Acababa de escribir un artículo relacionado con la igualdad entre hombres y mujeres analizando las desigualdades en el mundo del trabajo, cuando recibo la noticia de la última muerte de violencia machista. El asesinato es la expresión más grave y extrema de la discriminación y por ello, golpeado por la noticia, le dedico este artículo.
En los 50 años de existencia de la banda terrorista ETA se han producido 829 asesinatos, la violencia machista se ha cobrado en menos de una década 696 asesinatos de mujeres. Únicamente durante tres años (1978-80) los asesinatos de ETA superan a los de la violencia machista. Estos años fueron la antesala de un intento de golpe de estado que puso en peligro a la democracia.
La primera reflexión sobre estos datos es la diferencia de prioridad y tratamiento político que tienen estas dos realidades. Cuántas veces se ha hablado de cada una de ellas en parlamentos, cuántas declaraciones de presidentes de gobierno, cuantos posicionamientos de partidos políticos, cuántas tertulias, cuántos titulares.
La segunda es, que mi opinión la violencia de género, en sus distintos grados (amenazas, palizas, asesinatos…) conforma un entramado terrorista que actúa en el sentido inverso al de ETA. La pretensión de la banda era modificar el statu quo político por la vía de las armas, mientras que en el caso de la violencia de género el objetivo por el contrario es el mantenimiento de un statu quo: una organización social plagada de desigualdades entre hombres y mujeres, el conglomerado machista, en definitiva la ideología patriarcal.
¿Cómo es posible que se normalicen asesinatos de mujeres con tanta facilidad? Imaginemos que empezaran a aparecer noticias de que en Madrid asesinan a ritmo de una persona de Extremadura por semana. ¿Qué convulsión social y política se produciría?
El entramado machista recorre pegajosamente las distintas facetas de la vida: antes y después de nacer, en la escuela, en la sanidad, en el uso de los espacios y los tiempos, en el empleo, en la dirección de las empresas, partidos, instituciones… Esto da lugar a mayores resistencias que otras realidades sociales como el racismo o la homofobia. Sin embargo esto no puede llevarnos a la conclusión de que hay que aceptarlo como irremediable, la igualdad entre hombres y mujeres es el mayor objetivo civilizatorio posible: va destinado a la mitad de la población del planeta, es la superación de la hemidemocracia.
Todos y todas tenemos en nuestras manos posibilidades de actuación. Podemos contribuir a extender una cultura de tolerancia cero a las desigualdades, que no solo significa el rechazo a la violencia sino a todas aquellas manifestaciones o actitudes que contribuyen a alimentar la cultura machista. Esto abarca nuestro comportamiento en todos los ámbitos de la vida. Repasemos nuestra vida, nuestras relaciones, nuestros comportamientos. No se puede banalizar sobre algo que conduce a la muerte
Las leyes de igualdad y contra la violencia de género española y extremeña han supuesto un paso importante en el ámbito normativo pero se necesita voluntad política para un adecuado desarrollo y aplicación que dé lugar a los necesarios cambios en la vida cotidiana.
Sin embargo más bien parece que se está dando macha atrás en las políticas de igualdad. Valga como ejemplo la prioridad presupuestaria que se les concede en Extremadura cuando entre 2011 y 2013 en políticas de igualdad se ha producido un descenso de un 30 % en los presupuestos (esto sin añadir otras políticas que inciden indirectamente como las políticas sociales o en servicios básicos).
Las instituciones deben promover dinámicas públicas y colectivas, cada persona individualmente puede repensar su vida en clave de igualdad.
encarna chacon 16:06 07 noviembre 2013