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FRANCISCO DE SANDE, FUNDADOR DE NUEVA CACERES EN FILIPINAS

09 marzo 2016

Francisco de Sande, cacereño él, que naciera en la calle que hoy lleva su nombre, es una página se señalada referencia en la historia.

Francisco de Sande, (1540-1602), perteneciente a una familia hidalga de Cáceres, emparenta con los Ovando, los Ulloa y los Paredes, fue otro expedicionario que se embarcó hacia las Indias y la Filipinas colonial, fundando en 1575 la villa de Nueva Cáceres, en la región de Camarines del Sur. Y llegó a ser Gobiernador General y Capitán General de Filipinas.

Aunque su nombre, el de Francisco de Sande, no tiene sin embargo, allá en las páginas de la historia, las razones de consistencia de los Pizarro, Hernán Cortés, etc. Y eso que peleó a base de bien en Filipinas y, sobre todo, en Bormeo, donde pudo haberse dejado el alma. Y de hecho, algo de su vida, entre combates, peleas, batallas, luchas y guerras, sí que dejó, sí.

Francisco de Sande era hijo de Pedro de Sande y de Francisca Picón, y había nacido en la cacereña calle que hoy lleva su nombre. El mismo estudió Derecho Canónico en las Universidades de Salamanca y de Sevilla. Durante su estancia en la ciudad hispalense logró entrar en contacto y mantener buena relación de amistad con don Juan de Ovando, a la sazón prebendado. O sea de dignidad eclesial ejerciente en la Catedral de Sevilla y provisor del Arzobispado.

Gracias a ello dio un gran impulso a su trayectoria histórico-política ya que en el correr de 1568 fue nombrado Alcalde del Crimen en la Audiencia de México, recién creada la misma por el Rey Felipe II. No obstante y en el ejercicio y desempeño de su empleo y de sus funciones ya dejó constancia de su severidad y dureza, según explicita en un texto, que dice "la energía de su carácter, rayano en la crueldad más refinada, en opinión de alguno de sus detractores".

Lo que no resulta óbice alguno para que, muy poco tiempo después, el cacereño Francisco de Sandecon calle en Cáceres, por cierto, pasa a ejercer como Oidor de dicha Audiencia, interviniendo en la pacificación y represión de los chichimecas, una denominación despectiva de los aztecas a una serie de pueblos indígenas al norte y este de México.

De resultas de su labor, a la satisfacción del Reino, en 1574, mediante cédula real del 6 de abril, Francisco de Sande es nombrado por Felipe II como XXI Gobernador General, el primero civil, tras veinte militares, y Capitán General de Filipinas. Entre las claúsulas de sus funciones se especifica que todo sea “así para el buen gobierno de aquellas Yslas, como para la población y pacificación de ellas y para la instrucción y conversión de los naturales a nuestra santa Fee Cathólica”.

También se le indica que, al constituir las Filipinas un archipiélago completamente desconocido, se le pide el máximo esfuerzo para proceder a un análisis y estudio pormenorizado del territorio en todas sus características que iban desde la extensión geográfica a la población y a todas aquellas cuentas particularidades pudieran repercutir en beneficio de la Hacienda.

Toda una muy compleja misión y reto, de señaladas adversidades y dificultades, más aún teniendo en consideración, además de la época, la carencia de efectivos personales así como la falta, también de los correspondientes recursos económico-administrativos para la larga lista de apartados y especificidades que se detallan y relatan, de modo muy pormenorizado, en las directrices de la Corona.

Además, asimismo, Francisco de Sande, también tuvo que conquistar Bormeo, tras las más cruentas peleas, y en las que no cejó en presentar firmes y contundentes batallas para conseguir arrebatar a los moros la plaza.

Igualmente, dentro de todas las múltiples serie de exigencias que conllevaba la misión a desempeñar, por mandato expreso de Su Majestad el Rey Felipe II, procedió a encargar al capitán Pedro de Chaves la ocupación de las provincias de Camarines, codiciadas "por su abundancia de oro y prosiguiera la conquista de las demás islas cercanas".

Fue un tiempo en el que Francisco de Sande decidió fundar la ciudad de Nueva Cáceres, en homenaje a la tierra que le vio nacer, en la década de los años treinta del siglo XVI, aunque algunos especifican más concretamente que pudo haber venido al mundo en 1540. Tan solo unos años más tarde el Papa Clemente VIII erige su diócesis unos años después.

Para ello el Capitán Pedro de Chaves tuvo en cuenta numerosas peculiaridades que van desde una zona saludable a la fertilidad para los alimentos, la cría de ganados y hasta "la posibilidad de dotar a las futuras poblaciones de regadíos", la proximidad del agua o la orientación hacia la parte del oriente. El caso era crear una ciudad importante y con señalados visos y expectativas de futuro.

En el Pliego de Ordenanzas para la creación de la ciudad de Nueva Cáceres, entre numerosas consideraciones de todo tipo y condición, se destaca, al tiempo, que "De mayor interés práctico, si cabe, es el privilegio de las “minas de oro y plata y otros minerales y salinas y pesquerías de perlas,que oviere en el dicho término”.

Con todo ello el Capitán Pedro de Chaves la ciudad de Nueva Cáceres a las orillas del Río Bicól. mientras tenía muy en cuenta, siguiendo las Ordenanzas de Población, la “existencia en el distrito de muchas minas e lavaderos de oro”, ya que, según el mismo Juan Arce, “en poco tiempo ha ydo en aumento y ay esperança de yr a más cada día, por ser la tierra sana y bien poblada para lo de acá y aver en el distrito muchas minas e lavaderos de oro”.

