La sociedad nos va marcando diversos hitos que parece hay que ir cumpliendo conforme vamos cumpliendo años. Casarte antes de una determinada edad, comprarte una casa o tener hijos “antes de que se te pase el arroz” son algunos de estos ejemplos que impone nuestra comunidad.
La vida no es tan sencilla, ni puede considerarse como un algoritmo. Mucha gente ya se rebela y marca sus propias reglas. Lo importante para estas personas es tener claro el destino al que quieren llegar.
El otro día, una chica me contaba que su mayor deseo en la vida era ser madre. Había esperado tener una relación y estabilidad económica antes de dar el paso. La estabilidad económica llegó, pero no acababa de encontrar una pareja. Pasaron los años, y al final decidió ser madre ella sola.
Porque lo malo al final no es perder el tren, sino la oportunidad que esto nos trae, de buscar otras maneras de llegar, otros medios para alcanzar nuestros fines. El perder algo la mayoría de las veces puede hacernos ganar, porque nos moviliza a la acción, nos despierta a buscar nuevas oportunidades… El problema no es perder una vez el tren, sino que casi siempre lo pierdas, y sólo te quedes expectante a ver si pasa otra vez.
Tener claro el destino es importante, pero como llegamos a él también. A veces no llegaremos a subirnos al tren que deseamos subir y tendremos que buscar otra manera de llegar a nuestro lugar. Otras, tendremos que cambiar el sitio al que nos dirigimos, porque simplemente no podemos llegar por falta de medios o por lejanía.
Plantearnos a qué tren debemos subir y de cuál nos debemos alejar. Que quizá el tren no aparezca o que nosotros no lleguemos a él......