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Moria Casán: 'Yo fui la primera mujer que mostrando cuerpo empezó a hablar, a tener ideas'

'...a mandar personalidad y a ser bravísima de gladiadora, abriendo puertas, abriendo cabezas y abriendo feminismo, desde siempre'.

A través de una conversación con Regiondigital.com, nos gustaría que nuestros lectores conocieran un poco más a Moira Casán, la protagonista de la obra inaugural de la 68ª Edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, 'Julio Cesar', en una versión transgresora y original que llega desde el otro lado del Atlántico, Argentina.

Ana María Casanova es tu nombre, pero te conocen como como Moria Casán, ‘La One’ -La Única-....

Todos estos nombres y todos los adjetivos que van pegados a mi persona, anexados, me los puso la prensa argentina.

‘La One’ es como si dijeran que soy la ‘uno’ en todo, aunque la uno también puede ser devaluante porque que saques un uno es mala nota.

‘La One’ me lo puso el periodista argentino Luis Ventura y desde ese momento una parte de la prensa y todo lo que dice se refieren a mí como ‘La One’.

Actriz de teatro, cine y televisión, presentadora…

Yo lo que fui fue vedette y no tenía nada que ver. Nunca estudié teatro, nunca estudié nada, lo único que había hecho en mi vida es ser profesora de baile, de danzas y de piano, teoría, solfeo y armonía.

Tengo un ciclo secundario, tengo dos años de Secundario y Terciario tras hacer dos años en la Facultad de Derecho. Precisamente cuando estaba estudiando se dio el día en que entré en el mundo del espectáculo de una forma muy loca como todo lo mío. Nunca hice ningún casting para nada.

Entonces....¿cómo empezó todo?...

Un día fui con un amigo que estaba estudiando en mi Facultad a ver el teatro de revista por primera vez. Este amigo mío de la Facultad de Derecho era amigo del señor Carlos A. Petit, el máximo creador y director de la revista porteña.

Él me presenta y éste dijo: ‘¡Ay qué mujer tan estupenda!’. Eso fue un domingo. Nos invitó a un palco y vimos por primera vez la revista. Cuando finalizó nos dijo que se les iba una vedette la semana siguiente y que le gustaría que yo estuviese en el escenario porque tenía el tipo ideal de mujer.

En aquella época, te cosificaban, sólo importaba el físico, porque si vas a ver a alguien desnudo, ¡qué te importa que lea a Cortázar o a Borges! Pues me dijo que me esperaba el martes a las 19:00 horas.

Eso era un domingo, pues yo el martes a la mañana tenía un examen de Economía Política, que por otra parte fue el único que di mal porque no me interesaba, era un pelmazo. Me había quedado eso en la cabeza: ‘voy o no voy, voy o no voy…’.

Yo nunca le digo a nadie nada, hago todo en mi vida sola. Me encontraba estudiando en la Biblioteca de la Facultad y allí estaba pensando cada vez más en ello. Y cuando se acercaba la hora, me largué sola. Pero llegué al teatro un poco tarde debido a mi indecisión. Serían las 19:15 horas, aproximadamente.

Llegué y le pregunté al boletero por el señor Petit y me dijo que me acompañaba al interior donde estaba en el escenario con todo el elenco esperándome.

Dije "buenas tardes" y él me respondió: ‘ninguna buenas tardes, se empieza mal porque llega tarde’. A lo que respondí que me disculpara porque venía de la Facultad.

Seguidamente me pidió que me cambiara, pero no llevaba nada, solo un libro de Economía. Así que una de las chicas me prestó una malla azul y el coreógrafo que estaba con todo el grupo me marcó unos pasitos.

Yo al ser profesora de baile lo vi sencillo. Hice primero un pasito muy fácil de Carlos Chaplin, después me marcó un paso de charlestón y, finalmente, una pasarela de un lado a otro. Lo hice todo en menos de tres minutos porque sabía bailar, por lo que el señor Petit me dijo que ‘muy bien’, porque no había tardado ni diez minutos, serían las 19:30 horas.

