Celebramos en Valencia de Alcántara la VI Jornada de Historia del Socialismo, una jornada intensa en emociones, en recuerdos, en dolor y también en esperanza. Esperanza para dejarle a las generaciones que vienen un país que no sienta vergüenza por haber ocultado de la historia a las víctimas inocentes asesinados por el franquismo.
José Luis Rodríguez Zapatero, padre de la Ley de Memoria Histórica, nos dio una lección de entereza, una lección de humanidad y un ejemplo de lo que debe ser un tiempo en el que, decía el Presidente, lloremos por aquellos que lloraron. ¡Qué menos que saber dónde están los muertos para exhumarlos y hacer justicia con ellos y sus familias!
No puedo dejar de citar una vez más a Zapatero, que acierta cuando dice que España es más decente cada vez que levanta una fosa común. Y es lo que hicimos en la Mina Terría, un trágico lugar, una maldita mina, en el que fueron arrojados los cuerpos de 48 personas, entre ellas el abogado y alcalde de Valencia de Alcántara, Amado Viera, cuya hija, Conchita, nos dio fuerzas por la luz que irradia su lucha, su tesón, su paz y su incesante búsqueda de la verdad, una verdad que ella, su familia y todo un país, necesitan para dormir tranquilos consigo mismos.
Quedan fosas por abrir, cuerpos por exhumar y memoria por reparar. Pero también vamos a dejar bien claro que no nos mueve el odio, no nos mueve el afán de revancha. Nos moviliza, como a cualquier persona decente, la búsqueda de la justicia que nos redima como pueblo, como sociedad y que nos sacuda el polvo de tanto silencio que cayó sobre los hombros de las familias que sufrieron el miedo de un régimen que los humilló, los maltrató y los despreció.
Aún hoy, amparados en el sistema democrático de la Constitución de 1978 de la que reniegan, algunos ensalzan al dictador y lo que representa, que es lo mismo que ensalzar la muerte, el asesinato, la tortura y el genocidio de miles y miles de patriotas que defendían la legalidad democrática contra la que se alzó el golpista, felón e infame dictador. La excesiva permisividad del sistema alienta a fascistas y a fundaciones que deberían ilegalizarse, al igual que ocurre en Alemania. No es posible dar espacios a quienes quieren acabar, de cualquier forma, con nuestra Democracia.
Nos queda aún trabajo por hacer, con la mirada puesta en el pasado, para contar la verdad y construir un futuro sin sueños mesiánicos de gentuza que heredó de la muerte y el robo a las víctimas inocentes, todo lo que son hoy. Por el porvenir que tenemos que construir, vamos a dar pasos hacia adelante sabiendo que en la memoria vive la decencia de una España que será lo que hagamos nosotros ahora, con ejemplos como los de Conchita Viera.