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EL PELLEJO DE VARA

08 julio 2015

Guillermo Fernández Vara acaba de manifestar, tras tomar posesión como presidente de la Junta de Extremadura, que llega al cargo para servir...

Guillermo Fernández Vara acaba de manifestar, tras tomar posesión como presidente de la Junta de Extremadura, que llega al cargo para servir. Es que tiene que servir y dejarse el pellejo y la piel a tiras por la Comunidad Autónoma, como se suele decir coloquialmente. Lo que no es más que entender el mensaje que lanzó el pueblo extremeño el 24-M.

A fe que es lo que le han pedido los ciudadanos, que le han negado la mayoría absoluta, que han hecho retroceder a los populares, que han puesto a los seis podemitas en el papel de moderadores, que probablemente no se paren en barras en sus exigencias, si apreciamos determinadas actuaciones de estos últimos en otras ciudades y autonomías.

Si bien, claro, Vara va a gobernar con la necesidad del entendimiento con Podemos. Lo cual, para no engañarse ni engañarnos, ofrece un papel complejo para abordar, con las tijeras presupuestarias en la mano, acorde con la severidad de la crisis, el futuro de Extremadura. Porque Vara va a gobernar con una mano en el PSOE y la otra en Podemos, que le va a exigir mucho, acaso hasta la extenuación y en función de su propio interés mirando a las elecciones generales. Además, claro es, del marcaje al que le va someter el gobierno de Mariano Rajoy, al menos hasta los próximos comicios. Así es de lamentable, contradictoria y perniciosa, la política. Como sucediera al revés en otros tiempos.

Todo eso y más lo sabe Guillermo Fernández Vara, que casi niega el saludo tras su elección como presidente a José Antonio Monago, mientras todos recordábamos que ya le espetó durante su discurso de investidura que nunca más le pondría la otra mejilla. Y algo de culpa tiene en todo eso, además del carácter de Monago, la filosofía política del hoy abatido y derrotado Pedro Escobar.

Pero Vara lo va a tener muy difícil. Porque Podemos, que maneja una parte importante de las riendas para facilitar cierta estabilidad y tranquilidad, es un partido que se está caracterizando por su intransigencia, por su exigencia, por su rebeldía contestataria y por su imposición en determinados planteamientos allá donde se le ocurran. Ejemplos ya estamos viendo a montones. Por lo que la política hoy ya no es el arte de lo posible. Sino que se ha transformado en el arte de casi lo imposible.

La Extremadura de hoy lo primero que necesita es una línea de reflexión profunda para clarificar y abordar el campo de las dinámicas asistenciales, sociales económicas, industriales, políticas, siempre desarrollistas y equitativas al máximo. Y, posteriormente, un diálogo intenso, en una mesa redonda de negociaciones, de diálogo, de convergencia, desde la contemporización, el esfuerzo, la aproximación de posiciones y con la mirada puesta en el beneficio de la región.

La realidad, que es harto tozuda, demuestra que Extremadura necesita un gobierno que se vuelque con su gente, con sus problemas, con sus inquietudes, con sus necesidades, y que como señalábamos al principio, con gobernantes que se dejen el pellejo por la tierra. Que se aleje de fastos innecesarios y hasta de tiempos cuasi imperiales. Que pise el barro de la calle y que se funda con las necesidades imperiosas del pueblo. Que sea eminentemente reivindicativo, transparente, social y que marche al compás y grado de exigencia de los tiempos.

Sin olvidar, claro es, que el 24-M ha marcado una determinada senda emanada de las urnas y con la particularidad de que muchos votantes tradicionales del PP y del PSOE decidieron abstenerse por las duras y severas políticas económicas de Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy que han castigado duramente a la clase media, a los pensionistas, a los de la nómina, a los más desfavorecidos, a base de políticas tributarias e impositivas y desnivelando, de forma clara, el coste de la subida de la vida. Lo que en términos económico se llama IPC.

Y mientras se marcan dos nuevos caminos por el centro-derecha, Ciudadanos, y por la izquierda, Podemos, la sociedad extremeña, más allá de los cien días de confianza para observar los primeros movimientos del nuevo diseño político urge y requiere del más firme compromiso del Gobierno regional para cambiar las políticas de la tierra en numerosos terrenos. Sobre todo porque se trata de una necesidad inminente.

En esta hora habrá que recordarle a Guillermo Fernández Vara y a sus socios de tanto peso en la gobernabilidad de nuestra Comunidad Autónoma, aunque no lo aparenten, que ni es oro todo lo que reluce ni que todo el monte es orégano.

Extremadura, lo saben bien ellos, que se encuentran con la guía de los destinos de la región, se encuentra en una situación muy delicada, en la que se imponen las medidas de ayuda a la sociedad, de facilitar servicios a los más desasistidos, de dejarse de lujosas representaciones festivaleras, de viajes placenteros revestidos de servicios políticos, de obras faraónicas, de gestiones y actuaciones innecesarias, de sumisiones tercermundistas al mando de los titulares de la Junta, de las consejerías, de las direcciones generales.

Con el 24-M, Extremadura quiere, porque la necesita, la máxima y más eficaz transparencia y desarrollo en todos los caminos. Desde la cultura hasta la atención al sector rural, siempre tan abandonado, siempre emigrante, siempre dejando atrás familias, campos, tradiciones, historia, y convirtiéndolo en un erial, del que tan alejado han estado sus gobernantes, y desde los servicios sociales más urgentes hasta la demostración palpable de que sus dirigentes, como ha dicho Vara, vienen a servir. Es que tienen que servir. Y dejarse el pellejo en el camino.

A ver si es verdad.

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