Ya falta menos para la celebración de las próximas elecciones generales. Desde el 20-D apenas si hemos leído y escuchado hablar de políticas con presentación de proyectos encaminados hacia la recuperación y estabilidad económica y social, de capacidad de reflexión y entendimiento de y entre los actores políticos, de defensa a ultranza de la sociedad. Tampoco de las angustias que padecen en sus carnes los 4,5 millones de parados ni los cientos de miles de setecientos euristas que en el país son. Quizás es que el problema, tal vez, no sea la asfixia económica de los mismos y que a una gran parte del espectro político, por lo que parece, ni les va ni les viene.
Ante un cambio de ciclo como el que se está larvando e inseminando en la sociedad, de verdaderas complejidades, sociales, económicas, políticas, institucionales, --ahora que las principales fuerzas políticas quieren ejercitar su acelerada pretensión a unos pactos de entendimientos, aunque nadie sabe ni con quién ni hasta dónde--, sorprende cómo, a estas alturas, las declaraciones de los líderes de las diferentes formaciones políticas, injertadas en una merecumbé de señalados ridículos, los debates y tertulias en diversas emisoras y televisiones más puedan semejar un show ante el "queme" ciudadano provocado por la desesperanza y la frustración generada desde quienes controlaron y controlan la economía, que es la madre de todas las batallas electorales, sociales y ciudadanas.
Tras el golpe asestado el pasado sábado por Susana Díaz, presidenta de Andalucía a Pedro Sánchez, ya que la misma rechaza el pacto con Podemos y dobló el pulso al todavía Secretario General para la celebración de las primarias y el Congreso del PSOE para la celebración del mismo en mayo, por tanto antes que se celebrasen --en su caso-- las elecciones generales y dejar abierto y sangrando el melón del candidato o de la candidata, el panorama que se dibuja sería: Un PSOE dividido y en grave trance de fragmentación tras haber obtenido el 20-D el peor resultado de su historia, un crecimiento de Podemos que fagocitaría a los socialistas, un ligero incremento del PP y una quizás determinada bajada de Ciudadanos. Con lo que los resultados de unos próximos comicios no resultarían muy diferentes del actual reparto parlamentario.
¿No son, por tanto, tales deducciones, de la suficiente consistencia como para proceder al cambio del cartel electoral de las dos principales fuerzas políticas y posibilitar líderes e imágenes de mayor capacidad de entendimiento, que falta hace, que falta va a hacer, más allá de la tozudez de ambos dos en seguir soñando con la moqueta, el boato, el poder y el morbo que emana de la presidencia del Gobierno?
Más allá de este grave problema político nos encontramos: La Infanta Cristina, hija de Rey y hermana de Rey, se sentará en el banquillo con su marido Iñaki Urdangarín, por el Caso Nóos, la ambición desmedida; Jordi Pujol, aquel de la famosa frase en una entrevista en una cadena de televisión "¡Qué coño es eso de la UDEF!" (Unidad de Delitos Económicos y Fiscales de la Guardia Civil), podría tener hasta 3000 millones de euros en paraísos fiscales (El Mundo y Eduardo Inda dixit); el caso de los ERE´s de Andalucía que podría ascender hasta una evaporación de 2500 millones de euros, ay, de los parados; Bárcenas, ex tesorero del popular afilando cuchillos porque, cuentan, que podría poseer bombas de relojería contra la dirección del PP; las investigaciones que se van cerrando sobre la supuesta financiación ilegal de Podemos; el Caso Taula estallándole al PP en la cara y forzando de urgencia a una Comisión Gestora en Valencia, lo que, en otro escenario postelectoral no habrían hecho desde los despachos de la planta noble de la calle Génova; Bankia, golpeada otra vez, ahora con las preferentes; el estado comatoso de Catalunya Caixa, que cerró de urgencia las oficinas en toda España menos en Cataluña y Comunidad Valenciana... Y lo que queda por salir en los próximos días según cuentan algunos avezados conocedores de los entresijos.
