Bajo el título “El tinajero poeta” , el historiador del arte y cronista oficial de Trujillo nos ofrece la segunda de sus novelas. En esta ocasión recrea la vida y obra del poeta Luis Chamizo. Anteriormente, Ramos Rubio nos había ofrecido, entre sus numerosos libros sobre la vida y arte de los pueblos de la provincia, “El tercero de Monteleón”, novela que narra la vida de Jacinto Ruiz de Mendoza, el teniente que destacó el 2 de mayo de 1808 en la defensa del Parque de Monteleón, en Madrid, durante la Guerra de la Independencia.
Luis Florencio Chamizo Trigueros (Guareña, 07/11/1894; Madrid, 24/12/1945), más conocido por Luis Chamizo, fue hijo de Joaquín Chamizo Guerrero, tinajero de profesión, y Asunción Trigueros Bravo, ambos naturales de la localidad. Chamizo fue hijo único. Tuvo un hermano que falleció de corta edad, llamado Julián.
Chamizo estudió Primaria en Guareña. A los 14 años se traslada a Madrid para comenzar los estudios de Bachillerato, donde pasó dos años, estudios que finalizaría en Sevilla, que verifica en el Instituto Cisneros el 30 de septiembre de 1912, recibiendo el título con fecha de 7 de abril de 1913. Poco tiempo después obtuvo el título de Perito Mercantil. Ese mismo año marcha de nuevo a Madrid para cursar los estudios de Derecho en la Universidad Central, que comienza con 19 años de edad y finaliza como alumno libre en la Universidad de Murcia, en 1918, con 24 años.
En el verano de 1921, viaja a Guadalcanal (Sevilla) para dar el pésame a los deudos de Cándido Gordo Villarte, de parte de su familia, que mantenía una estrecha relación con aquella. Allí conoce a la que sería su esposa, Virtudes Gordo Nogales, hija del difunto, con quien contrae matrimonio el 18 de febrero de 1922 en la iglesia de Santa María de la Asunción de su pueblo. El matrimonio tuvo cinco hijas: María Luisa, María Victoria, María de las Virtudes, Consolación y María Asunción. Chamizo falleció en Madrid el 24 de diciembre de 1945, a los 51 años, recibiendo sepultura en el cementerio de La Almudena. Tuvieron que pasar cuarenta y nueve años para que se cumpliera su deseo de descansar en el cementerio de su pueblo natal. En 1994, se levantó un hermoso panteón de granito, costeado por sus paisanos, ayuntamiento, y el resto con la edición por la Real Academia de Extremadura del libro “Texto y vocabulario de El miajón de los castúos” , del profesor Antonio Viudas Camarasa, académico numerario de la institución, a quien el autor dedica el libro, junto a la guareñense Toñi González Merino, que le inspiró la obra.
En el centenario de su primera obra, “El miajón de los castúos”, Ramos Rubio recrea el ambiente familiar, histórico e intelectual que acompañó al poeta durante su vida y define el vocablo de Chamizo (castúo) que se corresponde con el concepto de lo genuino, lo castizo, palabra a la que da personalidad con una forma de hablar peculiar. Gracias a la aspiración fonética de la palabra, alcanzará la gloria literaria y la rendición del terruño. Da prioridad a la cultura popular, los alcornoques que le tiemblan, a las encinas que coquetean con el humo de la civilización. Canta el poeta la soledad del campesino extremeño, él que, en numerosas ocasiones, se había sentido en Madrid solo, aislado, refugiándose en sus poemas, en un anhelo de ser escuchado. Chamizo crea el vocablo castúo para designar la forma de hablar de los campesinos extremeños. Esos castúos labradores de los que habla repetidamente en “La viña del tinajero”, bellísima muestra de esa vieja lengua extremeña y de las fatigas que pasaron nuestros antepasados, en las que el sentir extremeño late en su poesía, sin olvidar los avatares políticos y sociales y unas duras y precarias condiciones de vida propias de los años iniciales del siglo XX.
Chamizo dedica la primera edición de “El miajón de los castúos”, impresa el 31 de enero de 1921, a su padre: “A la memoria de mi padre. Un hombre honrado que trabajó mucho y amó mucho.” Luis tenía 27 años, era soltero y trabajaba como pasante de notarías. El libro es un homenaje al pueblo extremeño. Tuvo un enorme éxito, tanto que el 21 de marzo editó la segunda edición. El 10 de febrero de 1921, Chamizo es recibido en el Ateneo de Madrid donde da lectura a algunas de las poesías de su libro. En 1932 estaba agotada la tercera edición de “El miajón de los castúos”. Luis fue un verdadero juglar de su pueblo, un hombre orgulloso de su tierra y de sus paisanos, pero ensalzando los valores espirituales y el pasado heroico de los extremeños.
Con su obra de teatro “Las brujas” (1922), un poema que él mismo califica de “amor y de dolor” y que dedica a su madre, su mujer y sus hijas, crece el prestigio del poeta. Días después de la presentación de la obra, se organiza un almuerzo en honor del dramaturgo en el hotel Cristina de la capital andaluza.
Ese mismo año está decidido a editar por su cuenta y riesgo el libro “Extremadura”, la última obra publicada en 1942, en castellano, y que en palabras del periodista José López Prudencio estaba dedicado “a la santa memoria de todos los caídos por Dios y por la Patria en este amanecer de nuestro viejo Imperio”. En 1933 ultima el libreto de la zarzuela “Flor de luna”.
