Los cruceros y cruces de término dados a conocer en este catálogo monumental son verdaderas reliquias que los siglos han ido dejando en las entradas de los municipios, en los cementerios o en la cercanía de ermitas e iglesias parroquiales como muestra de piedad cristiana. Son auténticos monumentos, en su mayoría pétreos, que suelen pasar inadvertidos para los vecinos de las distintas poblaciones de la provincia cacereña como muestra de piedad cristiana. En esta obra, sus autores analizan y estudian los antecedentes de las cruces de término y los cruceros, hitos que representan un importante legado patrimonial de nuestros antepasados y una seña de su cultura y costumbres.
La acepción de “cruz” como elemento de deslinde territorial se puede rastrear ya en los siglos XI y XII. La cruz era, en ocasiones una forma de amojonar. Otras veces es la guía del viacrucis o el hito de bienvenida a un lugar; pero, muy frecuentemente, hace referencia a una encrucijada de caminos. A lo largo de la historia, todas las civilizaciones han hecho uso de la sacralidad de las piedras. En Grecia, en Quersoneso, en el año 405 a. C., se adoraba a una piedra que decían haber caído del cielo. En el siglo II d. C., Pausanias hace referencia a unas piedras sagradas situadas en el interior de los templos, coronadas con cabezas de divinidades. En Egipto, se adoraba el Cipo de Horus (o estatua sanadora), estela sostenida por un hombre en posición oferente, con una inscripción, a modo de conjuro, para curar la picadura de escorpión o serpiente. En época romana existió una preocupación por señalar los límites con mojones inscritos o epígrafes. Las cruces eran usadas por los romanos al inicio de las calzadas. La distancia entre ciudades se marcaba por los miliarios, elementos posteriormente cristianizados, por lo que esta red viaria se convierte en un importante medio de difusión de los cruceros. Los romanos fueron grandes constructores de calzadas. Augusto dio un gran impulso a la construcción de vías y durante su gobierno quedó terminada la red viaria de España. En las Etimologías de san Isidoro, obra enciclopédica basada en la antigüedad, que tanta influencia tuvo en el Medievo, se leen datos de interés sobre la clasificación de los caminos. Los caminos eran públicos o privados, el primero de suelo público y tránsito libre y pertenece a las ciudades y los caminos privados son de los municipios. Una de las principales vías de comunicación de la Península Ibérica que cruza Extremadura era la Vía de la Plata, donde se han localizado numerosas cruces de término. A partir del siglo XVI, sus miliarios llamaron la atención de estudiosos como Nebrija, quien pudo precisar sobre ellas la longitud de la milla romana. Esta vía de comunicación fue descrita por el Itinerario Antonino y el Anónimo de Rávena. A partir de la Edad Media estas marcas de los caminos se situaban a las entradas de los pueblos como símbolo de fe cristiana, avisando a los foráneos que entraban en una población leal a la cristiandad. El cristianismo, por su parte, sembró de cruces los caminos para la protección de los caminantes, al igual que aconteció con las vías pecuarias, en cuyo recorrido se fueron levantando numerosas cruces y cruceros para proteger a los pastores y sus ganados.
El estudio está dedicado a los cruceros y cruces de término. Los autores han prescindido en el presente estudio de las Cruces a los Caídos levantadas en los pueblos a raíz de la Guerra Civil Española. También excluyen los símbolos e inscripciones pías inscritos en el granito de algunas fachadas de la provincia, generalmente del Valle del Jerte o de La Vera, donde la religiosidad popular se ha exteriorizado.
El crucero es un monumento religioso constituido por una cruz, generalmente de piedra, sobre un pilar situado en un lugar público, principalmente encrucijadas (cruces de caminos), atrios de iglesias, lugares elevados, o sobre la extremidad de lugares en los que antiguamente existían cultos paganos a la naturaleza. Todavía hoy, una parte de estas “cruces” detectadas siguen correspondiendo con los límites de los términos municipales.
Del conjunto de cruces documentadas en la provincia de Cáceres, un número importante de ellas se encuentran en las inmediaciones del casco urbano, lindantes a la márgenes y cruces de los caminos más importantes que entraban y salían de la población. Existen otras muchas cruces que se encuentran dentro del casco urbano y la mayoría, en los atrios parroquiales y en los cementerios municipales.
Los cruceros son una obra de arte popular, esculpida en granito. Su origen se remonta al siglo XIV, pero su mayor desarrollo asciende al siglo XVII. Está constituido por varios elementos: plataforma de una o más gradas; pedestal, normalmente cuadrangular, liso o con inscripciones; fuste (o varal), cuadrangular, liso con motivos diversos: escaleras, martillo, tenazas, calavera, serpientes, santiños (escenas del pecado original); capitel, de compleja y variada composición (volutas, calaveras, querubines alados, entre otras figuras); Cruz, raramente sola, a veces con un Cristo crucificado en su cara anterior, y una imagen de la Virgen María o de algún santo en su cara posterior.
La expresión simplificada del crucero es la cruz de piedra, sola, sin nada más. Existen también los denominados “cruceros de capilla”, en los cuales el capitel está sustituido por una capilla en piedra con imágenes.
De los 150 pueblos, cuyas cruces de término y cruceros y sus características arquitectónicas, han sido estudiados en este volumen, destacamos los siguientes:
Cáceres: Crucero Plaza de Santa Clara, crucero del Parador de Turismo, crucero en la ermita del Espíritu Santo, crucero en la iglesia de Santiago de los Caballeros, crucero en la ermita de San Blas, crucero del cementerio, cruces de acceso al santuario de la Virgen de la Montaña (Calvario), cruces de Calvario en las Seguras, cruz de la ermita de san Juan, en la Arguijuelas de Arriba; y cruz de Vado del Guijo, a 18 kilómetros del casco urbano.
Coria: crucero en el centro de la población, en la calle de la Cruz de Piedra; y cruz de término, de finales del XIX.
Hervás: Cruz en la entrada del municipio, en la carretera nacional de Béjar a Salamanca, de 1818.
Plasencia: Calvario, próximo a la ermita del Puerto; la Cruz del Puerto, al lado del Calvario; la Cruz de san Lázaro, conocida como la Cruz de los Enamorados, en el cerro de san Lázaro, que recibía este nombre porque los amantes contemplaban los bellos paisajes que desde allí se observaban; Cruz Dorada, que actualmente se encuentra en el camino que va desde la Puerta de Talavera a la Isla, una de las cruces más bellas de la ciudad; cruz en el atrio de la iglesia de Santiago; crucero en el atrio de la parroquia de santa Elena; crucero en el parque de los Pinos, en la Plaza de los Alamitos; cruz de la ermita de san Antón; cruz del Hospital de la Cruz (barrio de los Descalzos), situado cerca de la Puerta del Sol; crucero del cementerio municipal, en el antiguo camino de Serradilla, antes de la construcción del cementerio.
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Pie de foto: Crucero en Coria, en la calle Cruz de Piedra.
1.- Vid.: Ramos Rubio, José Antonio y De San Macario Sánchez, Óscar: Cruceros y cruces de término de la provincia de Cáceres. Historia, arte y tradiciones, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2021, 306 págs.