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ROGATIVA A LA VIRGEN DE LA MONTAÑA CONTRA LA SEQUÍA EN 1903

16 mayo 2016

En 1903, al llegar la Virgen de la Montaña a la iglesia de Santa María, la multitud gritaba “¡Agua! ¡Agua!”.

La Virgen de la Montaña Patrona de Cáceres, siempre ha resultado, a lo largo de la historia, milagrosa y esperanzadora para los cacereños. Y a ella, tal como queda constancia en miles y miles de testimonios han acudido, acuden y continuarán acudiendo desde la llegada e la misma al Santuario, los cacereños en busca de ese consuelo que se deriva de la oración.

Hace la friolera de ciento trece años que Cáceres padecía, por lo que narra la hemeroteca, una más que aguda y grave sequía. Tan es así que una señalada parte de la población decidió acudir en rogativa ante la imagen de la Virgen de la Montaña.

Remontémonos al año 1903. La sequía resultaba en aquellos tiempos tan grave y problemática en toda España que se cuestionan las actitudes del Gobierno, tratan de buscarse vías de reconducción de las aguas de los ríos y hasta se ponen en marcha rogativas a la espera de la llegada de las tan deseadas aguas..

Ese mismo año la romería de la Virgen de la Montaña tuvo lugar el domingo 19 de abril. Y unos días antes, concretamente el 11 de abril, se inició en la parroquia de Santa María el Novenario, con prédicas a cargo del Muy Ilustre Canónigo don Nicolás Pereira, de la Santa Iglesia Catedral de Salamanca, que, con sus homilías, palabras y argumentos, hacía llenar la nave eclesial de fieles. 

En este sentido destacamos cómo se refiere a dichas intervenciones del canónigo salmantino el periódico “El Noticiero” del 16 de abril:

Con gran concurrencia de fieles, prosigue en el hermoso templo de Santa María, la novena a nuestra excelsa patrona la Virgen de la Montaña”. 

Y añade:

Son muchos los hombres que acuden a oir las elocuentes palabras del Muy Ilustre Señor Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Salamanca, que en sus magistrales discursos no solo ensalza la Gloria de la Madre de Dios, sino que estudia los más interesantes problemas del orden social, mostrando los muchos conocimientos y dotes excelentes que le han conquistado tan justa fama de orador sagrado”.

Posteriormente, el 18 de abril, sábado, el prestigioso periodista y escritor Manuel Sánchez Asensio, escribe un artículo en dicho periódico, con el título de “La Montaña” y que comienza con esta introducción de los versos de A. Hurtado:

                                         ………. En España

                                        no hay Virgen como la Virgen

                                                     de la Montaña.

Y, a propósito de la conmemoración de la festividad de la Virgen de la Montaña al día siguiente, escribe:

“¡Mañana es su fiesta! ¡Mañana el pueblo, como a su madre y señora la adora y venera, rodeará jubiloso la blanca ermita que entre oscuros peñascales se levanta en lo más alto de la graciosa sierra; llenará su templo y rendido a sus pies le tributará el homenaje de éste su nunca desmentido amor; escoltará su trono durante la procesión devota y desfilará al fin como en columna de honor ante la chiquita imagen de la que es nuestro gozo y gloria!”.

Un artículo en la primera página del periódico que se acompañaba, al mismo tiempo, del poema titulado “La Virgen de la Montaña”, que le dedicara a la misma el laureado vate José María Gabriel y Galán, compuesto en Guijo de Granadilla el 15 de abril de dicho año, y en el que, entre otros versos, leemos los siguientes: 

“… que el que suba aquella cuesta y en el pecho lleve agravios,

turbias aguas en los ojos y en los hombros dura cruz,

baja alegre sin la carga con dulzuras en los labios,

con amores en el pecho y en los ojos mucha luz.

 

¡Madre mía, lo he gozado! Los dulcísimos instantes

que mis penas me tuvieron de rodillas ante ti,

fueron siglos de exquisitas dulcedumbres deleitantes

que los ríos de tus gracias derramaron sobre mí.

 

Y el oscuro peregrino que la cuesta de tu ermita

como cuesta de un calvario rendidísimo subió,

con la carga de miserias que en los hombros deposita

la ceguera de una vida que entre polvo se vivió;

descendió de tu montaña con los ojos empapados

en aquella luz que hiende las negruras del morir,

y el espíritu sereno de los hombres resignados

que sonríen santamente de la pena de vivir.

 

Asimismo el periódico “El Noticiero”, de ese mismo día, informa:

Hoy hemos tenido el gusto de saludar al mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Montaña y querido amigo nuestro D. Santos Floriano, quien nos ha manifestado que mañana a las cinco de la tarde, se bajará procesionalmente la imagen de nuestra excelsa Patrona, a la Iglesia de Santa María con toda la solemnidad que este acto requiere”.