Durante sus estancias en Madrid y Sevilla, Chamizo asiste al teatro, tertulias literarias de cafés y pasea por las calles de las ciudades. Cuando llegó a Madrid para estudiar el Bachillerato, en 1908, le esperaba en la Estación de Mediodía de Madrid Corpus Barga (Madrid, 09/06/1887; Lima, 08/08/1975), periodista y escritor, hijo de Eulalia Gómez de la Serna, amiga de la madre del poeta, quien le trasladó a su residencia. Cuando volvió a Sevilla para proseguir sus estudios, quien le recibió fue el poeta sevillano Manuel Machado (Sevilla, 29/08/1874; Madrid, 19/01/1947), biznieto de José Álvarez, natural de Zafra, y con cuya familia tenía buena amistad Chamizo.
Uno de los mejores amigos de Chamizo sería Eugenio Frutos (Guareña, 08/09/1903; Zaragoza, 16/10/1979), profesor, filósofo, ensayista y poeta, quien ejerció de catedrático de Filosofía en el Instituto de Segunda Enseñanza (hoy El Brocense) de Cáceres en 1930, hasta que en 1941 se marchó a Barcelona y en 1942 a Zaragoza. En 1918 se granjeó la amistad con su paisano. En verano se reunían frecuentemente en casa de Luis. Eugenio se veía identificado con él, compartían los mismos gustos por la lectura. Luis le dejaba libros o los leían juntos; no regateaban horas ni al trabajo ni al esfuerzo.
Chamizo estuvo en Cáceres el 6 de enero de 1926 a la velada poética e inauguración de la estatua a José María Gabriel y Galán, de quien era un apasionado admirador, obra de Pérez Comendador. También asistió en Trujillo (el 9 de junio de 1929) a la inauguración de la estatua a Francisco Pizarro, donada por la viuda del escultor Charles Carey Rumsey, la señora Mary Harriman.
Durante su estancia en Madrid, Chamizo conoció y trató, además de a Corpus Barga, a Azorín, Solana, Tomás Borrás y Manuel Bueno, en la cafetería Pombo. En aquella época celebraba su tertulia literaria Ramón Gómez de la Serna. Mantiene relaciones epistolares con algunos escritores críticos, como Clarín y con Emilia Pardo Bazán, aunque no llegó a conocerla. Conoció a Rosso de Luna en el Ateneo en 1913 y a Benito Pérez Galdós en 1915 y asiste a la inauguración de su estatua el 20 de enero de 1919. En aquel acto conoce también al novel escultor Vitorio Macho, a quien le encargó su campesino, con el que ilustraría dos años después la portada de su obra maestra. Se reúne en el café de La Victoria con Manuel Monterrey Calvo, relojero y viajante de la joyería Álvarez Buiza, de Badajoz, poeta autodidacta, que llegó a ser el máximo representante del modernismo en Extremadura. En 1927 viajó, una vez más, a Madrid, donde le esperaba el filólogo y escritor Dámaso Alonso, cuatro años menor que Luis, quien le acompañó a las editoriales para que no le engañaran con los asuntos de los derechos de autor. A las puertas de la Real Academia Española, conoce a su director, Ramón Menéndez Pidal, quien le acompañó en su visita al edificio. En 1927 nace la Revista de Extremadura, del Centro de Estudios Extremeños. En 1930 escribe a Margarita Xirgu, ofreciéndole que incorpore el poema “Las brujas” para la temporada de otoño en “El Español”.
Entre agosto y finales de septiembre de 1936, Chamizo estuvo escondido en Guareña en uno de los hornos de cocer conos. A finales de septiembre, llegaron los nacionales y Luis pudo salir de su escondrijo. Pasa abril y mayo de 1942 en Madrid durante los trabajos de impresión del poema “Extremadura”, la reedición del “El miajón de los castúos” y “Las brujas” con la Sociedad General Española de Librería. A escasos metros de su hogar madrileño vivía el escritor y periodista Antonio Reyes Huertas, con quien le unió una sincera amistad. Su madre fallece en Guareña el 13 de agosto de 1943. En agosto de 1945, él sufre una otitis. La infección se agudiza. Su amigo, Eugenio Frutos, que vive en Madrid, le visita frecuentemente. El 18 de diciembre sufre un desvanecimiento y ya no volverá a levantarse de la cama Entra en agonía en las primeras horas de la tarde. En la madrugada del 24 de diciembre expiró a la edad de 51 años.
1.-Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El tinajero poeta, Tau Editores, Cáceres, 2021, 148 págs.
2.-Vid.: Ramos Rubio, José Antonio: El último de Monteleón, Tau Editores, Cáceres, 2019, 194 págs.
3.-Vid.: Viudas Camarasa, Antonio: Obras Completas de Luis Chamizo, Universitas, 1985, 367 págs.
4.- Nota: El profesor Ricardo Senabre (Alcoy, 1937; Alicante, 2015), que permaneció en Cáceres desde 1971, como director del Colegio Universitario y posteriormente como decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uex durante un decenio y catedrático de Gramática General y Crítica Literaria, hasta 1986, es autor de su biografía en el Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia y escribió aquí “Introducción a la poesía de Eugenio Frutos con algunos poemas inéditos” (1982) y prólogo a Eugenio Frutos: “Políptico de Cáceres y otros poemas” (1980). Asimismo, Luisa María Frutos Mejías (Cáceres, 27/03/1939), hija de Eugenio Frutos, dirigió entre 1979 y 1981 el Departamento de Geografía de la Universidad de Extremadura en su ciudad natal y dirigió la revista Norba en 1981.