El sistema de pensiones es muy complejo, más aun por las sucesivas modificaciones legislativas que se van incorporando acumulativamente. Es difícil hacer análisis que no resulten incompletos y por eso pretendo abordarlo por capítulos.
En el año 2011 se alcanzó un acuerdo sobre pensiones en el marco del Pacto de Toledo con el Gobierno anterior. El modelo del Pacto de Toledo es el más adecuado para abordar las necesarias adaptaciones del sistema de pensiones porque supone la participación de agentes sociales y económicos junto con los partidos políticos, para después llevar las conclusiones al parlamento donde se cierra en el proceso legislativo.
Al poco tiempo de este acuerdo, sin haber visto sus efectos, el Gobierno del Partido Popular cambia por su cuenta puntos acordados empeorando la cobertura de lagunas, que son el cómputo de cotizaciones en periodos no trabajados, y endurece el acceso a otros derechos como las jubilaciones en caso de EREs.
Ahora vuelve al ataque y, de nuevo, sin un acuerdo en el marco del Pacto de Toledo, con el rechazo Consejo Económico y Social de España, en el que están empresarios y sindicatos y con el rechazo del conjunto del resto partidos del arco parlamentario aprueban en el Parlamento de España una nueva reforma de las pensiones.
Es una reforma hecha de manera injustificada y apresurada con el único fin de hacer de alumnos empollones del recorte y pasando el rodillo de su mayoría absoluta.
Con esta reforma se imponen en marcha novedades, como el ya famoso antes de nacer factor de sostenibilidad y la fórmula de revalorización anual de las pensiones.
Quiero centrarme en esta última novedad por el impacto efectivo y simbólico y por la repercusión en el caso de Extremadura.
La actualización de las pensiones está reconocida en la Constitución, es un principio del Pacto de Toledo, es esencial para la seguridad de las personas. La nueva fórmula de revalorización anual de las pensiones va contra este principio ya que no asegura el valor de tu pensión una vez que te has jubilado.
Con la jubilación se cae en una mayor indefensión porque se reduce el acceso a los recursos económicos. Es injusto devaluar la pensión, que es el fruto de toda una vida laboral y que para la mayor parte de la gente es lo que le queda cuando se jubila. Según cálculos de CCOO la aplicación de la fórmula de revalorización anual supone una pérdida entre un 15 y un 28%.
Además desde el punto de vista colectivo de nuestra región es muy dañina. ¿Y esto por qué?
Extremadura cierra el ranking entre comunidades autónomas de salarios y pensiones y por el contrario estamos entre los primeros en nivel de paro. Según datos del estudio “Observatorio de las Personas Mayores 2013” en el que se analiza la renta per cápita de las personas pensionistas y jubiladas, Extremadura se sitúa a la cola con 16.149 euros.
Los pensionistas extremeños perderían el próximo año 6 millones de euros anuales si el IPC sube un 1%, 32 millones si lo hace en el 1,5% y 43 millones se la subida es del 2%.
Aún siendo bajas nuestras pensiones, están jugando un papel esencial en la supervivencia en esta situación de crisis que estamos padeciendo. Las pensiones están siendo un salvavidas para muchas unidades familiares y pese a que son reducidas, acostumbrados como estamos en nuestra tierra a sobrevivir con poco, son muy valiosas.
Al jugar este papel de supervivencia, todos los céntimos de estas pensiones van directamente al consumo y con ello cualquier recorte va a repercutir directamente sobre éste, lo que no ocurre en rentas altas.
Teniendo en cuenta que en Extremadura predomina el consumo interno la rebaja de las pensiones va a ser un jarro de agua fría en la ya fría economía de nuestra región. Según datos del INE de 2009, últimos publicados, el Gasto en consumo final de los hogares en España es del 58,25% mientras en Extremadura alcanza el 64,4%.
Esto tiene un calado mucho más profundo que medidas de dudoso impacto que vienen anunciándose a bombo y platillo, esto merece que quienes gobiernan Extremadura alcen la voz al Gobierno de España en la defensa de nuestros intereses, de nuestros mínimos de supervivencia. ¿Dónde están los versos sueltos? ¿Dónde los varones rojos? No se oyen.
