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POR UN HOMENAJE A QUECA CAMPILLO EN EL FESTIVAL CACERES DE FOTO

29 mayo 2015

Queca Campillo, una Cacereñeadora de pro, de renombre y prestigio nacional en el panorama del fotoperiodismo, se nos fue, hace poco más de tres semanas, y nos dejó un legado de inmensa belleza a lo largo de todo su trabajo, pleno, siempre, de pasión y esmero, de constancia y rigor, de amor por las instantáneas. Y es que allá donde estuviera Queca, allí estaban su cámara y su objetivo preñado de inquietud por amor al arte, nunca mejor dicho.

Con su fallecimiento Queca dejó un legado a Cáceres, sí; pero también a toda España, mientras en su casa, en su estudio, en su vida, rebosan estampas y más estampas, miles y miles, producto de su exquisita y apasionada sensibilidad con la cámara y con la que tanto se lució gracias, sobre todo, a su inmensa dedicación, a su alto grado de creatividad, a su imaginación, a su lucidez más brillante. Lo que conseguía siempre, para captar y trasladarnos, para la posteridad, el objetivo que diseñaba en su mente.
 
Porque con una cámara en la mano Queca se movía entre la perfección, la satisfacción personal, el cuidado de todos los detalles, el estudio del gesto, el don de la paciencia, el encuadre adecuado, el ángulo preciso, la perspectiva idónea, la constancia, siempre, tratando de obtener la portada del día. Y a fe que cuántas veces lo consiguió. O, acaso, para sus sensaciones y motivaciones personales, con las que se recreaba por el placer de hacer lo que le gustaba, cuanto quería, aquello que sentía. Lo mismo que caminaba sin descanso almacenando instantáneas de Cáceres.

Con su fallecimiento la fotografía española, en la que fue un señalado referente, se quedó huérfana de su maestría y de cuanto representaba para ella la misma. Sencillamente, toda una vida. Y Cáceres, además, la ciudad que llevaba prendida en el alma, perdió a una mujer que siempre cacereñeó, si se me permite el verbo, con sencillez y dulzura, como pude comprobar en las numerosas sesiones parlamentarias que compartimos como periodistas, en los almuerzos en el comedor del Congreso de los Diputados y en las reuniones de amigos extremeños en Madrid.

Ya padecí el tremendo dolor de escribir unas líneas de despedida, con motivo de su fallecimiento, mientras se me derramaba un riachuelo de lágrimas, de adioses amigos, que caían sobre las teclas del ordenador, y de las hermosas semblanzas de tantos pasajes en los coincidimos . Porque Queca se conformaba, entre otros aspectos, como una gran amiga, una gran mujer, una gran fotógrafa, una gran persona y una gran cacereña. Esa es la verdad sobre Queca.
Atrás quedaron aquellas sonrisas, aquella cordialidad, aquel afán constante por ofrecer sus impresionantes fotografías, sus idas y venidas por el extranjero, en viajes reales o en reportajes exclusivos sobre cuanto se le ocurriera llevar a cabo como buena emprendedora, artista e inquieta.

Y al escribir este artículo para Región Digital me he acordado de aquella anécdota cuando el periodista se encontraba entrevistando en el Salón de los Pasos Perdidos, del Congreso de los Diputados, al entonces ministro de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún, para el programa Las Cortes de España, de Televisión Española. No recuerdo el motivo, claro. Pero lo que sí recuerdo es que Queca Campillo se dispuso a fotografiarnos. Y mientras preparaba la cámara, con su sonrisa a flor de piel, Agustín Rodríguez Sahagún, una persona agradable, con su amabilidad y desparpajo habitual, rompió el ritmo de la entrevista y dijo:

 -- ¡Queca, a ver si me sacas guapo...!. ¡Y si lo consigues, cosa dificil, mejor dicho, imposible, me la envías al despacho... Jajaja!
Hizo un alto, le dió una palmada en la espalda al periodista y añadió:

-- ¡Perdona, Juan...!.

Los tres, Agustín Rodríguez Sahagún, Queca Campillo y el periodista nos reimos un buen rato por la anécdota, hicimos un alto en el camino y hablamos de lo complejo que se lo estaba poniendo la oposición. Y Queca, siempre de buen humor, le espetó:

-- ¡Y los de su partido también...!

A lo que el ministro respondió:

-- ¡Chiiiiissssst, que no te oiga nadie! Pero esa es la verdad pura y dura.

Las risas duraron largos segundos. El ministro de Defensa quedó pendiente de invitarnos a un café en otro momento que tuviera más tiempo libre, que nunca llegaría. Un café con el que nos saludábamos, desde el recuerdo, Queca y yo cuando nos encontrábamos por el Congreso. Queca me decía:

-- ¿Cuándo nos invitará el ministro a ese café, Juan?

La fotografía, según me contó Queca, se la envió al día siguiente, comentándome, entre risas amigas, que no era por la belleza del ministro, precísamente, sino porque era una persona muy cercana a todos. Fotografía que, imagino, se publicaría en la prensa del día siguiente, en el dossier fotográfico de TVE o, simplemente, en el inmenso álbum, siempre genuino, de Queca Campillo.

Y desde el recuerdo con la imagen, el trabajo, el nombre y el prestigio de Queca Campillo en el panorama fotográfico español, ahora, cuando ya se ultiman los preparativos para la celebración del Festival Cáceres de Foto, que se celebrará a partir del próximo día 4 de junio, con la presencia de cualificados fotógrafos, algunos de ellos amigos de Queca, propongo sencilla, modestamente, que se rinda un homenaje a la figura y a la talla de una cacereña que se dejó la vida por la ciudad y que tuvo a gala divulgar y pregonar, siempre, siempre, siempre, el nombre de Cáceres.

Una oportunidad de oro porque Cáceres, en mi modesta opinión, está en deuda con Queca Campillo, siempre embajadora del nombre de la ciudad en la que la nacieron. 

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OPINIÓN DE NUESTROS LECTORES

Angel Ruiz Cano-Cortés 01:02 31 mayo 2015

Excelente artículo, cuyo contenido comparto plenamente. Una visión muy humana sobre Queta Campillo, incluyendo la extraordinaria anécdota del comentario del entonces Ministro de Defensa Agustín Rodríguez Sahagún, un modelo de honradez y valía política. Creo que el homenaje propuesto por Juan de la Cruz es un acto de justicia y a todas luces merecido.

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