Así que esa fue mi entrada al teatro y a partir de ahí, pude hacer todo porque podía superar eso. A continuación me dirigí al primer piso donde su mujer –la jefa- me probó toda la ropa: un bikini que me quedaba bárbaro, un traje de bañista de las antiguas y después arriba me puso el traje de Chaplin –un chaquet, el bigotito, el bombín, más cosas no cabían…-.

Me quedaba todo perfecto, por lo que me dijo que debutaba esa misma noche a las 20:45 horas. Yo allí sola, sin amigos, sin familia…, me bajé volando a un kiosco a comprarme una máquina de afeitar para depilarme, esa fue la anécdota añadida, tenía que quedarme en bikini.

Así fue mi entrada al teatro… hice todo perfecto, para mí era fácil bailar, pero empezar así desde el primer día con esa audacia, como si lo hubiera hecho siempre, fue la realidad, así fue.

Por tanto, ese día debuté, salí de mi casa a las 6:00 horas de la mañana y volví a las 2:00 horas de la madrugada, pintada como una puerta con pestañas de cartulina y le dije a mi padre que había debutado en el Teatro Nacional.

Y, a partir de ahí, empecé a trabajar y enseguida me eligieron los cómicos porque les gustaba mi voz, enseguida me desarrollé como actriz y como todo. Y ahí empezó mi carrera y así uno de los cómicos, José Marrone, importantísimo de la revista porteña, un número uno, me llevó a la televisión y entré en la televisión por la puerta grande…

Y otros, los hermanos Sofovich, me llevaron al cine y también debuté en ‘Los caballeros de la cama redonda’ con un papel principal. Mi primera cosa en cine, después hice muchas películas.

Todo en mi vida fue elegido, nunca hice un casting, después de eso pude hacer todo, porque pude transcender el cuerpo y pude hacer un montón de cosas.

Y, tras décadas de trabajo, de exitosa carrera, ahora mismo.... ¿qué hay de Ana María en Moria y qué hay de Moria en Ana María?

Supongo que Ana María es Moria, es el nombre que me quería haber puesto mi madre, que era Moria Elizabeth, pero no se lo permitieron entonces por Elizabeth. Pero como nací el día de Santa Ana y por en medio de agosto está Santa María, no sé qué pasó ahí.

Creo que siempre está el ser, la esencia, no sé… en toda persona siempre ahí está la esencia de uno, de re-determinarse, de re-significarse, de lograr lo que quieres y de ser como ‘angelada’, porque yo realmente nunca estudié nada, salvo danzas clásicas y españolas.

Hay gente con don y tiene la suerte de descubrir que ese es su don… También hay gente que tiene un determinado don y nunca lo llega a descubrir…

Mi don creo que es carisma puro, personalidad, porque desde niña te eligen… ¿por qué me eligen desde niña?, ¿por qué un señor me dice ‘le espero el martes’, si yo no lo conocía?

Pero después, no permití que se me cosificara, desde mi personalidad. Fue mi baluarte, porque desde el primer momento, en el teatro-revista la mujer, si bien los cómicos donde yo entré en la revista no usaban a la mujer, usaban otros recursos.

Después, los cómicos que vinieron eran muy picantes y usaban mucho a la mujer. Yo enseguida cuando debuté dije: ‘ningún cómico remata un chiste haciendo alusión a mis tetas o mi culo, el chiste lo hacen conmigo, pero no riéndose de mí’.

Tal es así que el hombre me dio un sketch por primera vez en la revista con Carlos Scazziotta, Vicente Rubino y Marco Zucker, donde yo hacía de prostituta y hacía tres sketch diferentes en uno y terminaba el sketch rematando yo.

Tienes 3 millones de seguidores en Twitter, un millón y medio en Instagram, ¿qué representan para ti estas cifras?

En realidad, las redes sociales no me atrapan, no me engancho ni con lo bueno, ni con lo malo. Es algo que lo uso como creación literaria y, el Instagram para pasar cosas mías.