 También es de destacar la más que insistente preocupación de Francisco de Sande, durante su labor en Filipinas por el predicamento religioso, un aspecto en el que insistió hasta la saciedad, reclamando, de modo permanente la presencia de clérigos que divulguen por todas partes los Santos Evangelios de la cristiandad, destacándose que un elemento fundamental radica en posibilitar, como sea, la pacificación.

Una labor que se encarga a los religiosos con el objetivo de tratar de llevar y conducir a los indios al “gremio de la santa Yglesia y a nuestra obediençia”.

Mientras tanto el tiempo va transcurriendo y los seis años de duración del acuerdo por el que el cacereño Francisco de Sande ejerce el Gobierno y la Capitanía General de Filipinas, en el año 1580 Felipe II decide cambiarle de puesto, trasladándole, de nuevo, a Oidor de la Real Audiencia de México, al tiempo que Su Majestad el Rey procedía a distinguirle ni más ni menos que con la merced de la Cruz y Hábito de la Orden de Santiago. Lo que demuestra el alto aprecio real por la figura, la labor, el trabajo y la lealtad de Francisco de Sande a la Corona.

Posteriormente, en el año 1593, pasa a ser nombrado como Visitador de la Real Audiencia de Guatemala, más tarde se le designa al frente de la Real Audiencia de Santa Fe y en el transcurrir del año obtiene el nombramiento de Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada.

Un cargo en el que, al parecer, como en otros anteriores desempeñados a lo largo y ancho de su más que dilatada trayectoria, acaparó numerosas protestas, por lo que es conocido de su agrio carácter, y su modo de actuar, hasta el extremo de que determinados sectores sociales pasan a conocerle como el doctor Sangre.

Incluso en el Blog Blasones se define a Francisco de Sande como "Hombre de recio carácter, audaz y emprendedor, ambicioso y decidido, firme en el mantenimiento de su autoridad, sesudo varón de letras y a la vez valeroso hombre de armas, con frecuencia retraído y poco sociable".

Asimismo el mencionado Blog subraya de modo firme que "Su forma de actuar, su violencia verbal y otras excepciones originaron numerosas denuncias a su paso por diversos lugares".

Tales fueron las quejas sobre sus actuaciones y determinaciones que el Consejo de Indias decidió desterrarle a la Villa de Leiva donde fallecería en el año 1602, aunque, según algunas fuentes, el mismo, más allá de la dureza, la crudeza y las severidades del destierro, podría haber muerto en circunstancias poco claras.

Francisco de Sande procedió a matrimoniar a los 56 años de edad con la hidalga y rica heredera doña Ana de Mesa, de 27 años. A su fallecimiento su viuda, cuyos hijos que alcanzaron el ser nombrados Señores de Valdemoros, pleitearon, de forma firme y muy ardua, intentando hacerse con las riquezas que el mismo había conseguido en el desempeño de su historial de tan altos cargos y responsabilidades como las que detentara en la vida que queda expuesta líneas atrás, aunque se cuestiona mucho la obtención de su patrimonio y que en arrobas de oro y esmeraldas podría haber tenido un equivalente de ni más ni menos que de 60.000 ducados de oro.

Riquezas con las que se hizo, al parecer, su hermano, Martín de Sande, y a quien pidió cuentas doña Ana de Mesa. La fortuna había desaparecido. Y es que Martín de Sande, que ejercía como fraile franciscano, desempeñando el cargo de electo provincial, tanto en Guatemala como en el Nuevo Reino, perseguía una prelatura episcopal, por lo que con los dineros de su hermano obsequiaba, de forma ampulosa, al Duque de Lerma. Y es que no hay que olvidar, en este sentido, por un lado el gran poder de la Corona para, inclusive, las designaciones de las altas magistraturas de la Iglesia, y que, además, Francisco de Sandoval-Rojas Borja era el Valido de Su Majetad Felipe III y, por tanto, el hombre más cercano de mayor confianza del Rey. Pero 60.000 ducados de oro, por volver atrás, era una fortuna verdaderamente importante como para haberse evaporado así como así.

El ambicioso fraile Martín de Sande, que acompañaba a su hermano allá donde fuera que fuese, fue condenado por los tribunales eclesiásticos con el destierro al convento de Trujillo hasta su fallecimiento.

Finalmente es de señalar que en el año 1919, tras la caída del imperio español, la mayor parte de Nueva Cáceres pasó a pertenecer al municipio de Naga. Una populosa ciudad que hoy guarda aún el nombre de una Plaza, denominada Nueva Cáceres, donde todos los años se celebra la conmemoración en recuerdo de su fundación, como Nueva Cáceres es el nombre de su Universidad.

Y todo gracias a un cacereño llamado Francisco de Sande y Picón.

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Angel Ruiz Cano-Cort?s 00:17 10 marzo 2016

Excelente y documentado relato sobre una figura hist?rica cacere?a olvidada, que por su trayectoria merece ser recuperada y eso es lo que con gran precisi?n y lujo de detalles hace Juan de la Cruz, reivindicando as? presencia de C?ceres en las Islas Filipinas, como hicieron los ingleses al "bautizar" la ciudad de Nueva York. Con igual derecho Don Francisco de Sande y Pic?n "bautiz?" Nueva C?ceres.

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