Ya el lunes, 20 de abril, el mismo diario escribe sobre la celebración de la romería en honor de la Virgen de la Montaña:

Ayer se celebró la tradicional romería, para visitar a nuestra excelsa patrona la Virgen de la Montaña. El frite y el columpio improvisado hicieron olvidar a los cacereños los negocios y trabajos de la ciudad”.

Tras un paseo por diversas casas de las cercanías, relatando, asimismo el ambiente festivo del día, A. de Mirabal subraya: 

A continuación de la plática del Sr. Pereira se verificó la traslación procesional de la Virgen desde la ermita a la iglesia de Santa María, no interrumpiéndose durante todo el trayecto los vivas y aclamaciones a la Reina de los cielos”.

Un día de gran resonancia en Cáceres. Tanto por la celebración de la romería como por la bajada de la Virgen a la ciudad desde su Santuario. Una bajada para la que la imagen lucía un bello manto de terciopelo granate bordado en oro. Y, al tiempo, un día muy importante para los cacereños porque la extrema gravedad de la sequía que padecía la ciudad llevó a los mismos a clamar la intercesión de la Virgen para que lloviera, por fin, en Cáceres. 

El firmante de la crónica sobre la romería señala asimismo a este respecto lo siguiente:

“A la llegada de la imagen a Santa María, se entonó una salve, y los gritos de ¡agua! ¡agua! repercutieron en las bóvedas del suntuoso templo”.

Cáceres, pues, a través del grito desgarrador de sus gentes, pedía agua a la Virgen de la Montaña para salir de las preocupaciones que inundaban a los cacereños ante la carencia del líquido elemento. Como quiera que a la mañana siguiente lloviera un poco en la ciudad de Cáceres, el autor de la citada crónica de la romería expone lo siguiente:

La misericordiosa Señora ha oído las súplicas de sus amantes hijos, cuya ciega fe les hace merecedores de la clemencia del cielo, el grato olor de la tierra mojada ya se ha dejado sentir sobre nuestros esquilmados campos que tanto la necesitaban”.

Y ese mismo día Manuel Sánchez Asensio escribe otro artículo en el mismo periódico, titulado “La Sequía”, y en el que comienza con el siguiente párrafo:

En las primeras horas de la mañana de hoy ha caído una mansa lluvia, pero en tan corta cantidad que en rigor podemos decir que se haya interrumpido la pertinaz sequía”.

Asimismo señala el citado periodista:

El Imparcial que hoy se ocupa en esto de la sequía y sus remedios hace una indicación de sabor volteriano a las rogativas con que también antaño gobernantes y gobernados acudieron en busca de remedio para la pública calamidad que ahora nos aflige”.

Tras una serie de consideraciones sobre la política hidraúlica y otros planteamientos manifiesta lo que sigue:

De no negar que Dios existe, que su poder es infinito sobre la naturaleza que es obra suya, y que rige a los hombres con los decretos de su Providencia, no es posible negar la razón de las rogativas públicas”.

La rogativa celebrada en la ya ciudad de Cáceres debió de resultar de tal consistencia y pormenores, a la vista de las demandas de sus habitantes, y de tal importancia y resonancia en el panorama nacional, que inclusive la revista “Blanco y Negro”, la más importante del momento en España, publicó una fotografía con el siguiente pie de fotografía, como llamada de atención y en mayúsculas, “LA VIRGEN DE LA MONTAÑA SACADA EN ROGATIVA EN CACERES”, (con fotografía de H. Jiménez), y con un texto que manifiesta:

Otras ciudades de España, desconfiando de los recursos humanos, han invocado la protección divina, tal ha sucedido en Cáceres, donde el devoto vecindario sacó en rogativa “ad petendam pluvium” a la venerable patrona de la ciudad, Nuestra Señora de la Montaña, según puede verse en nuestra fotografía”.

El texto también señala que “No es culpa del Gobierno que no llueva, como apunta La Epoca con su habitual sensatez, pero sí de todos los Gobiernos el que tengamos mal administradas las aguas de nuestros ríos, y repartidas sin equidad alguna, y derrochadas de la manera más deplorable”.

Señalemos, finalmente, que la estancia de la Santísima Virgen de la Montaña en la hoy concatedral se alargó hasta el 27 de mayo, fecha en la que, a las cinco de la tarde, fue “trasladada procesionalmente a la ermita de su advocación”. Por lo que la imagen permaneció ni más ni menos que treinta y siete días seguidos en la ciudad. Una de las estancias más duraderas en su ya larga serie de visitas a la iglesia de Santa María para escuchar las demandas, las peticiones, las oraciones y las rogativas de sus siempre devotos fieles, siempre envuelta entre hermosos ramos y manojos de las más diversas y variadas flores, de sentimientos, de angustias, de esperanzas, de ilusiones, de sueños y de anhelos. 

Un tiempo, por cierto, en el que todos los días se celebraban en Santa María a las nueve fiesta y por la tarde rosario y salve.

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