El correr de los tiempos nos sitúa en el año 1.491. Doscientos sesenta y dos años después de la conquista de la antigua Qazris arrebatada a los almohades por las tropas cristianas del rey Alfonso IX. Por aquel entonces tan solo unas siete mil quinientas almas cacereñas moraban en la villa, además de unos quinientos judíos.
Cáceres ya disponía de sus Fueros para ordenar la vida poblacional, en lo que hace referencia a aspectos como la propia convivencia de la sociedad, la regulación de los mercados, la siempre sangrante carga de los impuestos, la normativa del comercio, la concesión de tierras, casas y ganados a quienes se asentaren como vecinos y sus obligaciones y derechos.
Más llegados a este punto la Reina Isabel la Católica, allá por el año 1.491, impone en Cáceres una regulación para las casas del oficio más viejo del mundo, por exponerlo de forma coloquial, lugares donde se ejercía y llevaba a cabo la prostitución. En su redacción se señala textualmente, que "Ha de elegirse lugar conveniente fuera de la población, donde menos perjuicio se haga al vecindario para construir las casas donde deben habitar las mujeres del pecado". Con lo que se podría subrayar que la Reina Isabel la Católica certificaba en la Villa cacereña, con carta de naturaleza, con la normativa expuesta, el reconocimiento de las casas de pecado, vulgo prostíbulos o burdeles, que se deslizaban por algunos otros lugares de la Villa, se supone, claro, que de forma clandestina.
Se trataba, pues, de alejar a las mismas de las mujeres de vida recta y honesta, exigiendo que vivieran en las mancebías y dictando que han de mostrar una señal visible que denotara la dedicación a tan carnal oficio. Como podía ser por ejemplo, una mantilla corta y de un color encarnado y una toca de color azafrán. Es de destacar, también, que, ya en aquellos tiempos, las mancebas estaban obligadas a someterse a una revisión médica, de forma periódica. Servicios que, asimismo, eran religiosamente abonados por el municipio.
De resultas de la normativa la ubicación de las mismas se sitúa extramuros de la Villa. Hasta donde relatan las crónicas de las hemerotecas, dicho lugar se corresponde con las cercanías de la llamada Puerta de Mérida.
Las primeras casas oficiales en Cáceres, pues, de esta tipología social de la prostitución, como forma de ganarse la vida, se establecieron en lo que es la Calle de Damas, de ahí el nombre de la misma, a la vera de la Plaza de Santa Clara.
Ya relata la historia que, desde entonces, ha ido habiendo, en el correr de los tiempos, diversos cambios en las ubicaciones sociales, según las diferentes épocas acerca del lenocinio en Cáceres . Y que, con el paso de los años, quedan nombres grabados en la historia y en la hemeroteca de reconocidas oficiantes e intermediarias para el desarrollo de tales menesteres.
Llámense la tía Aviluche, la tía Marenga, la tía Freja, la tía Toñuela, el tío Legaña, la Folica, Luisa, la Piqueira o María, la Cartucha.
Finalmente, por la brevedad que se impone en el texto, destacar que, siguiendo al periodista Fernando García Morales, en su trabajo "Casas de lenocinio y gestos frívolos", el último Barrio Oficial en Cáceres de estas mujeres de vida alegre, cerrado, subraya en los pasados años setenta, estaba situado en algunas calles "que forman parte de lo que llamamos Barrio de San José. Las casas estaban principalmente en la travesía de San Felipe, Calle Nueva, San Felipe y los entornos próximos a un bar llamado Las Cancelas, situado en la calle Ceres y aledaños".