Por supuesto que me encanta tener una cosa que abarque mucho con la gente, con todos los públicos, tanto de clase popular a alta. Es un fenómeno mío porque me lo dicen los demás y la gente de marketing y porque me doy cuenta yo.

Los chicos jóvenes, pese a ser de otra generación, me usan como ‘emojis’ y hay muchos ‘memes’ conmigo, con mis caras… Supongo que es una cosa de angelada, que te la da el universo, qué sé yo, no sé.

Y fuera de Argentina, ¿sientes que también eres una referencia?

Me siento muy feliz de estar, porque veo que aunque no me conozcan demasiado por referencias, hay como un descubrimiento, me empiezan a descubrir y hay algo como que me conocen, que aunque no me conozcan establecen empatía enseguida, es como con alguien que conecto.

Me parece que hay una cosa, por ejemplo, la conferencia de prensa de este pasado martes fue hermosa, el grupo es muy ecléctico, muy cómodo, muy integrado, no había nada de tensión, era todo amistoso y estamos presentando una obra como ‘Julio César’ en un lugar tan importante donde la historia nos abraza. Es emocionante estar en el Teatro Romano de Mérida, pero lejos de intimidarnos, nos sentimos abrazados por la historia.

Hablamos de ‘Julio César’, ¿cómo llega este proyecto a tus manos?......¿qué opinas de tu personaje, dado eres una mujer haciendo protagonista masculino?

José María Muscari, hace ocho años atrás, me llamó para hacer teatro leído y yo hice de Julio César, lo había hecho en teatro leído con un elenco más amplio, porque teníamos otros personajes y lo hicimos para la Casa de Teatro.

Y ahora, vuelvo a afrontar a Julio César y, lo adoro, yo siempre dije que soy muy hermafrodita, porque como debuté vestida de hombre y me desnudé, casi siempre me travestía, tengo como un ‘hermafrodisismo escénico’, incluso que las mujeres no hablaban y yo fui la primera mujer que hablé, en el sentido de que siempre digo que el decorado se calla, es una frase mía, y en este caso, el decorado habla.

Las mujeres eran como muy de decorado y yo fui la primera mujer que mostrando el cuerpo, empezó a hablar, a tener ideas, a mandar personalidad y a ser bravísima de gladiadora, abriendo puertas, abriendo cabezas y abriendo feminismo desde siempre.

Yo huía de cosificarme como mujer, aunque trabajara desnuda, pero había que pasarlo. Yo desdramatizo y desacralizo todo, para mí no fue difícil, no fue un camino de espinas, en verdad... he pasado -y seguiré pasando al ser una mujer intensa- sufrimientos y cosas bravas, pero no me instalo en eso, lo atravieso.

Así que el personaje de Julio César me viene divino, porque lo ‘drag-queeneo’, lo travisto, lo habito… me es orgánico, cuando lo hago es un drag-queen, es rockero, es ‘performántico’, es dictador, vitalicio…

Él aquí tiene una gran vulnerabilidad porque el poder te empodera pero también te debilita, y acá es un hombre que lo matan enseguida, es un débil.

Cuando se plantea el proyecto de Julio César, ¿imaginó que podría llegar a Europa?

Eso me pareció súper angelado, este proyecto lo empezamos a ensayar el 22 de febrero de 2022. Y me dicen que nos llaman para abrir el Festival de Teatro Clásico, el más importante del mundo, que está en Mérida, en España.

Dije, ‘por supuesto que puedo ir, sería una hija de mi madre si no fuera’. Me siento honradísima, como que me esperaba. Y es que cuando era chiquita jugaba con que me moría y resucitaba siempre y aquí resucito porque me matan enseguida y después aparece el espectro de Julio César.

El otro día estaba ensayando dentro del féretro y veía los murciélagos, el cielo celeste, las luces, no podía creerlo… Esto es un ‘deja vu’, yo ya estoy acá… Soy como metafísica, siempre juego a renacer y estaba en un teatro romano en España, es mucha ‘causalidad’.

