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  • 22 dic 2024

Vara y la crisis socioeconómica extremeña

20 enero 2016

Vara tiene el deber de evitar una nueva sangría migratoria de extremeños que podría estar acercándose de forma sigilosa

Entre los años 1950 y 1980 la región extremeña padeció una inmensa y cruel sangría migratoria. Una hemorragia que se llevó por delante, aproximadamente, a más de un millón doscientas mil paisanos. Una cifra que varía, de forma mínima, según los diversos estudios.

Hombres y mujeres de Extremadura que, en función del desarrollismo y de la socioeconomía que se iba imponiendo en aquellos tiempos, veían, cómo el campo de sus amores, de su historia, de su vida, de su cultura, de sus paisajes, de sus tradiciones, de su futuro, iba quedando cada día más relegado, cada día menos atendido, cada día más olvidado. Entre silencios de Madrid y silencios de Extremadura.

Una decisión de las políticas del Gobierno que marcaba al tiempo, claramente, unas directrices que forzaba, en definitiva, a que tantos y tantos extremeños tuvieran que tomar la durísima y siempre delicada determinación de romper con su pueblo y su familia en la búsqueda desesperada de nuevos caminos, porque la industrialización apostaba por los grandes polos de desarrollo, se abrían nuevas expectativas, tanto en otras regiones como en determinados países, y allá que comenzaron a desfilar, entre lágrimas, riadas y riadas de gentes extremeñas.

Comenzaba a quedar atrás todo un mundo de sensibilidades y de estampas emocionales, de honduras y de raigambres, de identidades populares y de sabor humano... Y comenzaba a perfilarse, al mismo tiempo, el panorama de ese desmoronamiento sensitivo de numerosos pueblos y ciudades de Extremadura en medio de las estampas más dolorosas que jamás se pudieran imaginar. Pueblos que comenzaban a perder, con la marcha de sus brazos más jóvenes, un señalado caudal de anhelos, mientras se quebraban las ramas del árbol de dichas poblaciones, con esa lenta, dura, dramática sangría migratoria, que ha sido denominada en numerosas ocasiones y estamentos como la página histórico-social más dramática de Extremadura.

Pueblos que se van perdiendo y arrinconando en sus olvidos y silencios por mucho que hoy en día pasen por los caminos de los mismos determinadas vías de desarrollo. Pero, el hecho que parece evidente, es que, aquella pérdida de población desarmonizaba el futuro de los pueblos, laceraba sus expectativas e inquietudes de progreso y anhelos de vida, flagelaba ilusiones de jóvenes y mayores, rompía y sesgaba familias, como si a nadie le importara el dolor de alma de los emigrantes extremeños... Al mismo tiempo se abría una impresionante herida, jamás cerrada, en la historia, en la sensibilidad, en la hondura, en los marchamos de futuro de los municipios extremeños crujidos por el rayo de la ira maldita --por culpa de los programas económico-industriales-- que tantos surcos quebraron con secuelas eternas en tales poblaciones.   

Lo saben, y bien, los habitantes de los municipios extremeños, atravesados por el rayo inhumano de la emigración y sus circunstancias. Lo saben, y bien, los gestores y planificadores de esa socioeconomía industrial que arrasaba en los pueblos de Extremadura. Lo saben y bien muchos que hoy, quizás, si tuvieran conciencia, sentirían, en sus carnes y en su alma, el dolor de la llaga migratoria entre adioses de alejamiento casi de por vida de la tierra que les viera nacer. El campo y el panorama agrícola-rural, pues, y como consecuencia tantos derivados de la misma, comenzaban a estremecerse de pena y de penalidades. 

Cuentan ahora algunos medios, algunas políticas, algunos sondeos de planificación de futuro, que se podrían estar abriendo las puertas a una segunda riada migratoria por mor de las circunstancias de la crisis social, económica e industrial. Y que la misma ya podría  estar generando las primeras alarmas con el incremento de las cifras de paro, con el aumento del déficit público, con la escasez de miradas inversoras en Extremadura, con la gravedad de la crisis, con el desasosiego de los más jóvenes que estarían comenzando a sentirse inmersos poco a poco, y casi sin notarlo, en medio del vendaval migratorio que todo lo arrasa.

Ante ello se hace preciso que los rectores del gobierno y las instituciones de Extremadura, con Guillermo Fernández Vara a la cabeza, tengan la sacrosanta voluntad de coordinar todo tipo de acciones preventivas y evitar un nuevo desmoronamiento social, económico y humano de la región.

Sin querer pecar de alarmistas, en medio de la crisis institucional española y de la gravedad de las propias políticas derivadas de la realidad económica y sus adversidades, que en nuestra región parecen irse acentuando, sería conveniente que los líderes políticos, las fuerzas empresariales, los dirigentes sindicales, las entidades de relieve, como es el caso de la propia Universidad, y otras, pongan en marcha todos los mecanismos, todos los esfuerzos y proyectos, todos los estudios, para generar las alternativas idóneas y frenar las primeras marejadillas de una hipotética y nueva riada para, sobre y contra Extremadura, porque la misma podría generar muy graves complejidades en la Comunidad Autónoma.

Se trata, sencillamente y ni más ni menos, que del futuro de miles de jóvenes extremeños, de miles de familias, de miles de expectativas, de miles de semillas que nadie, bajo ningún concepto, debe de permitir que sean arrasadas cualquier día por el viento del olvido político, de los silencios y de las actitudes más enérgicas de quienes pudieran evitarlo.

Como ya pasara en aquellos años comprendidos entre 1950 y 1980 y que se llevó por delante ni más ni menos que un millón doscientos mil extremeños.

      

OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Julian Gil Nevado 19:45 06 septiembre 2016

De acuerdo, pero hay que vigilar a los pol?ticos, a tantos pol?ticos -- Cuantos pol?ticos trabajan para y por el partido, cuantos para bien de Extremadura y su gente y cuantos por el sueldo y otros intereses??? as? andamus

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