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ESCLAVOS EN LA EXTREMADURA MERIDIONAL DE LOS SIGLOS XVI AL XVIII (I)

19 agosto 2016

El 23 de agosto inmediato, como creo recordar desde 1999, todos los 23 de agosto, a propuesta de la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas lo ha establecido como el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición...

El 23 de agosto inmediato, como creo recordar desde 1999, todos los 23 de agosto, a propuesta de la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas lo ha establecido como el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, centrado de forma prioritaria en el comercio que a través del Atlántico y durante algunos siglos extrajo, cual si fueran meras y simples cosas y no personas, cantidades cuantitativamente muy importantes de población negra africana y la asentó a lo largo de todo el continente americano privados de sus más elementales derechos que como personas les eran inalienables y, por ende, sometidos a aquellos otros seres, de piel blanca, que se habían convertido, en aplicación de una norma por ellos mismos unilateralmente dictada, en sus amos o dueños. Así, los Tiempos Modernos, esa denominada por los historiadores Edad Moderna, contemplaba la pervivencia y el mantenimiento de un grupo social presente en todas las sociedades y grupos humanos, los esclavos, esos marginados jurídicos obligados, por la ley de sus amos o dueños, a desarrollar los comportamientos, las tareas y trabajos que aquellos determinaran

Pero no solamente en la América, castellana, portuguesa o de presencia británica, los grupos blancos dominantes convivían con esclavos de inicial procedencia africana dedicados de modo mayoritario al trabajo que en exclusivo beneficio y provecho sus dueños determinaran, sea en la plantación de caña de azúcar, de algodón, sea en la mina o allí donde las estructuras económicas del lugar precisaran. En definitiva, un modo de producción esclavista, similar al que siglos atrás, había puesto en ejecución otros pueblos, como por ejemplo, el romano.

También en esta Extremadura que es testigo de nuestras vivencias fue morada y residencia de un importante volumen de población esclava en esos Tiempos Modernos, siendo posible rastrearlos documentalmente hasta bien entrado el siglo XVIII cuando no hasta las décadas iniciales del siglo XIX.

Y lamentablemente, en estos momentos que vivimos, es seguro encontrar en Extremadura, como en el resto del Estado, como en buena parte del mundo ¿civilizado?, ese otro tipo de sangrante esclavitud que en el Informe del Defensor del Pueblo sobre la trata de seres humanos en nuestro país en el que con el sugestivo título de “Víctimas invisibles”, ponía el dedo en la llaga refiriéndose al desconocimiento de la auténtica realidad del problema ya que además de la esclavitud sexual, de la explotación sexual de las personas, existen otras formas menos conocidas, como la explotación laboral, las prácticas de mendicidad forzada o aquellas otras personas víctimas del comercio de órganos.

Ya en una entrada anterior de este blog hice una breve referencia a los esclavos extremeños de la Edad Moderna y a los trabajos de la Dra. Periáñez Gómez analizando la esclavitud extremeña de los siglos XVI al XVIII. Como podía, y debería haber efectuado, a otros investigadores que centraron sus preocupaciones investigadoras sobre los esclavos que sobre esta tierra que ahora pisamos nos precedieron.

Para la sociedad extremeña de la época, como para cualquier sociedad de la Europa moderna, la existencia de seres humanos que ya desde su nacimiento se encuentran jurídicamente privados de libertad, dependientes en aspectos fundamentales de sus vidas de las decisiones y de las voluntades de otros seres humanos que se dicen sus dueños o sus amos, fue una realidad absolutamente natural y no parecen existir planteamientos doctrinales que cuestionen la licitud y moralidad del fenómeno y, mucho menos, sobre las implicaciones filosófico-políticas que en esa genérica carencia de libertad padecida por un grupo humano pudiera existir. Y, en el caso de España, mucho más sorprendente para una Sociedad que se declara visceralmente defensora de la ortodoxia cristiana, que se consideraba, por encima de todo, cristiana y que llegó a paralizar todo el proceso de su actuación en América interrogándose, y defendiendo doctrinal y jurídicamente, a los indios pobladores del Nuevo Continente y que, de forma paradójica, no se llegó a plantear semejantes interrogantes para las innumerables poblaciones africanas de raza negra que eran arrancadas de su tierra y de sus gentes. Es sorprendente la actitud y los planteamientos teóricos y prácticos, de los teólogos y de la jerarquía eclesiástica, tan prestos y de manera tan profunda seguros para negar, rebatir y oponerse frontalmente a la esclavitud del indio americano y tan irracionalmente arraigado y enraizado de la libertad total del género humano, de todos los hombres, con lo que debería de abarcar también al negro africano.

El esclavo es un ser humano provisto de alma que la Iglesia y los eclesiásticos, en un ejercicio de ambivalente conducta, procuraran conducir a su último destino, para lo que serán bautizados, confirmados, casados, enterrados, pero como esclavos.

Sin embargo, en la concepción de las gentes que los poseyeron, entre los que los eclesiásticos ocupan lugar destacado, de las que permitieron sus condiciones existenciales o en las de aquellas que no hicieron nada para modificarlas de raíz, el esclavo aparece como un objeto humanizado que va a recibir tratamientos diversos.

Para la región extremeña, como para otros territorios en los que se asentó población esclava, la aproximación a la diversidad funcional que en los textos documentales se contienen pueda ayudar en la compleja tarea de precisar y delimitar la condición esclava, ya que esos textos documentales transparentan y permiten intuir la forma en que sus autores veían y concebían a los miembros esclavos de sus sociedad.

Así, la esencial caracterización de los integrantes del grupo esclavo es la de un ser humano-objetos humanizados que se venden, muy excepcionalmente con pago aplazado y también, hecho infrecuente, se cambian por otros bienes o por otro esclavo; que son comprados en nombre de otra persona; están sometidos al pago de alcabala y de derechos de aduana; son una propiedad incluida en inventarios post-mortem, en testamentos, en escrituras de partición de bienes, en almonedas públicas, cuyo precio de compra puede adeudarse y sobre la que toman represalias los enemigos de sus dueños; son usados para pagar los intereses de un capital, para saldar una deuda, para costear los sufragios que encarga su dueño o como fianza exigida para ocupar ciertos cargos y empleados para mejorar los bienes entregados a uno de los herederos; se reciben en dote al casar, en la luctuosa o como herencia; sirven como aval de una deuda, que puede ser fiscal; son garantías de aceptar las decisiones judiciales, requisados en pago de costas procesales, motivos de pleito, cometen delitos, se huyen de sus dueños y son encarcelados; se prestan a las amistades, se les entrega en custodia o se les regala; necesitan permiso de sus amos para casarse o para emprender un viaje; ponen pleitos a sus dueños; son objeto de tasación o botín de guerra; reciben regalos; se emplean como verdugos, para el trabajo en las minas de azogue, en las galeras regias o para resolver, al margen de la justicia, las rencillas personales.

Es la precedente una genérica aproximación a los esclavos y a la esclavitud de los territorios meridionales de la región extremeña en los Tiempos Modernos. Pero habría que presentar elementos estructurales en la realidad del esclavo extremeño: su figura y procedencia geográfica, su situación jurídica y social, el volumen de población esclava, la obtención de la libertad: la fuga o el ahorramiento del esclavo,…y una visión del comercio de esclavos.

Esos serán los objetivos que de inmediato me planteo.

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