Y Mahoma su profeta. La canalla yihadista ha vuelto a asesinar, de forma indiscriminada, bajo el grito ¿religioso? de "¡Alá est grand...!", a ciento veintisiete ciudadanos, mientras el Estado Islámico, al reivindicar el atentado, ha dejado constancia expresa y gravemente amenazadora el mensaje, dramático, enloquecedor, de que "No vivireis en paz y que solo es el principio de la tempestad". Y, lamentablemente, el yihadismo islámico se encuentra en la senda de cumplir el viaje y el destino de su irracionalidad y de sus locuras.
Un acto salvaje, inhumano, cruel, propio de animales salvajes, de alimañas, con perdón de los animales salvajes y hasta de las alimañanas, que, un año y medio después de la masacre cometida en la revista satírica francesa Charlie Hebdo, siguen campando a sus anchas, con las fronteras de buena parte del mundo occidental abiertas de par, donde se les da cobijo, se les facilitan ayudas económicas, de tipo sanitaria, coberturas sociales, solidaridad a raudales y toda la sensibilidad del ser humano en la generosidad occidental...
Pero a estas horas, tres días después de los gravísimos ataques criminales cometido en la noche del pasado viernes, ningún líder político religioso de la Comunidad Islámica ha condenado el atentado. Porque no es lo suyo.
Mientras el mundo asiste consternado a este escenario de locura, con el terror de saber que el yihadismo seguirá atentado de modo cruel e indiscriminado, en esta espiral criminal, sorprende que los grandes líderes occidentales, Hollande, Obama, Merkel, Rajoy, y otros, con los avances tecnológicos propios del siglo XXI, teniendo absolutamente controlado el estado islamita, geográficamente hablando, como todos sabemos, no hayan sido capaces de reaccionar, más allá de aquella manifestación por los Campos Elíseos parisinos en enero del pasado año. Y que quedó, sencillamente, en un gesto para la galería, lamentable y difícil de entender. Tal como ha demostrado el paso del tiempo.
A la vez los islamitas se expanden por todas partes, gracias a la sensibilidad humana de la sociedad, se les deja construir mezquitas, imponer su libertad de acción, a la vez que tratan de expandir paulatinamente sus costumbres, sus hábitos, su cultura ¿religiosa? en el mundo que les abre los brazos hermanos de la solidaridad.
Y me sorprende, a mí mismo, la interrogante mientras el Papa Francisco, consternado, sigue luchando casi en solitario, hablando desde coordenadas profundamente morales, espirituales religiosas, y, sobre todo, humanas, por acercar la filosofía del catolicismo a los más débiles, a los más necesitados, a los más desamparados, en un gesto insuperable por ninguna otra religión.
Pero con los asesinos, con los criminales, con los fanáticos yihadistas, con la bomba en una mano, con la metralleta en otra, sin ideas religiosas ni políticas ni culturales, ni tan siquera humanas ni humanitarias, que crecen y tratan de seguir creciendo desde el terror más cruel, parece imposible el diálogo de la cooperación, de la ayuda y del tratar de caminar todos juntos por la misma senda hacia el mejor orden mundial y, claro es, hacia la paz.
Los criminales atentados del pasado viernes se conforman como una auténtica canallada asesina al tiempo que el grito de los disparos, de los ametrallamientos, de la explosión de las bombas de su cobardía y de su enloquecimiento, quizás porque no tienen nada que perder, el sorprendente grito de "¡Alá est grand...!", tiñe de sangre, hoy, el alma de millones de franceses y de cientos de millones de personas solidarias con el país galo, desde todos los medios informativos y las redes sociales impregnadas de homenaje a las mismas y el mayor respeto, cariño y solidaridad con la dolorida Francia, herida en el alma.
Y si Alá est grand que sea lAlá quien cobije al yihadismo islamita en sus planteamientos, en sus actuaciones y en sus ejecuciones criminales que, se supone, no figuran en El Corán. Salvo, claro es, error u omisión.
Pero el hecho evidente es que el Estado Islámico, aunque haya excepciones, prosigue una escalada bélica e imparable de terror ante la sociedad occidental, siempre tan generosa y solidaria, a la vez que los grandes líderes y también responsables mundiales, ya quedan citados algunos, Obama, Merkel, Hollande, Rajoy, deberían de involucrarse con mucho más sentido de la gravísima realidad y futuro que se cierne de la mano de los yihadistas que están dispuestos a todo porque solo les preocupa gritar, desde su desconocimiento e incultura histórico-política-religiosa, gritar "¡Alá est grand...!"...
Sí, pero con una ametralladora y una bomba en las manos, y dejar, como en la noche del viernes, ciento veintisiete muertos y un clima de miedo de señalada gravedad que trata de desequilibrar la teórica paz mundial ciñendo al mundo en un terror que, lamentablemente, vaya a más en un futuro a muy corto plazo.
Salvo que los líderes occidentales actúen de inmediato y den la debida respuesta a la gravísima epidemia de los asesinos yihadistas.
Rosy 13:05 16 noviembre 2015