El comportamiento de los históricos suele ser fuente de polémica. Son personajes que han tenido relevancia en la vida pública como presidentes de gobierno o máximos responsables de organizaciones de cualquier índole que irrumpen en la opinión pública, en algunos casos de manera provocativa, porque es la manera de tener notoriedad, quizá porque no se resignan a haberla perdido.
Hay que reconocer que no es fácil, después de haber estado en lo más alto, pasar de ser un mandatario a ser de “a pie”. El reciclaje personal, profesional y relacional puede no ser fácil. Sin embargo precisamente por haber tenido una alta responsabilidad deberían ser honestos y respetuosos, porque cuando estaban en lo alto así lo exigían para los demás.
Hay ejemplos para dar y tomar: desde quien pasa al anonimato total, a quien quiere estar permanentemente en el candelero; desde quien se desentiende de la organización de origen a quien se mantiene vinculado. En mi opinión deberían diferenciar los momentos, respetar el nuevo tiempo, porque no pueden pretender estar por encima del bien y del mal.
Contrastan la actitud de Zapatero y Felipe González, o en el caso sindical me gustó la posición de Antonio Gutiérrez rompiendo la disciplina de voto porque su coherencia no le permitía respaldar la reforma laboral que impulsaba el PSOE. Y si miramos más cerca, en Extremadura también contrastan las derivas políticas de históricos sindicales ejerciendo de oposición al gobierno actual por un lado y otros en tareas de apoyo. En cualquier caso son ya opciones personales que hay que desligar de las etapas anteriores.
Hace unos días vimos la foto en la que coincidían Aznar y Fidalgo en la presentación del segundo libro de memorias del expresidente.
Esta imagen me produce irritación, me rechina, me decepciona y puedo decir que este sentimiento bastante extendido, porque no casa esta exhibición con su trayectoria sindical. No resulta coherente con el recorrido que tuvo como dirigente sindical este apoyo público a un expresidente, que ha tomado una deriva escorada, antiinstitucional, antipatriótica y que recuerda actitudes caudillistas. Ni siquiera es respaldado por la dirección de su propio partido.
Hay que recordar que José Mª Fidalgo como dirigente sindical ha desempeñado un papel importante en la configuración y defensa de nuestro modelo de pensiones, ha sido decisivo en importantes acuerdos y también en grandes movilizaciones.
Refiriéndome al período de gobierno de Aznar, en materia de acuerdos cabe destacar precisamente el “Acuerdo de pensiones de 2005 “que volvió a blindar nuestro sistema público frente a las continuas pretensiones privatizadoras. Y en el campo de la movilización, lideró la Huelga General del 20 junio de 2002, para evitar la pérdida de derechos en materia de desempleo, huelga que tuvo como consecuencia la marcha atrás del Gobierno.
Junto a Cándido Méndez, implicaron a las conferaciones de CCOO y UGT en la defensa del subsidio agrario, lo que para Extremadura fue vital importancia para el asentamiento de este derecho. Ambos líderes sindicales participaron en la multitudinaria manifestación el 23 de noviembre de 2002 en Badajoz.
La foto, esa en la que aparece José Mª Fidalgo Velilla en la presentación del segundo libro de memorias de Aznar, ha producido una especie un batido de ideas con distintos sabores: quienes le atacaron ferozmente por convocar una HG, ahora le adulan; quienes le admiraban, ahora se sienten traicionados. Otros, se suben al carro y dicen sentirse traicionados cuando nunca le quisieron, también hay quien aprovecha para hacer profecías a toro pasado.
Y de todos los oportunismos el que me parece más falaz y artificioso es el que pretende traducir la deriva personal del libre albedrío del histórico en un arma arrojadiza contra la organización de procedencia cuando ya no existe vinculación.
