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Pícaros, pillos y corruptos

03 noviembre 2014

España siempre ha sido un país de PILLOS Y DE PÍCAROS que podría justificarse en la pobreza que siempre ha estado presente y en las pocas ganas de trabajar y falta de seriedad que tanto abunda en nuestro país.

España siempre ha sido un país de PILLOS Y DE PÍCAROS que podría justificarse en la pobreza que siempre ha estado presente y en las pocas ganas de trabajar y falta de seriedad que tanto abunda en nuestro país. Pícaros y pillos han sido personajes protagonistas de grandes obras de nuestra literatura: La Celestina, Lázaro de Tormes, Rinconete y Cortadillo, Guzmán de Alfarache, El Buscón o el más reciente Crispín de los “Intereses Creados” son personajes que generalmente han despertado y despiertan las simpatías del respetable que justifica sus embustes y embrollos.
Nada tienen que ver esos personajes con los CORRUPTOS Y MALVERSADORES que también han sido y desgraciadamente son parte de nuestra historia.
Ya en nuestra Edad Moderna algunos de nuestros políticos se dedicaban a amasar grandes fortunas a cuenta del erario público, y curiosamente la justicia intervenía raramente en los casos de corrupción, pero en cambio quedaba el recurso a las críticas y las denuncias por los escándalos que estallaban recurrentemente -¿les suena?-. Hubo, a pesar de que los medios de comunicación eran prácticamente inexistentes, algunos casos de corrupción tuvieron una gran repercusión como los de D. Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido de Felipe III que amaso una gran fortuna gracias a la malversación, fraudes contables, nepotismo o especulaciones urbanísticas -¿les suena?-, el caso del Duque de Lerma no fue único y bajo su protección se creó una trama en la que intervinieron el Marques de Siete Iglesias -sobre el que el Duque hizo recaer las culpas y que acabaría decapitado tras juicio en 1621-, el catalán Conde de Vilallonga o el Duque de Uceda hijo del de Lerma, como verán testaferros siempre ha habido -¿les suena?-
Pero no es, ni ha sido España el único país donde la corrupción estaba instaurada y como ejemplo este “par de botones”:
En Inglaterra D. George Villiers primer Duque de Buckingham hizo carrera en la corte de Jacobo I, con el que se dice que compartía algo más que despacho, siendo también imprescindible para su sucesor Carlos I. El Duque en cuestión se hizo de oro mediante la creación de nuevos tributos, venta de cartas de privilegios y sobornos, denunciado hizo que recayeran las culpas en D. Francis Bacon entonces Lord Canciller del Tesoro. La Francia del siglo XVII es un ejemplo de la relación entre riqueza y poder, así la mayoría de los Castillos del Loira fueron construidos con fondos de dudosa procedencia por poderosos políticos de la época. El Cardenal Mazarino primer ministro de Francia era tan codicioso que hizo del patrimonio del estado su propia fortuna, la Reina Ana de Austria se preguntaba de Mazarino “¿No abandonará jamás esa sórdida avaricia?”
Como se puede apreciar la corrupción viene de lejos y “en todos los sitios cuecen habas”, pero naturalmente, eso ni debe, ni puede servir de consuelo, y ante la situación actual el estado debe de actuar con contundencia.
El sistema judicial español es lento, farragoso y lleno de contradicciones. Se tardan años en instruir sumarios no sabemos muy bien si por falta de diligencia de los jueces, por falta de medios humanos y técnicos, o simplemente porque el sistema no da más de sí. La lentitud de la justicia consigue dos cosas a mi entender importantes: por un lado convierte, algunas veces, a la justicia en injusticia sometiendo a los presuntos al linchamiento mediático durante meses o años y por otro lado propicia la impunidad al prescribir muchos delitos por la dilación del proceso.
Tenemos un código penal que sólo sirve para perseguir, juzgar y condenar a PÍCAROS Y PILLOS, pero no a los CORRUPTOS, la sensación de los ciudadanos es que, a ciertos niveles, “el que la hace, no la paga”.
Esta sensación, que cada vez aumenta más en la ciudadanía, es tremendamente peligrosa y debe ser desterrada de la opinión pública porque si no, corremos el peligro de asesinar al sistema desde dentro. Yo creo que la mayoría de los ciudadanos seguimos creyendo en la democracia y en el estado de derecho, y por eso hay que poner desde los tres poderes del estado toda la carne en el asador para garantizar a los ciudadanos que aquí “el que la hace, la paga”.

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