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Hombres contra la violencia hacia las mujeres

28 marzo 2014

Asistimos a un repunte muy preocupante de la violencia de género. Este mes han sido asesinadas 4 mujeres en dos días y a la semana siguiente 5, también en dos días. ¿Cómo podemos explicar la pasiva respuesta social? ¿Por qué no saltan todas las alarmas?

PARTE PRIMERA. De la repulsa.

Asistimos a un repunte muy preocupante de la violencia de género. Este mes han sido asesinadas 4 mujeres en dos días y a la semana siguiente 5, también en dos días. ¿Cómo podemos explicar la pasiva respuesta social? ¿Por qué no saltan todas las alarmas? ¿Por qué, como ocurre con otros fenómenos sociales, no tiene lugar un incremento del rechazo social?

El 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujeres, oímos las proclamas con mayor o menor convicción desde las instituciones, partidos políticos y organizaciones sociales. Declaraciones que generan la ilusión de que la sociedad toma una mayor conciencia de esta lacra social. Sin embargo, semana tras semana sigue el goteo de crímenes, pareciendo que cada uno pasa más desapercibido que el anterior, como si una suave anestesia fuera invadiendo y quitando fuerza a la lógica repulsa que tendría que producir los asesinatos de mujeres por ser mujeres.

En mi opinión esta atonía en la respuesta social se sustenta en el fuerte arraigo de una ideología impregnadora, que viene a dar naturalidad a las diferencias en función del sexo: en cuanto a la posición ante el trabajo, la religión, la sexualidad, el poder, la cultura, el arte, la economía, las relaciones, etc. –es lo que se denomina ‘conglomerado patriarcal’. Creo que es este efecto naturalizador de las desigualdades entre hombres y mujeres el que consiente la convivencia de la desigualdad de género con la universalidad de los derechos, de la violencia con el estado de derecho.

Por otra parte, en el contexto español de regresión política, asistimos a una oleada neo-machista que atiza aspectos indeseables: invierte los papeles de víctima y agresor, desprecia los avances asentados en la democracia y las Leyes para la igualdad, alienta la confrontación, actualiza conductas sexistas que creíamos superadas. En estas circunstancias anida la Ley Gallardón, que se apunta a esta corriente y pretende consagrar en la LEY precisamente lo que él denomina ‘violencia estructural contra las mujeres’ al no reconocerlas como sujetos, negando su capacidad de decidir, degradándolas a seres irresponsables y tutelados. La privación a las mujeres de derechos plenos, devalúa la catalogación de los asesinatos.

PARTE SEGUNDA: De lo que los hombres podemos hacer.

Una gran mayoría de los hombres no se sienten concernidos con la violencia machista y consideran que eso es algo que incumbe bien a un grupo reducido que son los maltratadores, bien a las mujeres. Esta es una concepción acomodaticia y falsa, porque todos los hombres podemos estar contribuyendo por acción o por omisión, de manera activa o pasiva, a alimentar un ideario que legitima, o dicho al revés, que no-deslegitima la violencia machista.

Nosotros, quienes nos consideremos demócratas, tenemos una obligación moral, no podemos mirar para otro lado. Estamos obligados a salir de la anestesia, esa que ciega nuestra empatía –que es nuestra capacidad para ponernos en su lugar. Tenemos que entrenar nuestras “neuronas espejo” para poder sentir el miedo que sienten las mujeres por vivir en una sociedad en las que pueden ser violadas, torturadas, asesinadas. Empatía necesaria para que cuando estemos ante una mujer veamos a un sujeto y no un objeto –lo que significa que las mujeres son: indisponibles, autodeterminadas, libres, con los mismos derechos, distintas como lo son también los hombres entre sí, pero iguales en derechos.

Los hombres tenemos que repasar y repensar todas las costras culturales que nos acorazan, que están impregnadas de machismo; unas más explícitas y otras más sutiles; unas directas y otras indirectas, pero todas rechazables. Tenemos que dejar de percibir los avances en igualdad entre mujeres y hombres como una pérdida y el feminismo como un ataque.

Las mujeres llevan una larga lucha en defensa de sus derechos civiles, políticos y sociales, por la eliminación de todas las formas de discriminación, para acabar con la violencia de género. Nosotros podemos apostatar del machismo, firmar compromisos igualitarios, acabar con las complicidades sexistas, aceptar el señalamiento a los asesinos y maltratadores, promover actos para la sensibilización de los hombres para la igualdad. Pero sobre todo, podemos acompañarlas, detrás y a su lado, en su lucha que debe ser nuestra también, reconociendo su protagonismo.

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