En momentos turbulentos, fundamentalmente cuando se ha salido de una crisis donde la sociedad está muy polarizada, surgen iniciativas, ( hubo una época en las que se las denominó “ terceras vías”) donde buscaban espacios de diálogo en los que sentar, ya sea físicamente, ya sea lo que se conoce como las bases, para que el avance hacia un mundo alejado de las violencias de todo tipo sea posible.
Una sistematización de los objetivos, acompañada de una evaluación de las acciones a realizar por los agentes puente nos llevarán a esos sitios donde nos gustaría estar.
Lo que muchos conocen como causas legítimas, como puede ser el reconocimiento de las víctimas, nos dará confianza en los procesos y aumentará la seguridad de que vamos por buen camino.
Uno de esos lugares, es el que, a los que nos apasiona la Memoria Democrática, nos referimos como Espacios para la Memoria. Quitarles nombre y significado no es suficiente, hay que mostrar para aprender. Hay que contar para enseñar, más en la actualidad cuando se puede buscar la colaboración de herramientas como la inteligencia artificial, si bien hay que reconocer que su utilización con la manipulación de imágenes que conlleva podría tener elementos para nuestros fines, tanto positivos como negativos. Del mismo modo y de manera más humilde, (por la pretenciosidad), se buscaría la independencia de los medios de comunicación y de la intelectualidad.
El fortalecimiento de las instituciones se consigue también con la puesta en marcha de Memoriales que dejen constancia de las violaciones de los Derechos Humanos. Debemos tender a su permanencia no a que sean actuaciones puntuales para conmemorar o rememorar determinados acontecimientos.
Si al comienzo del artículo hablábamos de espacios de diálogo, también podemos complementar estas intenciones con lo que he escuchado recientemente en una reunión de trabajo: los diálogos improbables. Son espacios de convivencia donde la intención es llegar a personas que no comparten nuestras opiniones. Esto es válido, asimismo, para el devenir político habitual en nuestros días. En definitiva, se trataría de juntar a gente, que sin que se organizara previamente nunca lo harían.
Estos laboratorios de experiencias que permitan la capacitación de las personas implicadas en los espacios públicos, junto con redes educativas y la implantación de una Memoria crítica, podrían ser muy útiles para continuar profundizando, no en la importancia, sino en la necesidad, de la Democracia como el sitio donde convivir.