¿Habrá alguna diferencia entre el Julio César de Buenos Aires al Julio César de Mérida?

Todos nos mantenemos, todo es exacto, es un calco, no queremos perder la esencia ni del lenguaje, ni del texto, ni de nada, porque ya todos hablamos el idioma español…

Quizá alguna expresión, en vez de decir idiota, se dirá gilipollas…

Cuando pisaste la arena del Teatro Romano.....¿qué sentiste?

Que ya había estado, que ya me abrazaba, por eso el miércoles cuando estaba en el féretro ensayando cuando vi el cielo con tres murciélagos que no me importaban nada porque parecían mosquitos, dije: ‘guau qué deja vu, si acá ya estuve’.

¿Percibes el peso de los siglos de historia de este escenario?

No, me abraza totalmente, nos protege este escenario, lejos de intimidarnos, jugamos, me parece que es más lúdico, no te digo como niños en una plaza, pero como niños que les da para que abran más, porque todos tenemos posibilidad de correr más, de jugar más.

Es un coqueteo escénico, porque tenemos que andar por el piso y en algunos momentos me hace recordar de cuando andaba de gira, no el teatro en sí, sino el ‘back’, cuando ibas de gira ibas a pueblitos, donde se llenaba el teatro y eran muy humildes. Yo me he cambiado con unas botas de este porte que me habían costado 5.000 dólares en un piso de tierra, tienen una fuerza porque la tierra es arenosa, no me pisa, me ayuda.

Ya se ha comentado que va a ser un Julio César muy transgresor, muy innovador, ¿qué esperas del público de Mérida?

Lo mejor. Nunca espero nada de nadie… No es que no espere nada de nadie.

¿Cómo te diría? No espero resultados, porque si no me condicionaría, si les gustará o no les gustará, si vienen a verte, ya pagaron una entrada, te eligieron por algo, siempre hay algo.

Seguramente no importan si aplauden o no aplauden, no espero la respuesta de Buenos Aires, es igual. Venimos a dar nuestro producto y cuando vos das algo con tanta pasión el resultado está. Se siente una vibración, nuestra confianza, nuestra intervención, nuestro amor…

El amor nuestro les va a llegar, nuestra pasión les va a llegar y nuestra entrega. Es un espectáculo audiovisual que está atravesando e interviniendo un clásico muy actual y para que te llegue el cuentito te conmociona, porque es como un vídeo. Si lo tuviera que definir es un espectáculo sensorial, un gran espectáculo, medio rockero también.

Inauguráis la 68ª edición del Festival de Mérida y, en la Semana que se ha celebrado Día del Orgullo LGTBI, ¿crees que es casualidad o causalidad?

Todo es causalidad, no hay ninguna casualidad. Yo soy absolutamente metafísica, mi guía o lo que yo creo es en el universo y en la sincroenergética.

No es casualidad que yo esté acá, no es causalidad que yo jugaba a resucitar y voy a hacerlo abriendo el Teatro Romano de Mérida el día en que resucite, porque va a hablar mucho mi espectro.

Entonces es absolutamente sincroenergética, nada es casualidad, todo es causalidad absolutamente, desde las fechas, los números…

Para muchos actores, el Teatro Romano de Mérida engancha, una vez se prueba se quiere más.. ¿te gustaría volver?

Lógico, cada año abrirlo, claro, claro y si no vuelvo al Teatro Romano, volver a Mérida. Está bueno este lugar, es como un pedazo de Roma, pero aunque no fuera un pedazo de Roma, tiene como un Museo de España, es como una cosa de Florencia.

Tiene una mezcla. Era la zona de descanso de los gladiadores. Por tanto, hay un ‘slow’ acá como que te reconforta, vas por la calle caminando, unos silencios y de pronto se empieza a llenar.

También en el ruido, no hay ese ruido estrepitoso o molesto, parece que se meten por las diagonales, parece que todo es como un teatro… viene el ruido fuerte y se va por las calles y es como si nada…

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