El 27 de octubre del año 1925 se produjo en Cáceres una visita histórica. La llevada a cabo por el general Miguel Primo de Rivera, presidente del Directorio Militar y Marqués de Estella, que giró una visitó a la ciudad de Cáceres y que llevó a cabo un amplio recorrido por la provincia para interesarse por las inquietudes, los problemas y los anhelos de la población cacereña. Una visita, por tanto, de fuerte contenido político, social y festivo.
Una visita que el periódico "La Montaña", en su edición del 28 de octubre de 1926, destaca con el siguiente antetítulo de la portada: "Ha llegado el Caudillo".
Fue un día en que cerró el comercio y la vida de la ciudad se centró, a lo largo de esa jornada, en torno a la figura, a las palabras, a los gestos y a las propuestas del general Primo de Rivera y sus interlocutores. En este caso, el pueblo cacereño.
La misma coincidió con una jornada en la que hacía sol y, a la vez, un frío severo. Tan es así que el periódico "La Montaña", en la crónica escrita por su director, Narciso Maderal Vaquero, que posteriormente sería alcalde de Cáceres, señala que había "Un vientecillo que helaba la sangre, quitaba esta mañana la fuerza al sol que alegraba la ciudad".
La capital cacereña llevaba largo tiempo esperando y esmerándose en la visita de Miguel Primo de Rivera. Todo fue un arduo trabajo para revestir de las mejores galas la imagen de la ciudad con las casas profusamente engalanadas así como todo tipo de colgaduras en las balcones, ventanas y calles que lucían toda una serie de prendas de gala. Colgaduras con los colores de la bandera española, bellos reposteros, preciosos tapices. Como correspondía a un día de tan señalada importancia en el calendario histórico de Cáceres.
La entonces llamada Avenida de Armiñán, que pasaría a ser más tarde Avenida de España, fue el lugar elegido para el recibimiento a la figura del presidente del Directorio Militar. Una Avenida repleta de nativos y foráneos, engalanada de arriba a abajo con el máximo esplendor en el que se volcaron todos. Instituciones, empresas y paisanos en general. Cada uno en función de sus posibilidades.
El hecho evidente es que la Avenida de Armiñán, relatan los cronistas, presentaba un aspecto de brillantez y de lujo.
Y allí esperaba impaciente el pueblo, que desbordaba los andenes y el Paseo de Cánovas, la llegada de la comitiva oficial, mientras hacia la Avenida se dirigía la compañía del Regimiento Segovia que se encaminaba a situarse en el lugar elegido para la recepción, a fin de rendirle honores, mientras que "suenan a lo lejos las cornetas y la charanga militar. Se abre calle y con marcialidad desfila la compañía del Regimiento. Todo el mundo se descubre respetuosamente al paso de la bandera".
Y allí, en medio de la emoción sobrecogida del pueblo, se dio cita el todo Cáceres para ser testigo de una jornada de un señalado considerando en las páginas de la historia que, solo el tiempo, va juzgando en función de las características propias de la misma, tras ciento tres años de la implantación de aquel tiempo de Gobierno, con la aquiescencia del Rey Alfonso XIII.
Y allí, pues, además del paisanaje normal y corriente, que luchaba por conseguir el mejor puesto y sitio, aguardaban al General Primo de Rivera y las autoridades acompañantes "jefes y oficiales del Regimiento Segovia, clero, profesores del Instituto Nacional, Normales de Maestras y Maestros, Carabineros, Guardia Civil, oficiales del Gobierno Civil, Diputación y Ayuntamiento, Delegado de Hacienda...".
Una llegada, la del General Primo de Rivera, apoteósica y que desbordó todas las expectativas previstas por los organizadores. Y a los acordes de la Marcha Real el General pasó revista a la compañía del Regimiento Segovia, con bandera, música, banda y escuadra de gastadores y los Somatenes, tras lo que presidiría el desfile de la compañía militar.
Posteriormente el general transitó en un paseo multitudinario por la calle Alfonso XIII y la Plaza Mayor, se detuvo en el Palacio de Camarena, admiró el milagroso Cristo de Carvajales, presidió la recepción en el Ayuntamiento, mil niños desfilaron con la bandera de España, disfrutó del sabor del Palacio de los Golfines, de la perspectiva de San Mateo y del Instituto.
Más tarde, como debe de ser, tuvo lugar un banquete en la Diputación Provincial. El mismo fue servido por la Casa Montalbán y el menú estaba compuesto de:Huevos Axdír, merluza salsa Robert, ternera con champignon, guisantes a lo franco-española, fiambres al Aspí, crema Santa Catalina, tartas reales, dulces, pastas y frutas variadas. También, claro, café, habanos, licores nacionales. Los vinos fueron Rioja tinto y blanco y, por último, champagne Domecq.
A los postres, como marca la tradición, discursos. El Gobernador Civil, José García Crespo, mostró su orgullo por la presencia del General Primo de Rivera en Cáceres, manifestó que "os debemos la seguridad de la Patria y la garantía de las personas", afirmó que "Salvasteis a España y supisteis evitar una catástrofe al unir vuestra suerte al glorioso destino de Africa" y fue valiente cuando se atrevió a ofrecer al Marqués de Estella "los alientos espirituales de una región que ha sabido ser resignada hasta en el olvido".
Los cuatrocientos comensales aplaudieron largamente la intervención, profunda y clara, del Gobernador Civil.
Por su parte el General Primo de Rivera agradeció la ayuda de todos al Movimiento del 13 de Septiembre. Una parte de la historia de España, que ya queda muy atrás. Aunque el hecho evidente es que, siete años después, tuvo que dimitir y exiliarse a París.
Pero añadió: "Cáceres puede servir de ejemplo para las virtudes ciudadanas". Y dijo, además: "Y esto tiene una gran importancia, cuando no está lejos el día en que vuelva un poder civil a guiar los destinos de la nación. Con ello conseguiremos una evolución en la historia de España, porque habremos conseguido levantar colectivamente la moral de la patria y con ellos España habrá encontrado el verdadero remedio a su mal".
NOTAS:
(1) En la fotografía se ve al General Primo de Rivera camino del Ayuntamiento de Cáceres con las autoridades. Entonces el presidente de la Diputación era Gonzalo López Montenegro, el gobernador civil García Crespo y el alcalde de la ciudad Arturo Aranguren.
(2) Como dato anecdótico señalemos que Miguel Primo de Rivera llegó a ser primer Teniente del Regimiento de Extremadura.