Mientras tanto ahí está la figura de un tal Carles Puigdemont, presidente de Cataluña, una Comunidad que arde tras el bochorno y sonrojante discurso de investidura, de hace escasas semanas, en el que solo habló de secesionismo y de independencia, activando los mecanismos de la desconexión con España.
Al medio: Mordidas, comisiones, degeneración de parte de la clase política ante la que muchos mandos de las principales fuerzas han estado haciendo la vista gorda. Ellos sabrán por qué. Ahora, de repente, todos parecen pronunciar palabras de condena sobre los corruptos y presuntos corruptos. Y hasta hablan, en una verborrea cansina, de transparencia.
Más allá: 4,5 millones de parados, cientos de miles de setecientos u ochocientos euristas, miles de jóvenes, universitarios o no, en el extranjero o camino de, puertas abiertas a la inmigración que, sin papeles y sin trabajo, llega desbocadamente a España donde, al poner pie en el suelo, ya disponen de una paga del Estado y ayudas alimentarias. Y, al tiempo, paradojas del destino, cuasi contención salarial entre trabajadores y pensionistas e incansable subida del costo de la vida, incluidos los alimentos básicos.
Y, también, coches oficiales. tarjetas sin límite, asesores a gogó, personal de confianza, secretarias, viajes, dietas, adjudicaciones, contratos, contratas, ordenadores, tablets, teléfonos móviles, gastos de representación, comilonas, cenorras... . Y, en los últimos años, obras faraónicas de las que, además, muchos que guardan silencio, vergonzantemente, en sus guaridas de retiro, deberían de dar cuentas.
Políticos acostumbrados a no rendir cuentas a nadie de las gestiones, porque se vive muy bien disparando con la pólvora del Rey, como se dice coloquialmente, que sale de nuestros bolsillos, en un país que parte de esta clase política ha convertido en un estado pavorosamente impositivo...
Mientras tanto, unos no se ponen de acuerdo en el Parlamento para formar Gobierno, otros se pelean por ocupar un escaño allá o acullá, otros no se van ni echándoles calderos de agua caliente encima, otros prestan escaños a independentistas para formar grupo parlamentario en el Senado, otros, que desconocen la historia de España, cambian el ritmo de su cultura y de su trayectoria vital allá donde gobiernan alcaldías con alcaldadas... Y nadie, nadie, nadie, presenta un proyecto de mejora en la economía, en el sentido de la convivencia, en la cultura, en conocer la historia de España, en transmitir esfuerzos para poder generar un ápice de ilusión en todos, pero, más aún, en los parados y en los más jóvenes.
Por lo que, como consecuencia, se está generando un clima de inestabilidad social, de inestabilidad económica, de desconfianza inversora, de grave inestabilidad política e institucional...
Este sería, por tanto, el bosquejo del periodista, metido a pintor con sus palabras, y esbozar en el lienzo del folio un cuadro que podría titularse: "Paisaje ante una probable batalla electoral...".
Todo ello, claro es, salvo error, omisión, otras opiniones o cambio de posiciones en las fichas del tablero en el que se disputa una durísima partida en la que quienes tienen el deber sagrado de esmerarse apenas tienen en cuenta la severidad y crudeza que existe en determinados sectores ciudadanos.
Y, como decía alguien, esto es lo poquísimo que se puede demostrar. Y lo mucho que queda por salir.
Días han de llegar, no obstante lo anterior, pues, de muchas refriegas políticas, de graves crisis económico-político-ansiolíticas.
Sea como sea, salvo error, omisión, o mejor opinión, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, la tozudez popular y socialista, que está dañando de severidad el marco convivencial, aunque ambos dos continúan erre que erre en sus historias y batallas personales, aún no han tenido el coraje, la sensatez, la moral, el honor, de dar un paso atrás y fomentar negociaciones con y entre otros líderes. Adolfo Suárez sí lo hizo tras haber dejado atrás los Pactos de La Moncloa y la Constitución, olvidándose del pasado, y forzando un debate con personalidades políticas tan diferentes (Años 1977 y 1978), como Felipe González, Manuel Fraga y Santiago Carrillo, sindicatos y empresarios.