…!
. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .
Fili, el pájaro enjaulado antes por las travesuras de Manuel, camina por los campos… jubiloso de haber rescatado la libertad. Ya no permanece sujeto a las ideas de Manuel. Es un pájaro en libertad.
NOTA: Más información sobre Valeriano Gutiérrez Macías en mi Blog CACERES, EL BLOG DE JUAN DE LA CRUZ, en el capítulo VALERIANO GUTIERREZ MACIAS, publicado en la sección PERSONAJES.